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Ese día todo era angustia, nervios y emoción. América de Cali llevaba cinco años en el infierno de la segunda división, impensado para un club con su historia, y tenía, una vez más, la oportunidad de abandonarlo. El 27 de noviembre de 2016 recibía al Deportes Quindío en el estadio Pascual Guerrero. Estaba colmado hasta donde pudo (la tribuna sur se encontraba suspendida). Hinchas de todas partes de Colombia llegaron hasta Cali para presenciar uno de los partidos que quedará en su memoria siempre.
Gol del “Tecla” Farías en el arco sur. Con su pecho paró un centro y remató. La red se infló y ese, dicen muchos aficionados escarlatas, es el tanto que más han gritado. El empate parcial del Quindío sembró la duda, la desesperación, el recuerdo de cuando el ascenso fue esquivo para el cuadro rojo. Sin embargo, una nueva alegría inundaría los corazones escarlatas. Cristian Martínez Borja cambió un penal por anotación y sentenció el 2-1. Júbilo. Wilmar Roldán pitó el final y la sensación del trece veces campeón fue quitarse la mochila más pesada de su existencia. (Yo estuve en el ascenso del América)
El entrenador Hernán Torres, el arquero Carlos Bejarano, los defensores Juan Camilo Angulo, Iván Vélez, Efraín Cortés, Diego Herner; los volantes Camilo Amaya, Jhonny Mosquera, Brayan Angulo, Steven Lucumí; los delanteros Farías y Borja, y toda esa nómina, quedarán en los libros del elenco rojo como quienes le devolvieron el aire a una institución que sintió el ahogo el 17 de diciembre de 2011 y de nuevo el aire, hace exactamente un año. La cabeza del proyecto, Tulio Gómez, el tendero que, como miles de americanos, no pudo contener las lágrimas ese día.