Este es el Hárold Rivera que la gente no conoce
El hijo del entrenador de Santa Fe habló con El Espectador y relató lo que ha sido crecer al lado del DT que tiene al cuadro cardenal en la final del fútbol colombiano.
Harold Rivera Chavarro *
“Mi papá me dejaba de suplente en los partidos de la selección infantil de Tolima, así la gente le dijera que merecía estar en la cancha. Ahora, analizando esa época con más calma, creo que era por temor a que me pasara algo. Era muy bajito, un poco delgadito y enfrentábamos a equipos como Antioquia y Valle del Cauca, con jugadores grandes y portentosos, a pesar de la edad. A mí no me daba miedo, siempre he sido berraquito, pero él decía que no.
A lo que sí le tenía pavor era a una correa con la que me pegaba cuando le cambiaba el canal del televisor a Angie, mi hermana, o cuando la hacía llorar. Ella, la consentida; y yo, el que llevaba del bulto. La severidad de mi papá, en esos casos, era similar a su cariño conmigo, un afecto que le costaba expresar, que le sigue costando. No es un hombre al que se le escapen los te amos o los te quieros, por eso cuando se le sale uno, cuando no puede evitarlo, uno queda asombrado.
Si sé algo de geografía es por él, porque se encargaba de ayudar en las tareas de sociales y mi mamá de las de matemáticas, ciencias y química. En la casa era exigente, en la cancha mucho más. De hecho, en los entrenamientos, me ponía a patear tiros libres y si solo le pegaba a la pelota para que superara la barrera, sin potencia, me sacaba, o cuando el balón pegaba en mis compañeros una, dos y hasta tres veces. Ese era su límite: tres.
No puedo negar que he tenido peleas fuertes con mi papá, duras, pero no lo juzgo, quizá lo entiendo porque su temperamento es fuerte. Cuando perdíamos un partido nos regañaba a todos y después, en solitario, a mí. Me daba rabia, pero lo que no comprendía era que quería sacar lo mejor de mí, que veía talento. Eso sí, siempre repite: el talento sin trabajo no sirve. Ya no me regaña, ahora me aconseja, mira mis partidos con Huila y me dice ‘hijo haga tal cosa, por qué no hizo esto o aquello’. Y eso me reconforta y me hace recordar cuando íbamos a las playas de Santa Marta a jugar los dos, solos, yo cabeceando, él lanzando muy alto el balón, sin pensar en nada más, pura diversión.
En 2015 nos encontramos en Patriotas luego de mi paso por Envigado y de que él estuviera a cargo de las selecciones de Colombia sub 15 y sub 17. Un día lo fui a ver en un partido que tenía en Medellín y el presidente me propuso que me fuera para Tunja. Le respondí que primero tenía que preguntarle al entrenador, a ver si me quería en su equipo. Y eso fue rápido: ‘Hárold, nos llevamos a Hárold’, dijo el presi. Me gané un puesto en la titular, porque ya sabía cómo era él y no iba a darle ventaja. Pero otra vez los chismes, que era el hijo y que por eso era inicialista y un montón de cosas. Un día, en el segundo semestre, tuvimos una pelea fuerte y, después de arreglarnos, se tomó la decisión de que cada uno por su lado, para su tranquilidad y para la mía.
Pocas veces he visto llorar a mi papá. Es un hombre sentimental, creo, pero trata de ocultarlo, de ser fuerte, a veces demasiado. Puede que sea una manera de blindarse. Por eso uno lo ve en esas ruedas de prensa como si estuviera bravo, habla como si andara malgeniado a toda hora, pero es su tono de voz, como de mando, fuerte, seco. De hecho, algo que me impresionó fue que en el matrimonio de mi hermana se desmoronó. Tenía un partido y no pude ir a la ceremonia, entonces llegué a la recepción. Mi mamá notó que estaba muy callado y me pidió que hablara con él. Y después de un par de palabras no aguantó la emoción y se le enlagunaron los ojos.
Son varios los episodios felices que tengo con él. Y más ahora que estoy muy agradecido por el abuelo en el que se convirtió. Le compra fruta a mi hijo y se la da con una paciencia, con una dedicación, sobre todo las uvas. Las lava, las corta y le da una por una. Y no se afana y puede seguir un buen rato mientras el tiempo vuela. Cuando puede también se lo lleva a una finca que tiene en San Bernardo, Tolima, y allá lo monta en el caballo, le muestra las vacas y le habla mucho, algo poco habitual, porque mi papá es introvertido, se retrae en algunas ocasiones. Esa debe ser su forma de alejar la presión, de desahogarse.
