Violencia en el fútbol colombiano, ¿pesadilla sin fin?

Tristemente, Colombia es un país en el que la violencia “se volvió paisaje”. En los hogares, en las calles, en las grandes ciudades, en las regiones apartadas, en los medios de comunicación. De vez en cuando se presenta un hecho que causa indignación general y toca fibras: el asesinato de un menor de edad, la agresión a una mujer, o una batalla campal en el estadio, como ocurrió en la noche del jueves en el “Atanasio Girardot” de Medellín, entre hinchas de Atlético Nacional y de Atlético Junior.

Tristemente, Colombia es un país en el que la violencia “se volvió paisaje”. En los hogares, en las calles, en las grandes ciudades, en las regiones apartadas, en los medios de comunicación. De vez en cuando se presenta un hecho que causa indignación general y toca fibras: el asesinato de un menor de edad, la agresión a una mujer, o una batalla campal en el estadio, como ocurrió en la noche del jueves en el “Atanasio Girardot” de Medellín, entre hinchas de Atlético Nacional y de Atlético Junior.

“Nunca más”, “tocamos fondo”, o “esto tiene que cambiar”, son las expresiones que se multiplican de inmediato en las redes sociales, los artículos de prensa y los programas de radio y televisión. Entonces, se hacen evaluaciones, análisis y diagnósticos del problema. Tras un par de semanas de polémicas, discusiones, opiniones y miles de propuestas, la marea baja y la sociedad olvida el tema. Lamentablemente, volvemos a la violenta normalidad.

Nos pasó con la pandemia, que cambió algunos aspectos de la vida, pero no nos hizo mejores personas, como creíamos que iba a ser. Nos pasa cuando sufrimos una pérdida grande o un problema de salud y prometemos cambiar, pero no lo hacemos.

¿Cómo acabaron en Inglaterra con la violencia en los estadios?

En Inglaterra, Italia, Argentina y Brasil, especialmente, el fenómeno de la violencia en los estadios de fútbol tuvo su auge en los años 80, cuando los “hooligans” y los “barras bravas” se apoderaron del deporte. No sirvieron los diálogos ni las negociaciones. El gran remedio estuvo en las decisiones drásticas que tomaron los gobiernos para desterrar a los delincuentes de los estadios.

En 1989, en el Reino Unido se implementó un paquete de medidas y recomendaciones, elaboradas por un grupo de expertos en seguridad, a partir de una investigación judicial ordenada por la primera ministra Margaret Thatcher, de varios incidentes entre hinchas que les ocasionaron la muerte a decenas de personas entre 1980 y 1988.

La gota que rebosó la copa fue la llamada “tragedia de Hillsborough”, el 15 de abril de 1989, durante la semifinal de la FA Cup entre Liverpool FC y Nottingham Forest, cuando 96 aficionados murieron, aplastados contra las vallas de seguridad, por una avalancha humana.

Con la ayuda de dirigentes políticos las sugerencias se convirtieron en leyes, y los directivos de los clubes de primera y segunda divisiones asumieron compromisos para implementarlas, con la ayuda financiera del Estado. En poco tiempo se redujo al vandalismo y aumentó la seguridad en los estadios británicos. Ese fue el punto de partida para la creación, en 1992, de la Premier League.

Las medidas que tomaron en Inglaterra contra la violencia en los estadios

Entre otras cosas, se remodelaron los escenarios y se acondicionaron sillas en todas las tribunas, pues había algunas en las que se podía permanecer de pie; se eliminaron las vallas de seguridad alambradas, se restringió la venta de bebidas alcohólicas, se mejoraron los accesos a los estadios y las rutas de evacuación en caso de emergencia; se priorizó la venta de abonos de temporada, se incrementó el costo de las boletas, y se instalaron cámaras de video que permitían la identificación de todas las personas.

A los equipos, que tenían registros básicos de sus seguidores, se les exigió “vincularlos”, a algunos como socios y a los demás como hinchas oficiales, básicamente para conocerlos y saber quiénes eran.

Sin embargo, el cambio más importante fue la aprobación de castigos ejemplares para quienes protagonizaran hechos violentos. Se pasó de multas y llamados de atención, con sanciones laborales incluidas, a severas penas de prisión para quienes estuvieran involucrados en riñas o actos violentos, sin importar su edad, su sexo o su condición social. A los clubes que acolitaran malas prácticas los amenazaron con el descenso de categoría.

A las autoridades de Policía y miembros de seguridad privada que asistían a los eventos, se les otorgaron facultades extraordinarias para actuar, eso sí, bajo manuales de buena conducta y respeto por los Derechos Humanos, pero con mayor campo de acción.

En Brasil y Argentina ocurrió algo similar, y el hecho que más repercutió fue la prohibición de barras visitantes en los partidos, que no solamente acabó con los incidentes en las ciudades, sino también en las carreteras.

Evidentemente, la sociedad inglesa y las culturas deportivas en el sur del continente son muy diferentes a la nuestra, más marcada por la violencia en el día a día.

En Colombia habíamos mejorado, pero volvimos al pasado

Sin embargo, en las últimas décadas, algunas de esas medidas se han copiado en Colombia, aunque no las más radicales. Para el Mundial Sub-20 de 2011 se remodelaron los estadios de las principales ciudades y se quitaron las vallas que separaban las canchas de las tribunas. El impacto se vio a largo plazo, pues los espectadores se acostumbraron a respetar los espacios y a no ingresar a los campos de juego.

