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De los barrizales, con la ropa manchada de color tierra y con la sonrisa resplandeciente por haber jugado fútbol todo el día con su familia, con sus amigos, con su gente. Con la alegría del Pacífico, con la esperanza que guardan los ojos cafés y negros que por tantos años han visto cómo sus habitantes emergen de amaneceres grisáceos con sus redes de pescar o con sus maletas al hombro pretendiendo huir de aquellos que se aprovechan de la ausencia del Estado para explotar la riqueza y abusar de la nobleza de quienes abren sus manos para darles de comer a las aves o para ayudar al prójimo. De la capital de Chocó, de allá proviene Jhon Arias, el nuevo baluarte de Santa Fe que hasta hace dos meses vestía de rojo, pero con el rojo que lleva bordado en su escudo un diablo. Ese mismo que salió campeón enfrentando al equipo del que ahora hace parte y ese mismo al que hoy deberá atacar dejando de lado ese recuerdo fresco de haber alzado el título número 15 para el América de Cali.
Un jugador que reafirma la identidad del futbolista chocoano, que trae a la memoria nombres como Darwin Andrade, Carlos Sánchez, Elkin Blanco, Wason Rentería o Jackson Martínez. Un jugador veloz, que sabe que la virtud está en el equilibrio, en sopesar la fuerza de su físico y de su ingenio para decidir bien dentro de la cancha. Un ser humano que sabe aligerar su equipaje cuando un nuevo puerto lo llama para solo cargar lo esencial, lo que su peregrinaje le ha dejado para su presente. En su fútbol la memoria de su paso por México, cuando estuvo en los equipos sub 20 de los Dorados de Sinaloa y de los Xolos de Tijuana, de su regreso a Colombia y su llegada a Patriotas. Su ida temporal a Llaneros, su retorno a Tunja, su partida al América y su reciente incorporación a Santa Fe.
Desequilibrar por las bandas y no dejar que los hinchas extrañen las virtudes ofensivas de Fabián Sambueza, que volvió a Júnior, y anotar goles, para que todos olviden rápidamente la mala jugada que hizo el cuadro cardenal con Michael Rangel, quien había venido como el nuevo goleador y se fue en un parpadeo. Dejar su propia huella, no estamparla sobre las otras. Enfocarse en su rol y demostrar que la actitud no se negocia. Ser colaborativo y aportar en todos los sectores de la cancha, como bien lo señaló Hárold Rivera, su técnico: " es un jugador polifuncional, es desequilibrante, se asocia bien y resuelve las situaciones de buena manera cuando se le presentan”.
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No perder de vista lo fundamental. Hallar el lado amable del ego para reconocer que hasta ahora se ha recorrido el camino correcto y con disciplina. Añorar el éxito, pero no por vanidad, sino por demostrarse a sí mismo que nada infla más el corazón que materializar los sueños. Ver cómo ha construido su escalera al cielo, ver los andamios que tienen en sus lados oxidados los malos momentos, las dudas, las incertidumbres que nunca faltan y que son también necesarias, ver de nuevo cada escalón para no olvidar que todo se ha logrado con la humildad que refleja cuando habla, ver cada paso y seguir siendo obrero y arquitecto del sueño mayor: jugar con la selección de Colombia. Ascender y entender que no debe ser sinónimo de prepotencia, sino de orgullo.
“La opción de venir a Santa Fe se dio porque en diciembre se dio un tema complicado entre presidentes de América y Patriotas, equipo al que pertenezco. La opción de venir era la más interesantes porque es un equipo grande, que ha hecho campañas importantes en los últimos años. Y me pareció una buena idea para potenciar mi carrera. Por eso me incliné por este club”, dijo Arias a Caracol Radio en su llegada al cuadro cardenal.
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A sus 23 años ya ha disputado 107 partidos y ha anotado 12 goles como profesional. Con Santa Fe lleva cinco compromisos y dos tantos. Con América disputó 29 juegos y marcó un gol entre Liga, Copa BetPlay y Copa Libertadores. Con esas cifras, que hablan de su progreso y de la confianza que ha tenido por parte de los técnicos, Arias va creyendo más en sí mismo y va demostrando por qué fue parte del bicampeón de Colombia y por qué llegó al primer campeón del fútbol nacional. Se requiere responsabilidad, pues los errores forman parte de la juventud y evitarlos no solo es un deber, sino un gesto de compromiso y respeto por sus compañeros y por la exigencia que hay detrás de ser parte de la historia de dos grandes de nuestro balompié.