Santa Fe, hasta la eternidad
Este domingo 28 de febrero se cumplen 80 años de la fundación del club cardenal. Una historia llena de gloria, marcada por el carácter de una hinchada particular enamorada del equipo, no de los títulos que tiene.
Aunque fue el primer campeón del fútbol profesional colombiano, ganar no es una palabra que identifique a Independiente Santa Fe, al menos no frecuentemente durante sus ocho décadas de existencia. En cambio sí aguantar, con carácter e hidalguía, como lo han hecho sus hinchas, siempre orgullosos del equipo más que de los títulos que tiene.
Porque crear un club diferente, especial, fue lo que motivó a varios alumnos del Gimnasio Moderno a fundarlo el 28 de febrero de 1941 en el famoso Café del Rhin, del Pasaje Santa Fe, que desembocaba en el costado occidental de la plazoleta del Rosario, en pleno centro histórico de Bogotá.
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Como un grupo de amigos, encabezados por Gonzalo Rueda Caro y Ernesto Gamboa Álvarez, ganó su primer partido frente al equipo Telégrafos y comenzó su exitoso camino en los torneos de la Asociación Deportiva de Bogotá, la liga aficionada de la época en la que comenzó la rivalidad con Municipal, que después cambió su nombre a Millonarios.
Durante los siguientes años se hizo popular gracias al espectáculo que daba cada fin de semana en la famosa cancha del barrio El Vergel o en las de los colegios San Bartolomé, Nicolás Esguerra, Montessori y Cundinamarca, así como en los potreros en los que ahora es Galerías, en donde los muchachos de la época se reunían a jugar.
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Hasta que el 9 de abril de 1948 el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán desencadenó el Bogotazo y la violencia bipartidista recrudeció. Esa situación obligó al gobierno de Mariano Ospina Pérez a impulsar la creación de la Dimayor y el torneo rentado.
Con ocho clubes se disputó la edición inaugural, en la que Santa Fe debutó empatando 1-1 en Manizales gracias a un autogol de Rodolfo Sarria, del Deportes Caldas. La primera anotación de un jugador cardenal llegó días después, por intermedio de Roberto el Perro Gámez.
Dirigido por el peruano Carlos Carrillo Nalda y con figuras como Julio Chonto Gaviria, Jesús María Lires López, Antonio Julio de la Hoz, Lorenzo Cristo Delli, Gabriel Pineda, Hermenegildo Germán Antón y Hernando Mono Tovar, ganó 12 partidos, empató tres y perdió solamente tres. Marcó 57 goles y permitió 29 para superar al Júnior, que fue subcampeón.
Galería: Los nueve planteles campeones de Liga
Vino después la primera gran sequía, con una década sin trofeos en la que, sin embargo, el equipo se arraigó en el corazón de los bogotanos gracias a Los Monaguillos, como se llamaba a los equipos infantiles de Santa Fe, bajo el comando de Jorge el Gringo Peñaranda, mentor, consejero y maestro de las primeras generaciones de futbolistas nacidos en la capital.
Volvieron las maduras con los títulos de 1958 y 1960, de la mano de Julio Tocker, el Filósofo argentino que supo aprovechar a los delanteros José Vicente Grecco, Alberto Orlando Perazzo, Juan José Ferrero Osvaldo el Viejo Panzutto, Miguel Reznik y Héctor Zipa González.
Cañón marcó la historia
El sucesor del Gringo Peñaranda en la cantera cardenal fue Alfonso Sepúlveda. Y su primer gran descubrimiento fue nada menos que Alfonso Cañón. Lo vio en un partido de categoría infantil entre Santa Fe y el equipo del barrio Samper Mendoza, en la cancha que había en donde hoy queda la plaza de Paloquemao y al otro día se fue a buscarlo para vincularlo al club.
Galería: Los otros equipos campeones
Por un juego completo de uniformes, excepto guayos, Sepúlveda se los llevó a él y a cuatro compañeros más, Jorge Enrique Hernández, el arquero Paco Tavera, un defensa central de apellido Bernal y Enrique Papitas Garzón, el gran socio de infancia de Cañón.
Lo demás es historia. Con la camiseta albirroja el Maestro jugó 505 partidos y anotó 146 goles en 14 temporadas, con tres estrellas incluidas, las de 1966, 1971 y 1975. Pero más allá de eso, les abrió definitivamente el camino a los jugadores de la casa, hasta entonces relegados por el gusto de los directivos por el talento extranjero.
Video: Luis Manuel Seijas, ídolo cardenal
El club cayó entonces en una mala racha que marcó varias generaciones. Jugaba como nunca y perdía como siempre. A lo que no renunció, ni es sus peores momentos, fue a la tradición de que los jugadores dejaran el alma en la cancha. La garra del Santafecito mantuvo en sus seguidores la ilusión de que vendrían tiempos mejores y fue el aliciente para aceptar duros golpes como la intromisión del narcotráfico en el fútbol, la compra de partidos y los sobornos a jugadores, tan comunes en los años 80.
