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Tatiana Ariza y su gemela, Natalia, hacen parte de la generación de futbolistas que, con las uñas, le abrió camino a la selección femenina de Colombia a la élite mundial. Pero la ilusión de representar al país se fue opacando. Explica que, en cuanto al deseo y los sueños, hacer parte del equipo nacional sí fue lo que se imaginaba de niña, pero recalca que en cuanto al apoyo y el trato todavía falta.
“En Colombia tenemos talento, pero al ver las condiciones y opciones que tenemos como jugadoras ha sido difícil salir adelante. Cuando estuve en la selección eran muy pocas las becas que daban, nos las fuimos ganando por lucha, por disciplina, por talento. Ver que ahora hay un cambio y se abren las puertas es alentador. Falta mucho camino por recorrer y puertas por abrir para que el fútbol femenino sea mejor”, dice desde Estados Unidos, donde se graduó de Negocios Internacionales en la Universidad de Austin Peay.
Y todo porque las irregularidades comenzaron a tomar protagonismo. “Fui testigo de jugadoras que iban como invitadas y tenían que pagar sus cosas para poder ser tenidas en cuenta”, cuenta Tatiana. Añade que, en cuanto a los uniformes, al inicio se los entregaban nuevos, pero después de los cuatro o cinco ciclos que hacían de pretemporada se desgastaban, se rompían. De hecho, nunca se los cambiaban, al contrario, se excusaban argumentando que eso era lo único que había.
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“Cuando empecé, en la Sub 17, teníamos viáticos, aunque el pago era mínimo había cierto apoyo. Hace dos años, después de conseguir títulos y otras cosas todo se redujo. Y entonces empezó salir esa frase: ‘si quieren venir a la selección tiene que ser por amor’. Esa fue una de las razones por la que no volví”, asegura Tatiana, quien duró en el equipo nacional ocho años.
En la última concentración Ariza ya estaba viviendo en Estados Unidos y, aunque tuvo contacto con el técnico Nelson Abadía, la falta de interés por parte y parte, y la cuestión de tiquetes aéreos jugaron un factor determinante. Según ella ya habían reducido los viáticos y por eso prefirió quedarse, pues no podía dejar sus responsabilidades para recibir nada a cambio.
También hizo referencia a las concentraciones. Cuenta que después de disputar los Juegos Olímpicos de Londres, en 2012, la selección duró más de 700 días sin realizar ningún entrenamiento, mientras que, tras las justas de Río, en 2016, pasaron 400 días sin hacer alguna práctica. Dice que nunca han tenido contacto directo con la Federación, que su canal de comunicación fueron los entrenadores y que, muy de vez en cuando, los delegados que iban con ellas a los torneos las escuchaban.
“Siempre mostrábamos nuestras inquietudes, siempre les dijimos que merecíamos tallas de mujeres para nuestros uniformes. Yo soy muy pequeña y flaquita y la ropa me quedaba grande. Me tocaba darles las camisas a mis papás o a mis primos”.
Luego de que Melissa Ortiz e Isabella Echeverri emprendieran una campaña en redes sociales, varias futbolistas de unieron para denunciar las irregularidades. Tatiana cuenta que Acolfutpro las ha apoyado, les ha brindado el respaldo y el asesoramiento necesario. Señala que ella también tuvo miedo de denunciar, sobre todo por las retaliaciones, pero que ahora, sin nada que perder, hace una invitación para que otras jugadoras lo hagan. “Las niñas que de pronto han vivido, tenido o experimentado estas irregularidades deben estar pensando para hablar, por eso apoyo a mis compañeras. Mi invitación es que, luego de callar por varios años, es hora de un cambio para que las cosas mejoren. Lo hacemos, más que todo, por las generaciones futuras, para que la gente se dé cuenta que hay mucho talento en Colombia, pero que tiene que ser mejor explotado y tiene que ser apoyado”.
La historia de las gemelas maravilla de la selección se remonta hace 43 años, cuando sus padres, Yolima Díaz y Luis Fernando Ariza, se conocieron en el barrio La Soledad, de Bogotá. Luis Fernando llevaba en sus venas el amor y la pasión por este deporte, que practicaba todos los domingos con sus amigos, y por eso quería tener un hijo para que fuera lo que él nunca pudo ser: futbolista profesional.
Sin embargo, dos años después de casarse, nació Andrea, su primera hija. Y aunque el sueño se fue diluyendo, cinco años después, en el segundo embarazo de Yolima, su ilusión regresó. El bebé pateaba muy fuerte el vientre de Yolima, lo que llevó a pensar a Luis Fernando que por fin su futbolista venía en camino. La gran sorpresa llegó con la noticia de que serían dos niñas.
Luis Fernando se empeñó en que sus hijas se convirtieran en futbolistas. Las llevaba al parque de Los Molinos, ubicado en la calle 106 con carrera 15, para entrenarlas y enseñarles los movimientos tácticos. Al poco tiempo, Andrea, Tatiana y Natalia cambiaron las muñecas por el balón.
La llegada de Tatiana a la selección de Bogotá se truncó por un pequeño problema cardíaco que sufría. En 2007 la operaron de un soplo en el corazón, lo que la alejó tres meses de las canchas. Su regreso se dio junto a Natalia en la Liga de Cundinamarca, disputando ese año los zonales para los Juegos Nacionales de 2008, y, debido a su gran actuación, obtuvieron un pase para conformar la selección de Colombia Sub 17, encabezada en ese entonces por Pedro Rodríguez.
En ese torneo, el Suramericano de Chile, Tatiana fue la goleadora con seis tantos y ayudó para obtener el tiquete al Mundial de Nueva Zelanda. Un inicio perfecto para la bogotana. También hizo parte de la nómina que disputaron el Suramericano Sub 20 de 2008, los Juegos Bolivarianos de 2009, el Mundial de Alemania Sub 20 de 2010, el Suramericano Sub 20 de 2010, el Mundial de Alemania de 2011, los Juegos Panamericanos de 2011, los Olímpicos de Londres 2012 y los de Río, en 2016, el Mundial de Canadá 2015 y las Copas América de 2010 y 2014. Toda una vida dedicada a la selección, a su país.
Uno de los momentos más difíciles de su carrera se dio en la convocatoria para el Mundial de 2011. El técnico Ricardo Rozo, por decisión técnica, decidió dejar fuera a Natalia, su gemela maravilla. “Fue un respaldo estar con mi hermana, que las dos jugáramos, que nos gustara y que tuviéramos talento. Al principio las dos estuvimos en la selección, pero luego ella dejó de hacer parte de algunos procesos. Eso fue difícil para mí y para mi familia”, concluye Tatiana, quien desde que inició su carrera lleva el 15 en la espada.