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Llegó el gran día. Ese con el que soñaron desde niñas y por el que lucharon durante muchos años. Las jugadoras de Independiente Santa Fe y Atlético Huila disputaban la final de la primera Liga Femenina de Fútbol en Colombia, como lo hicieron los hombres 69 años antes.
Aunque las leonas eran favoritas, pues llegaban con la victoria 2-1 en el juego de ida, no había nada escrito. Eso sí, parecía imposible que se dejaran quitar de las manos un triunfo para el que habían hecho muchos méritos. Las dirigidas por Agustín Julio llegaban al duelo final con un saldo de 14 triunfos y apenas un empate.
Y a medida que el bus cardenal se acercaba a El Campín, la tensión crecía. Como pocas veces, los alrededores del escenario estaban vestidos de rojo, pues miles de hinchas llegaron desde temprano para disfrutar el histórico acontecimiento.
Familiares y amigos de las jugadoras les hicieron una calle de honor a su ingreso, mientras coreaban sin cesar: “Vamos, las leonas”.
El ambiente en el camerino era espectacular. Las paredes estaban adornadas con frases de motivación: “Vamos, campeonas”, “Sólo sirve ganar”, “Solidaridad” y “Pasar la línea del balón”.
En cada casillero, impecablemente acomodados, estaban los uniformes de cada jugadora. A algunas, como Lady Andrade, sus familiares las acompañaron hasta allí y les dieron la bendición antes de subir a un lugar especial en la tribuna que la logística del club bogotano acondicionó.
A pesar de la tensión, el camerino era una locura. Las leonas no quisieron perder la alegría que las caracterizó durante el torneo y pusieron música a todo volumen, mientras su preparador físico, el utilero, la jefa de prensa y las médicas entraban y salían para ajustar los detalles finales.
Las jugadoras recibieron la visita de algunos directivos del club y de Gerardo Bedoya, un ídolo que ahora trabaja con las divisiones menores.
Comenzaron a cambiarse para salir a reconocer el terreno de juego. Entre tanto trajín, la delantera venezolana Oriana Altuve recibió la portada del sábado de El Espectador, en la que ella era la protagonista. Muy emocionada, le pidió a su compañera Lisseth Moreno que le tomara una foto para enviársela a su familia.
Casi una hora antes del pitazo inicial, las leonas saltaron a la cancha y la gente enloqueció. Ellas, sorprendidas por el apoyo, corrieron por todo el campo y grabaron con sus celulares el gran momento que estaban viviendo.
Al regresar al camerino vieron un video que les tenían preparado. Sus familias les habían enviado un mensaje de aliento y motivación, que hizo que la mayoría no pudiera contener las lágrimas.
No podían creer que estaban a punto de cumplir su gran sueño, ese que se propusieron hace casi seis meses en el hotel Factory Inn, en la vía a Cota, donde se concentraron para el torneo, cuando su técnico era Germán Morales, el mismo de Future Soccer, la base de este campeón.
Los encargados de la logística acomodaron los trofeos en la boca del túnel de acceso y la gente comenzó a cantar: “Volveremos, volveremos, volveremos otra vez, volveremos a ser campeones, como la primera vez”. Con ese canto, la barra cardenal llamaba a sus jugadoras.
Apenas salieron al campo, El Campín se volvió un carnaval. La pólvora adornó el cielo, y los flashes, las tribunas. Claro, los nervios también invadieron a las leonas, que dejaron escapar algunas lágrimas durante los himnos.
La capitana, Liana Salazar, cantó con los ojos cerrados y en la estrofa final susurró Santa Fe, mientras cogía con mucha fuerza el escudo de su camisa. La trinitaria Kimika Forbes, arquera, sólo miraba al cielo, como pidiendo ayuda divina, mientras que Oriana Altuve y Leicy Santos exhibían una risa nerviosa.
El juego arrancó y poco a poco Santa Fe se fue adueñando del balón. En la primera parte, la arquera costarricense del Huila, Daniela Solera, fue la gran figura.
A pesar del frío que hacía en la capital, el público seguía animado. Aún más después de que Leicy Santos abriera el marcador en el minuto 71. El Campín comenzó a temblar por los brincos que daban los 33.057 espectadores que asistieron a una nueva cita con la historia cardenal. La pólvora volvió.
Faltando dos minutos para el final, los hinchas prendieron las linternas de sus celulares y entonaron nuevamente el “Volveremos, volveremos...”.
Sonó el pito y Santa Fe se convirtió oficialmente en el primer campeón de la Liga Femenina. Las niñas habían repetido la hazaña de los hombres en 1948.
En la cancha comenzó la celebración, en la que participó hasta Monaguillo, el fiel amigo y mascota cardenal.
Minutos después, ante la mirada de miles de familias emocionadas, las leonas pasaron a recibir sus medallas y a levantar el trofeo por el que tanto habían luchado.
A un costado de la cancha estaban acurrucadas las jugadoras del Huila. Llorando, cabizbajas, se tapaban para que nadie las viera. Su entrenador, Douglas Calderón, las alentaba y las felicitaba por la gran campaña que habían hecho. Tristes, entraron luego al camerino, mientras que su capitana, Carolina Pineda, en medio de los aplausos de la afición cardenal, recibía el premio del segundo lugar.
Las leonas, desatadas en su celebración, bañaron en cerveza al presidente Pastrana, a Agustín Julio y a John Carlos Ramírez, presidente de Future Soccer. Luego fueron a la tribuna occidental norte a buscar a sus familiares. Querían compartir con ellos esta gran proeza. La mamá de la costarricense Carol Sánchez bajó corriendo a buscarla, mientras que los padres de Leicy, con un sombrero vueltiao en mano, trataban de ubicarla.
Luego, las campeonas comenzaron a posar una a una con el trofeo, mientras la afición albirroja no paraba de aplaudirlas y reconocer su hazaña.
Las leonas, quienes hace poco más de un año todavía eran un equipo aficionado, comenzaron a escribir su historia gloriosa en el balompié nacional y, como los leones hace 69 años, tendrán el honor de ser por siempre el primer campeón.