Con las vitrinas casi vacías la hinchada cardenal soportó humildemente las burlas y la prepotencia de los rivales adinerados que sumaban campeonatos. Se tuvo que conformar con victorias y celebraciones momentáneas lideradas por ídolos sin trofeos, como Adoldo el Tren Valencia y Léider Preciado, siempre presentes a la hora de las grandes citas de honor.
Columna: La garra del León
Hasta que 2009 apareció un nuevo mesías, Ómar Sebastián Pérez, la piedra angular del proceso con el que Santa Fe recuperó el prestigio y se ganó el respeto de todo el continente conquistando nueve títulos, entre ellos tres Ligas, tres Superligas, una Copa Colombia, la Suruga y la Copa Sudamericana, la primera para un equipo colombiano.
Durante ese período, liderado por el dirigente César Pastrana, en el banquillo se consagraron Wilson Gutiérrez, Gerardo Pelusso y Gustavo Costas, un técnico hecho a la medida del club por su fe, entrega incondicional y recio temperamento. No en vano es, con cinco trofeos, el estratega más exitoso del león.
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Será difícil repetir una era tan productiva, pero los hinchas de la vieja guardia saben cómo afrontar las épocas duras, las de las vacas flacas, las crisis económicas y los malos resultados.
Más difícil lo tendrán los millennials cardenales, acostumbrados a verlo campeón o peleando en lo más alto de la tabla. O ellos, especialmente, habrá que enseñarles que deben estar siempre orgullosos de la historia, tradición y esencia de su equipo más que de los títulos que tiene. Santa Fe hasta la eternidad.
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146 goles convierten al “Maestro” Alfonso Cañón en el máximo artillero en la historia de Santa Fe. Léider Preciado lo escolta, con 115 anotaciones.
9 títulos conquistó el volante argentino Ómar Sebastián Pérez con la camiseta albirroja. Juan D. Roa, Yulián Anchico y Héctor Urrego lograron ocho.
168 partidos dirigió Gabriel Ochoa Uribe entre 1965 y 1968. Alonso “Cachaco” Rodríguez, en diferentes períodos, fue el técnico en 159 compromisos.
2 títulos en cuatro ediciones convierten a las leonas en el club más exitoso de la Liga Femenina. La próxima semana jugará la Copa Libertadores.
505 partidos oficiales disputó Alfonso Cañón, campeón en 1966, 1971 y 1975. Es el mejor futbolista bogotano de todos los tiempos.
Aunque fue el primer campeón del fútbol profesional colombiano, ganar no es una palabra que identifique a Independiente Santa Fe, al menos no frecuentemente durante sus ocho décadas de existencia. En cambio sí aguantar, con carácter e hidalguía, como lo han hecho sus hinchas, siempre orgullosos del equipo más que de los títulos que tiene.
Porque crear un club diferente, especial, fue lo que motivó a varios alumnos del Gimnasio Moderno a fundarlo el 28 de febrero de 1941 en el famoso Café del Rhin, del Pasaje Santa Fe, que desembocaba en el costado occidental de la plazoleta del Rosario, en pleno centro histórico de Bogotá.
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Como un grupo de amigos, encabezados por Gonzalo Rueda Caro y Ernesto Gamboa Álvarez, ganó su primer partido frente al equipo Telégrafos y comenzó su exitoso camino en los torneos de la Asociación Deportiva de Bogotá, la liga aficionada de la época en la que comenzó la rivalidad con Municipal, que después cambió su nombre a Millonarios.
Durante los siguientes años se hizo popular gracias al espectáculo que daba cada fin de semana en la famosa cancha del barrio El Vergel o en las de los colegios San Bartolomé, Nicolás Esguerra, Montessori y Cundinamarca, así como en los potreros en los que ahora es Galerías, en donde los muchachos de la época se reunían a jugar.
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Hasta que el 9 de abril de 1948 el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán desencadenó el Bogotazo y la violencia bipartidista recrudeció. Esa situación obligó al gobierno de Mariano Ospina Pérez a impulsar la creación de la Dimayor y el torneo rentado.
Con ocho clubes se disputó la edición inaugural, en la que Santa Fe debutó empatando 1-1 en Manizales gracias a un autogol de Rodolfo Sarria, del Deportes Caldas. La primera anotación de un jugador cardenal llegó días después, por intermedio de Roberto el Perro Gámez.
Dirigido por el peruano Carlos Carrillo Nalda y con figuras como Julio Chonto Gaviria, Jesús María Lires López, Antonio Julio de la Hoz, Lorenzo Cristo Delli, Gabriel Pineda, Hermenegildo Germán Antón y Hernando Mono Tovar, ganó 12 partidos, empató tres y perdió solamente tres. Marcó 57 goles y permitió 29 para superar al Júnior, que fue subcampeón.
