Los recuerdos de Carlos Alberto Pandolfi
Entrevista con uno de los ídolos de Independiente Santa Fe. Goles, amistades y el título de 1975 son algunas de las memorias que mencionó el exatacante argentino.
Andrés Osorio Guillott
Carlos Alberto Pandolfi es sinónimo de Santa Fe. En sus respuestas se refleja el cariño y la gratitud por el cuadro cardenal. Dice haber tenido suerte de ser goleador y campeón. Se fue del equipo como mejor podía ser: anotando el tanto de la victoria en un clásico contra Millonarios. Vuelve con frecuencia a Bogotá por las amistades que dejó, por lo bien que se siente cuando la gente lo saluda, lo abraza y le habla de la institución que le dio la oportunidad de experimentar la gloria de un título. Estos son algunos de los recuerdos con su “santafecito lindo”.
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Carlos Alberto Pandolfi es sinónimo de Santa Fe. En sus respuestas se refleja el cariño y la gratitud por el cuadro cardenal. Dice haber tenido suerte de ser goleador y campeón. Se fue del equipo como mejor podía ser: anotando el tanto de la victoria en un clásico contra Millonarios. Vuelve con frecuencia a Bogotá por las amistades que dejó, por lo bien que se siente cuando la gente lo saluda, lo abraza y le habla de la institución que le dio la oportunidad de experimentar la gloria de un título. Estos son algunos de los recuerdos con su “santafecito lindo”.
Hablemos de esa vida antes de Santa Fe. ¿Cómo era volverse futbolista en Argentina en las décadas del sesenta y setenta?
En realidad, uno empieza jugando al fútbol con una pelota bajo el brazo. En Argentina se jugaba a cabecear, uno de un lado y otro del otro. Hacíamos arquitos y cabeceábamos con una pelota de goma. Luego íbamos a jugar en los potreros donde había canchas, entre los amigos y después cuando tenía 15 años, en esos potreros jugábamos campeonatos relámpago que empezaban a las 9:00 a.m. y terminaban a las 5:00 p.m., y en uno de esos un señor que era técnico de un club que se llama Sacachipas me invitó a entrenar, y como a mí me gustaba le dije a mi papá y a mi mamá que me iba a jugar fútbol allá, era un club de primera C, pero que formaba a jugadores, de ahí salieron algunos que después jugamos en primera. De ahí pasé a Nueva Chicago, a J. J. Urquiza -todos equipos de divisiones menores-, San Telmo, después pasé a Los Andes, Chacarita, Estudiantes y de ahí pasé a Santa Fe.
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¿Qué significó llegar a Estudiantes y qué legado le pudo dejar la escuela de Zubeldía?
Estuve dos años, pero realmente me quedó un arraigo muy grande, sobre todo por la mentalidad que había en el club, y para colmo ya Carlos Bilardo era el técnico de Estudiantes cuando me llamó para incorporarme. Ir a jugar a un equipo campeón del mundo fue una satisfacción muy grande, porque más allá de no haber logrado un título, Estudiantes era considerado importante, formador y de mucho sentir la camiseta, de estar constantemente uniéndonos entre todos, empezando por Bilardo. Fue muy importante mi paso por allí, porque además estando ahí nació mi primer hijo, me quedó un recuerdo muy grande porque estábamos de gira en Estados Unidos y en esa época no había la posibilidad de contactarse más que por teléfono, y conocí a mi hijo siete días después. Eso también es un recuerdo imborrable para mí, sobre todo por cómo se comportaron mis compañeros, el técnico. Fue un paso clave en mi carrera deportiva.
¿Cómo recuerda esa decisión de venir a Colombia, a Santa Fe?
