Vergonzoso y violento fin de semana en el fútbol colombiano: ¿nadie responde?
Ni el clásico paisa ni el partido entre Cali y Junior se pudieron terminar por incidentes ocurridos en las gradas.
El problema no termina y, lo que es peor, está lejos de acabar. La pregunta ya es repetitiva y, sin embargo, no deja de estar vigente: ¿quién responde por la violencia en los estadios del fútbol profesional colombiano?
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El problema no termina y, lo que es peor, está lejos de acabar. La pregunta ya es repetitiva y, sin embargo, no deja de estar vigente: ¿quién responde por la violencia en los estadios del fútbol profesional colombiano?
Este fin de semana, en la penúltima fecha de los cuadrangulares de la Liga BetPlay, los desmanes y los actos violentos fueron los principales protagonistas de la jornada, que tuvo dos hechos vergonzosos que se llevaron la atención por encima del juego.
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El primero ocurrió en Palmira, en el Estadio Deportivo Cali, y el segundo en Envigado, el Estadio Polideportivo Sur. En ambos, los partidos tuvieron que suspenderse luego de que en las gradas las aficiones se descontrolaron y amenazaron con hacerles daño a los protagonistas del juego. En un escenario, el del Valle, los hinchas entraron a la cancha. En el otro, no. Sin embargo, en los dos los partidos tuvieron que acabarse antes de tiempo por falta de garantías.
Pasa una y otra vez. No obstante, los violentos parecen ser intocables ante la ley. Desde hace años, la violencia se acumula en las canchas del fútbol colombiano, pero pocos son los resultados para contrarrestar estos actos.
Hace poco, en el primer semestre de este año, Nacional ya se había visto involucrado en un incidente mucho peor, cuando los hinchas, previo a un partido con América de Cali, desataron el caos en el Atanasio Girardot en señal de protestas contra la dirigencia. El compromiso ni siquiera se pudo disputar y el hecho abrió el debate sobre la seguridad en los escenarios deportivos.
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Daniel Quintero, entonces alcalde de Medellín, amenazó a Atlético Nacional con no volver a prestarles el estadio ante la falta de respuesta de los clubes (es decir, la Dimayor) para afrontar la violencia en los torneos locales. Sin embargo, el tiempo pasó, no se tomó ningún tipo de medidas y, otra vez, volvieron a desatarse los desmanes en los estadios.
El ciclo, de hecho, se repite en bucle. Hace poco más de un año en Tuluá, los hinchas de Deportivo Cali invadieron la cancha en una jornada gris que pudo terminar en una verdadera tragedia. Los barristas buscaron hacerle daño directamente a los jugadores y al cuerpo técnico, sin embargo, la situación no pasó a mayores.
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El sábado, la historia se repitió. Igual a lo que pasó con Nacional, este fin de semana se revivió el ciclo y los hinchas de Cali obligaron a la finalización temprana del partido que Junior ganaba 2-0. A diferencia de lo que pasó en Envigado, donde los hinchas se alborotaron por la tremenda paliza del DIM, en Palmira el escándalo estalló por las decisiones del árbitro del compromiso.
Seguramente, a los dos les vendrán dos sanciones fuertes que involucrarán, además del costo económico, la imposibilidad de contar con público en sus plazas. Castigos que ya se ven insuficientes para tratar un problema endémico del fútbol nacional.
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Dimayor, lejos de tomar partido, en la situación, no reprochó públicamente la violencia del fin de semana. Apenas, anunció la suspensión de los juegos por falta de garantías, obviando las responsabilidades de un contexto social que está desbordado.
La duda sigue sin ser cuándo parará la violencia en el fútbol, sino, más bien, cuando será el siguiente episodio. Esperando que no sea un escenario de tragedia en un contexto que, cada vez, está más naturalizado.
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