Se cumplen 20 años de la consagración de Once Caldas en la Copa Libertadores
Manizales fue testigo, hace dos décadas, de una de las gestas más importantes del fútbol colombiano. Luis Fernando Montoya, artífice de esa victoria, nos contó los detalles.
Daniel Bello
En un día como hoy, pero de hace 20 años, Once Caldas demostró que se vale soñar y se consagró campeón de la Copa Libertadores 2004. Lo hizo frente a su gente y ante Boca Juniors, que por aquel entonces era por escándalo el mejor equipo del continente. En la ida no hubo goles, pero en la vuelta cayeron. Jhon Viáfara anotó para los de Caldas y Nicolás Burdisso equilibró el marcador para el club argentino. La historia se definió en los penaltis, en los que Juan Carlos Henao se vistió de héroe.
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En un día como hoy, pero de hace 20 años, Once Caldas demostró que se vale soñar y se consagró campeón de la Copa Libertadores 2004. Lo hizo frente a su gente y ante Boca Juniors, que por aquel entonces era por escándalo el mejor equipo del continente. En la ida no hubo goles, pero en la vuelta cayeron. Jhon Viáfara anotó para los de Caldas y Nicolás Burdisso equilibró el marcador para el club argentino. La historia se definió en los penaltis, en los que Juan Carlos Henao se vistió de héroe.
“Todo empezó porque la idea era que el equipo se mostrara internacionalmente. Antes nunca había ganado o logrado un empate en Copa Libertadores”, recuerda Luis Fernando Montoya, el técnico que logró una de las hazañas más importantes del fútbol colombiano. El estratega antioqueño contó en entrevista con El Espectador que en ese entonces era consciente de que su nómina no contaba con los mejores jugadores de Colombia, mucho menos del continente, pero que con disciplina podía aspirar a grandes cosas.
La gloria empezó a gestarse en 2003, un año antes de la consagración continental, cuando Montoya llegó a Manizales para tomar las riendas del equipo. La base estaba conformada por el portero Henao, los volantes Elkin Soto o Arnulfo Valentierra y arriba Sergio Galván Rey. “El resto eran muchachos de entrega, entusiasmo y mucha alegría, pero les faltaba en la parte técnica”. Montó un esquema para pelear a nivel nacional y se dieron los resultados. Once Caldas ganó su segunda estrella en el apertura de 2003 y así obtuvo su tiquete a la Copa Libertadores 2004.
Antes de encarar el certamen continental los jugadores le pidieron al profe que no pidiera premio doble y él aceptó con la condición de que ellos iban a seguir sus reglas al pie de la letra.
Disciplina y profesionalismo
Montoya como entrenador fue muy estricto. Un día, tras un partido importante, les dijo a sus dirigidos “muchachos, van a sus casas, cogen los implementos de aseo y nos concentramos. Cuadro el bus al frente del estadio y las 7:30 a.m. salgo”. Sus jugadores renegaron y al momento de partir había unos siete u ocho jugadores que llegaron a tiempo. Carlos Valencia, su asistente técnico, y Juan Carlos Ángel, preparador físico, le pidieron que reconsiderara pero el DT solo dijo “arranquen, nos vamos”.
Cuando bajaban de Manizales un grupo de cuatro o cinco taxis los seguían y les pitaban para llamarles la atención. “Me hace el favor y no les para, hágalo más abajo para que tengan que pagarle más al taxista”. Montoya era firme con sus convicciones e insistió en inculcarle la disciplina al plantel. “El fútbol es una profesión y uno tiene que respetarla”.
La importancia de la parte humana
A la hora de administrar un vestuario que, por nombres, es menos favorito que su rival, Montoya considera que lo principal es que el jugador tenga el convencimiento de qué es capaz, ya que si tiene miedo seguro que va a perder. Pero la disciplina no lo es todo. No se puede olvidar que el futbolista es un ser humano y que a veces el resultado depende de su estado de ánimo.
Recuerda que en el camino rumbo a la final de la Libertadores, en plena concentración, sonó un celular, algo que no podía ocurrir ya que él los tenía prohibidos antes de la comida. Se acercó a su jugador y este le dijo que estaba muy preocupado por su hija, que estaba muy enferma de fiebre. Le dijo al médico del equipo que se fuera con el futbolista a su casa para estabilizar a la niña. Se fueron, la atendieron y como a las 11:00 p.m. volvieron. “Al otro día el jugador me preguntó ‘¿Profe, usted me va a sacar de la titular? y yo le dije que no”. Ese futbolista era Herly Alcázar, que en el siguiente partido, la vuelta de la semifinal ante São Paulo, abrió el marcador y celebró con el entrenador antioqueño.
Antes de enfrentar a Boca Juniors en la final, Montoya les pidió a sus dirigidos que protegieran el empate en La Bombonera porque estaba seguro de que en Manizales lo podían dar vuelta y ganar. También les dijo lo siguiente: “Si ustedes quieren salir y que la gente los admire, tienen que ganarle a un grande. No lo hagan por mí ni por los directivos o la afición, háganlo por sus familias, por sus hijos, para que digan en la escuela ‘mi papá le ganó al Boca’”.
“Uno tiene que entender al ser humano”, subraya Montoya, quien recuerda que a sus dirigidos les preguntaba con regularidad cómo estaban las cosas en el hogar, la relación con sus esposas, los hijos o si les estaban pagando a tiempo. Era consciente de que, así como él exigía, también tenía que dar. Por su cercanía varios de sus dirigidos, dos décadas después, siguen pendiente sde su día a día. Juan Carlos Henao, héroe en los penaltis de la final contra Boca, lo llama cada semana. Con Samuel Vanegas, Jefrey Díaz y Jorge Agudelo también mantienen una comunicación constante.
“Para muchos es una odisea. Que un equipo que no tiene alto rendimiento ni los mejores jugadores del país salga campeón de una Copa Libertadores es algo que no se lo cree uno. Mire que si se puede cuando el jugador se compromete. No es solamente el cómo jugaste de bien, también es la parte humana, eso es una forma de tocarle el corazón al deportista”, concluye el profe.
El sentido de pertenencia
En ese Once Caldas hubo cuatro jóvenes a los que Montoya les dio la confianza. Fueron Dayro Moreno, Javier Araújo, Edwin Móvil y Alexis Henríquez. Este último, le contó a este diario que en esa época “había jugadores que duraron mucho tiempo en el club, que se conocían, y había gente dentro del club que quería hacer historia. Se veía que querían hacer cosas diferentes y armaron un proyecto para llegar a ese momento”.
Henríquez también subrayó el sentido de pertenencia que había en ese Once Caldas. Él, por ejemplo, llegó al equipo manizaleño a los 17 años, en el 2000. “Yo en Santa Marta le hacía fuerza al Unión, pero no era hincha. Cuando llegué a Once Caldas sentí el cariño por la ciudad, la gente, el equipo y me volví hincha”.
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