La decisión la tomé con mi esposa. Estaba dubitativo. En aquella época no se conocía mucho el fútbol colombiano, porque no había medios que hablaran del fútbol de ese país. Cuando hicieron el contacto conmigo, lo que hice junto con mi esposa y mi hermano fue agarrar una enciclopedia y buscar dónde quedaba Bogotá, de qué se trataba, de cómo era, qué podía saber más sobre la ciudad. Sí sabía algo por algunos argentinos que habían estado allá. Tenía dos o tres ofertas en Argentina, pero influyó la parte económica. Si bien las cifras eran irrisorias comparadas con las de ahora, era una buena prima anual. Valía la pena hacer un sacrificio, así como conocer otro país, otra cultura a ver si las cosas salían bien. Tuve la suerte de que haya sido así. Debuté contra Unión Magdalena, hice tres goles y siempre digo que cualquier futbolista sueña con algo parecido a lo que me pasó. Y sin dudas el otro sueño fue llegar a un equipo como Santa Fe, importante, de la capital y salir goleador y campeón. Eso me satisfizo muchísimo.
¿Cómo puede describir la sensación de gloria de salir campeón, y más en el año de su llegada?
La felicidad es tan inmensa que ni nos acordamos de cómo festejamos entre todos. El recuerdo de la hinchada santafereña que siempre nos acompañó y aún hoy me siguen recordando con un cariño inmenso y me sigo acordando de las emociones, de las alegrías, pero también de algunas cosas tristes que en el fútbol suceden, porque en las derrotas vienen algunas críticas. Lo que sí recuerdo es que tuve la suerte de ser el goleador del título, con 25 tantos. Es un orgullo para mí haber llegado y terminado campeón. En el partido anterior lamentablemente me expulsaron contra Junior y no pude jugar contra Medellín. Ese juego lo viví desde el banco con unos nervios terribles. Recuerdo que cuando el juez pitó el final entramos a la cancha a abrazarnos, a festejar, dimos la vuelta olímpica con una cantidad de gente que había ido de Bogotá. El recuerdo después en el Hotel Intercontinental, en la cena, el festejo. Esa noche casi ni dormimos porque al otro día el vuelo salía temprano. En Bogotá nos esperó una multitud que nos acompañó hasta la sede de la calle 39, con banderas, con claxón. De verdad, una alegría inmensa.
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El balance general mi paso por Santa Fe fue muy bueno y tengo la satisfacción de contar con el reconocimiento de la gente. Un arraigo muy grande por esa tierra que quiero mucho, además porque tengo una hija que nació en Colombia y eso hace más fuerte mi cariño por el país, y por los amigos fuera del fútbol que dejé. Siempre fueron muy hospitalarios conmigo y mi familia. Esas amistades hacen que vuelva bastante seguido.
Hablemos más de eso. ¿Qué significa Santa Fe y qué piensa de su hinchada?
Santa Fe me marcó. Alcé un título con el primer campeón de Colombia, el “santafecito lindo”. Tengo muchos recuerdos deportivos de mis compañeros y de la hinchada que siempre nos acompañó. Ahora cierro los ojos y me acuerdo que cada vez que salíamos al campo de juego nos íbamos a saludar a la barra de la Tribuna Roja y las otras que estaban, porque alentaban constantemente. Eso contagiaba. Podía jugar mal o bien, pero lo que nunca dejé de hacer fue dejar hasta la última gota de sudor para tratar de hacer las cosas lo mejor posible para mí y el equipo. Me vienen a la memoria muchos partidos en los que la cancha explotaba. Todos sacábamos el aire de donde no podíamos.
¿Qué amistades le dejó su paso por Santa Fe?