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Vino después la primera gran sequía, con una década sin trofeos en la que, sin embargo, el equipo se arraigó en el corazón de los bogotanos gracias a Los Monaguillos, como se llamaba a los equipos infantiles de Santa Fe, bajo el comando de Jorge el Gringo Peñaranda, mentor, consejero y maestro de las primeras generaciones de futbolistas nacidos en la capital.
Volvieron las maduras con los títulos de 1958 y 1960, de la mano de Julio Tocker, el Filósofo argentino que supo aprovechar a los delanteros José Vicente Grecco, Alberto Orlando Perazzo, Juan José Ferrero Osvaldo el Viejo Panzutto, Miguel Reznik y Héctor Zipa González.
Cañón marcó la historia
El sucesor del Gringo Peñaranda en la cantera cardenal fue Alfonso Sepúlveda. Y su primer gran descubrimiento fue nada menos que Alfonso Cañón. Lo vio en un partido de categoría infantil entre Santa Fe y el equipo del barrio Samper Mendoza, en la cancha que había en donde hoy queda la plaza de Paloquemao y al otro día se fue a buscarlo para vincularlo al club.
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Por un juego completo de uniformes, excepto guayos, Sepúlveda se los llevó a él y a cuatro compañeros más, Jorge Enrique Hernández, el arquero Paco Tavera, un defensa central de apellido Bernal y Enrique Papitas Garzón, el gran socio de infancia de Cañón.
Lo demás es historia. Con la camiseta albirroja el Maestro jugó 505 partidos y anotó 146 goles en 14 temporadas, con tres estrellas incluidas, las de 1966, 1971 y 1975. Pero más allá de eso, les abrió definitivamente el camino a los jugadores de la casa, hasta entonces relegados por el gusto de los directivos por el talento extranjero.
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El club cayó entonces en una mala racha que marcó varias generaciones. Jugaba como nunca y perdía como siempre. A lo que no renunció, ni es sus peores momentos, fue a la tradición de que los jugadores dejaran el alma en la cancha. La garra del Santafecito mantuvo en sus seguidores la ilusión de que vendrían tiempos mejores y fue el aliciente para aceptar duros golpes como la intromisión del narcotráfico en el fútbol, la compra de partidos y los sobornos a jugadores, tan comunes en los años 80.
Con las vitrinas casi vacías la hinchada cardenal soportó humildemente las burlas y la prepotencia de los rivales adinerados que sumaban campeonatos. Se tuvo que conformar con victorias y celebraciones momentáneas lideradas por ídolos sin trofeos, como Adoldo el Tren Valencia y Léider Preciado, siempre presentes a la hora de las grandes citas de honor.
Columna: La garra del León
Hasta que 2009 apareció un nuevo mesías, Ómar Sebastián Pérez, la piedra angular del proceso con el que Santa Fe recuperó el prestigio y se ganó el respeto de todo el continente conquistando nueve títulos, entre ellos tres Ligas, tres Superligas, una Copa Colombia, la Suruga y la Copa Sudamericana, la primera para un equipo colombiano.
Durante ese período, liderado por el dirigente César Pastrana, en el banquillo se consagraron Wilson Gutiérrez, Gerardo Pelusso y Gustavo Costas, un técnico hecho a la medida del club por su fe, entrega incondicional y recio temperamento. No en vano es, con cinco trofeos, el estratega más exitoso del león.
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Será difícil repetir una era tan productiva, pero los hinchas de la vieja guardia saben cómo afrontar las épocas duras, las de las vacas flacas, las crisis económicas y los malos resultados.
Más difícil lo tendrán los millennials cardenales, acostumbrados a verlo campeón o peleando en lo más alto de la tabla. O ellos, especialmente, habrá que enseñarles que deben estar siempre orgullosos de la historia, tradición y esencia de su equipo más que de los títulos que tiene. Santa Fe hasta la eternidad.
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146 goles convierten al “Maestro” Alfonso Cañón en el máximo artillero en la historia de Santa Fe. Léider Preciado lo escolta, con 115 anotaciones.
9 títulos conquistó el volante argentino Ómar Sebastián Pérez con la camiseta albirroja. Juan D. Roa, Yulián Anchico y Héctor Urrego lograron ocho.
168 partidos dirigió Gabriel Ochoa Uribe entre 1965 y 1968. Alonso “Cachaco” Rodríguez, en diferentes períodos, fue el técnico en 159 compromisos.
2 títulos en cuatro ediciones convierten a las leonas en el club más exitoso de la Liga Femenina. La próxima semana jugará la Copa Libertadores.
505 partidos oficiales disputó Alfonso Cañón, campeón en 1966, 1971 y 1975. Es el mejor futbolista bogotano de todos los tiempos.