Siempre me preguntan que si recuerdo cuándo fue la última vez que lo enfrenté y, pues claro, eso no se olvida. Fue un Patriotas vs. Jaguares en Montería. Hablamos a mitad de semana y ya, la siguiente vez que dialogamos fue en el estadio municipal. Fui, lo abracé, nos tomaron una foto y cada uno para su lado. Venía enfermo y apenas jugué un tiempo porque una virosis me pegó durísimo.
Y por más que quería estar, y ganarle, pues me tocó pedirle al profe Hubert Bodhert que me sacara. Perdimos 3-2. Luego nos comunicamos para saber cómo nos había terminado de ir y listo. Hace poco vimos un partido de fútbol por televisión, en Ibagué, creo que fue uno de la selección de Colombia. En vacaciones siempre nos reunimos en la casa, porque mi papá anda en Bogotá, mi hermana en Medellín y yo en Neiva, entonces es más el tiempo que pasamos alejados que el que estamos juntos. Y eso hay que aprovecharlo. Él es muy callado y te asusta porque sale con comentarios fuertes, de la nada, te dice ‘viste ese desmarque de ruptura, viste cómo recibió de perfil, cómo buscó el espacio’. El hombre vive para el fútbol y está pensando en fútbol a toda hora, es complicado alejarlo.
Y se está actualizando constantemente, lee, se informa y trata de investigar para implementar cosas nuevas. Por eso el éxito que está teniendo con Santa Fe. Me dijo, cuando llegó, que tenía un buen grupo, que estaba contento con el reto y que le encantaba Bogotá. Y si usted tiene un ambiente agradable es más fácil hacer las cosas. Les dio a sus jugadores confianza y eso es lo importante.
Hablaba de meterse a una final de un torneo y lo logró, también de ser campeón y muy seguramente lo logrará y, por último, de dirigir la selección de Colombia de mayores. Todo ha sido una especie de déjà vu, ya veremos si lo del equipo nacional también se le da, porque el proceso lo está haciendo, así como él mismo se ha hecho y nos ha hecho a nosotros a punta de voluntad”.
* Adaptación: @CamiloGAmaya
Texto publicado el 5 de octubre de 2019.
“Mi papá me dejaba de suplente en los partidos de la selección infantil de Tolima, así la gente le dijera que merecía estar en la cancha. Ahora, analizando esa época con más calma, creo que era por temor a que me pasara algo. Era muy bajito, un poco delgadito y enfrentábamos a equipos como Antioquia y Valle del Cauca, con jugadores grandes y portentosos, a pesar de la edad. A mí no me daba miedo, siempre he sido berraquito, pero él decía que no.
A lo que sí le tenía pavor era a una correa con la que me pegaba cuando le cambiaba el canal del televisor a Angie, mi hermana, o cuando la hacía llorar. Ella, la consentida; y yo, el que llevaba del bulto. La severidad de mi papá, en esos casos, era similar a su cariño conmigo, un afecto que le costaba expresar, que le sigue costando. No es un hombre al que se le escapen los te amos o los te quieros, por eso cuando se le sale uno, cuando no puede evitarlo, uno queda asombrado.
Si sé algo de geografía es por él, porque se encargaba de ayudar en las tareas de sociales y mi mamá de las de matemáticas, ciencias y química. En la casa era exigente, en la cancha mucho más. De hecho, en los entrenamientos, me ponía a patear tiros libres y si solo le pegaba a la pelota para que superara la barrera, sin potencia, me sacaba, o cuando el balón pegaba en mis compañeros una, dos y hasta tres veces. Ese era su límite: tres.
No puedo negar que he tenido peleas fuertes con mi papá, duras, pero no lo juzgo, quizá lo entiendo porque su temperamento es fuerte. Cuando perdíamos un partido nos regañaba a todos y después, en solitario, a mí. Me daba rabia, pero lo que no comprendía era que quería sacar lo mejor de mí, que veía talento. Eso sí, siempre repite: el talento sin trabajo no sirve. Ya no me regaña, ahora me aconseja, mira mis partidos con Huila y me dice ‘hijo haga tal cosa, por qué no hizo esto o aquello’. Y eso me reconforta y me hace recordar cuando íbamos a las playas de Santa Marta a jugar los dos, solos, yo cabeceando, él lanzando muy alto el balón, sin pensar en nada más, pura diversión.