Realmente nosotros en ese equipo campeón conformamos un grupo muy unido. Con diferentes pensamientos, discusiones, cuando nos reuníamos y le pedíamos al técnico que nos dejara hablar a nosotros solos para decirnos las cosas de frente y ya en la cancha ir todos por el mismo objetivo, que era hacer las cosas bien y lograr la mayor cantidad de triunfos. Futbolísticamente recuerdo a Cañoncito (Alfonso Cañón), realmente era un jugador muy inteligente, con muy buena pegada y que por pases de él hice muchos goles. Lo mismo que Ernesto Díaz -que en paz descanse- y el mismo Héctor Céspedes. Pero después en el equipo tuve dos grandes amigos que fueron José Pepe Tévez, ya lamentablemente fallecido, y Juan Carlos el Nene Sarnari. Conjuntamente con Alonso el Cachaco Rodríguez, Rafael Pacheco, con los costeños, como les decía. Es más, ellos hicieron que me hiciera fanático del vallenato. Hasta el día de hoy sigo recordando los viajes en la buseta con las radiolas con los vallenatos de esa época, y esa era una cultura extraordinaria por cómo las letras marcan lo que realmente es la vida: hablan del amor, de la amistad, de las enfermedades. Son una pintura los vallenatos. Eso a mí me pegó mucho. En general, tuve una buena relación con todos.
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Un gol que recuerde aparte del famoso tanto a América en la remontada por 3-2...
En el último clásico que jugué contra Millonarios ganamos 2-1 y yo hice el tanto del triunfo con un cabezazo. Al mes siguiente finalizaba mi contrato y me devolví a Argentina. Ese gol y ese triunfo los recuerdo con mucho cariño.
¿Cómo recuerda los clásicos contra Millonarios y cómo se deben jugar?
En los dos años que estuve jugué como ocho clásicos con algún amistoso. Creo no estar equivocado. Hay uno que recuerdo mucho, que fue un domingo y que cayó el Día de la Madre en El Campín. Hicieron unas presentaciones antes del juego y recuerdo que hubo una carrera de burros, uno con la camiseta de Santa Fe y otro con la camiseta de Millonarios. La idea era que corrieran en la pista atlética. Avanzaban. Se quedaban. Era un jolgorio. Fue muy entretenido. Nosotros estábamos viéndolo porque siempre llegábamos una hora y media antes. Como era el Día de la Madre me hicieron hablar con mi mamá en los parlantes del estadio. Una cosa que me emocionó terriblemente. Mi madre me llamaba Bicho. Y mi mamá dijo: “Hola, Bicho, cómo te va”, y se escuchó en todo el estadio. Y bueno. Una emoción inmensa. Fue una sorpresa recontra emotiva. Inolvidable ese clásico. Tuve la suerte de hacer un gol. Creo que ese juego terminó 3-2. Dos goles me parece que los hizo Sarnari y el otro yo.
Eran partidos que jugábamos a muerte. Los clásicos se deben jugar con mucha cabeza, pero también con mucho corazón. Hay que dejar hasta la última gota. Era maravilloso jugar esos partidos, porque el estadio siempre estaba colmado mitad de azul y mitad de rojo.
Coterráneo e ídolo también de Santa Fe. ¿Qué opina de Ómar Pérez?
Ómar es el ídolo indiscutido del club por su categoría, por los títulos que logró. El hecho de que el santafereño haya tenido que esperar 37 años para volver a salir campeón dice mucho. Es un equipo grande de Bogotá, el de la garra y el corazón. Nunca le faltó eso y no podía concretar. Es muy merecida esa idolatría a Ómar y a los muchachos que lograron ese y el título de la Copa Sudamericana. Sin dudas, como habla la gente joven, los ídolos más importantes en la historia de Santa Fe son Ómar Pérez y Alfoncito Cañón.
¿Cuál fue la cancha, ya sea por clima, por hinchada, en la que más le costó jugar?
Sin dudas, el de Barranquilla. En el estadio del Junior en esa época era realmente imposible jugar a las 3:30 p.m., con el calor que hacía. Nosotros veníamos de la altura y para mí siempre fue difícil, pues más allá del clima, el equipo que tenía Júnior era muy bueno también. A mí el calor me influía muchísimo, incluso mentalmente. Los vestuarios no eran del todo cómodos. Eran pequeños, y con ese calor y humedad... Ese fue el estadio en el que menos me gustó jugar.
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