En 2015 nos encontramos en Patriotas luego de mi paso por Envigado y de que él estuviera a cargo de las selecciones de Colombia sub 15 y sub 17. Un día lo fui a ver en un partido que tenía en Medellín y el presidente me propuso que me fuera para Tunja. Le respondí que primero tenía que preguntarle al entrenador, a ver si me quería en su equipo. Y eso fue rápido: ‘Hárold, nos llevamos a Hárold’, dijo el presi. Me gané un puesto en la titular, porque ya sabía cómo era él y no iba a darle ventaja. Pero otra vez los chismes, que era el hijo y que por eso era inicialista y un montón de cosas. Un día, en el segundo semestre, tuvimos una pelea fuerte y, después de arreglarnos, se tomó la decisión de que cada uno por su lado, para su tranquilidad y para la mía.
Pocas veces he visto llorar a mi papá. Es un hombre sentimental, creo, pero trata de ocultarlo, de ser fuerte, a veces demasiado. Puede que sea una manera de blindarse. Por eso uno lo ve en esas ruedas de prensa como si estuviera bravo, habla como si andara malgeniado a toda hora, pero es su tono de voz, como de mando, fuerte, seco. De hecho, algo que me impresionó fue que en el matrimonio de mi hermana se desmoronó. Tenía un partido y no pude ir a la ceremonia, entonces llegué a la recepción. Mi mamá notó que estaba muy callado y me pidió que hablara con él. Y después de un par de palabras no aguantó la emoción y se le enlagunaron los ojos.
Son varios los episodios felices que tengo con él. Y más ahora que estoy muy agradecido por el abuelo en el que se convirtió. Le compra fruta a mi hijo y se la da con una paciencia, con una dedicación, sobre todo las uvas. Las lava, las corta y le da una por una. Y no se afana y puede seguir un buen rato mientras el tiempo vuela. Cuando puede también se lo lleva a una finca que tiene en San Bernardo, Tolima, y allá lo monta en el caballo, le muestra las vacas y le habla mucho, algo poco habitual, porque mi papá es introvertido, se retrae en algunas ocasiones. Esa debe ser su forma de alejar la presión, de desahogarse.
Siempre me preguntan que si recuerdo cuándo fue la última vez que lo enfrenté y, pues claro, eso no se olvida. Fue un Patriotas vs. Jaguares en Montería. Hablamos a mitad de semana y ya, la siguiente vez que dialogamos fue en el estadio municipal. Fui, lo abracé, nos tomaron una foto y cada uno para su lado. Venía enfermo y apenas jugué un tiempo porque una virosis me pegó durísimo.
Y por más que quería estar, y ganarle, pues me tocó pedirle al profe Hubert Bodhert que me sacara. Perdimos 3-2. Luego nos comunicamos para saber cómo nos había terminado de ir y listo. Hace poco vimos un partido de fútbol por televisión, en Ibagué, creo que fue uno de la selección de Colombia. En vacaciones siempre nos reunimos en la casa, porque mi papá anda en Bogotá, mi hermana en Medellín y yo en Neiva, entonces es más el tiempo que pasamos alejados que el que estamos juntos. Y eso hay que aprovecharlo. Él es muy callado y te asusta porque sale con comentarios fuertes, de la nada, te dice ‘viste ese desmarque de ruptura, viste cómo recibió de perfil, cómo buscó el espacio’. El hombre vive para el fútbol y está pensando en fútbol a toda hora, es complicado alejarlo.
Y se está actualizando constantemente, lee, se informa y trata de investigar para implementar cosas nuevas. Por eso el éxito que está teniendo con Santa Fe. Me dijo, cuando llegó, que tenía un buen grupo, que estaba contento con el reto y que le encantaba Bogotá. Y si usted tiene un ambiente agradable es más fácil hacer las cosas. Les dio a sus jugadores confianza y eso es lo importante.
Hablaba de meterse a una final de un torneo y lo logró, también de ser campeón y muy seguramente lo logrará y, por último, de dirigir la selección de Colombia de mayores. Todo ha sido una especie de déjà vu, ya veremos si lo del equipo nacional también se le da, porque el proceso lo está haciendo, así como él mismo se ha hecho y nos ha hecho a nosotros a punta de voluntad”.
* Adaptación: @CamiloGAmaya
Texto publicado el 5 de octubre de 2019.