Durante varios años se trabajó en el enrolamiento, la carnetización y la identificación biométrica de los aficionados, iniciativa que no se ha concretado por falta de recursos económicos y logísticos, a pesar de estar legislada y decretada desde 2022. Al comienzo se les cobraba a los hinchas el registro y pocos lo hicieron, y a medida que se hizo complicado implementar la tecnología en los escenarios, dejaron de hacerlo.

Lo que sí funcionó fue la creación de la Comisión Nacional de Seguridad, Comodidad y Convivencia en el Fútbol, y sus seccionales. Fue una estrategia liderada por el entonces Coldeportes, las alcaldías y las gobernaciones, para promover la paz en los estadios en los que se juega fútbol profesional. Gracias a su trabajo se logró frenar durante algún tiempo el creciente número de incidentes entre barras organizadas, y se promovió la tolerancia entre ellas.

“No deberíamos permitir el ingreso de barras visitantes a los estadios”, Carlos González Puche

“Hay que reconocer que los Ministerios del Deporte y del Interior se han preocupado por el tema y han trabajado para erradicar la violencia de los estadios, pero lo que han hecho no ha sido suficiente. ¿Cómo puede ingresar gente a los estadios con armas cortopunzantes y pistolas, y cómo es posible que todavía no se haga identificación plena de las personas que entran a fútbol? No deberíamos permitir el ingreso de barras visitantes a los estadios”, aseguró Carlos González Puche, director ejecutivo de la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales (Acolfutpro).

Esa es una buena idea, pero no la única solución, pues en las últimas semanas no se han presentado solamente enfrentamientos entre hinchadas, sino agresiones de barras a los jugadores de sus propios clubes y a medios de comunicación. Seguidores del Deportivo Cali invadieron la cancha del estadio Palogrande en Manizales y en el de Palmaseca; otros, del Junior, causaron desmanes en las afueras del Metropolitano y dañaron los autos de algunos futbolistas, y en Ibagué un hincha fue apuñalado en una riña con sus compañeros de barra.

“Este tipo de episodios claramente alejan a los hinchas de los estadios. Está claro que debemos tomar medidas más drásticas. Lo importante es identificar a las personas que protagonizan estos hechos, judicializarlas, y que les caiga todo el peso de la ley. Hemos hecho un trabajo didáctico, conciliador, pero hay que hacer una autocrítica, porque no está funcionando. Hay que ser más rigurosos desde los puntos de vista logístico, de seguridad y de la responsabilidad de cada uno de los actores del espectáculo. Esto va a terminar en que la gente no quiera ir más al estadio, y nosotros vivimos del acompañamiento de los hinchas, de los verdaderos hinchas, porque estos otros son vándalos que van a fútbol a descargar sus frustraciones. Medidas deportivas (como multas y sanciones a los clubes) siempre se han tomado, pero está claro que no es la solución”, explicó el presidente de la División Mayor del Fútbol Colombiano, Fernando Jaramillo.

El vocero de la entidad rectora del balompié profesional anunció que será la Comisión Disciplinaria de la Liga BetPlay la que determinará las sanciones a los responsables del incidente del jueves en Medellín, y advirtió que habrá que seguir ajustando detalles entre las autoridades y los clubes, porque “los estadios son de las alcaldías, que muchas veces no tienen presupuestos para implementar la tecnología que necesitamos, y los clubes no van a invertir en un bien que no es suyo, porque lo que hacen es tomarlo en arriendo”.

De acuerdo con un informe de la Universidad Central, en los últimos 15 años se han registrado 166 muertes violentas directamente vinculadas a riñas o conflictos entre hinchas, casi una al mes, más allá de que para cada jornada de Liga, la Policía Nacional destina entre 7.000 y 10.000 efectivos para la seguridad en los estadios, en los alrededores y hasta en las carreteras. Casi 100 mil hinchas de todo el país pertenecen a alguna barra organizada, y buena parte de ellos no tienen trabajo, pero “viven” del fútbol, de las actividades que hacen para recolectar dinero y viajar por todo el país detrás de su equipo.

El sociólogo Elmer Páez advierte que “este fenómeno se manifiesta más en el fútbol, pero no es ajeno a la realidad de un país violento en todos sus ámbitos, en la política, en la farándula, en todo. Somos agresivos y la rivalidad que hay en los estadios es un pretexto perfecto para actuar como no se debe, para desahogarse”.

Federico Gutiérrez: “En Medellín no admitiremos hinchas visitantes hasta finales de 2025″

Mientras en las grandes ligas del mundo la violencia en las tribunas parece un tema superado, en Colombia no hemos encontrado el camino. Está claro hace rato, se ratificó en la final de la Copa América, cuando un número considerable de compatriotas protagonizaron hechos bochornosos e ilegales. Hay estadios, como El Campín, en los que en la tribuna de preferencia, la más cara, los hinchas pasan puestos por puesto revisando que no haya seguidores del equipo rival infiltrados. Ojalá no tengamos que sufrir una tragedia de grandes proporciones para tomar medidas ejemplarizantes.

Mientras los encargados de hacerlo discuten, una posibilidad sería decretar de inmediato la prohibición del ingreso de las barras visitantes, como lo anunció ayer el alcalde de Medellín Federico Gutiérrez, lo que, en la práctica, es una medida que ha demostrado ser efectiva porque evita encuentros entre aficiones rivales, y previene provocaciones. La implementación de tecnología, que sería una gran herramienta, seguramente tomará más tiempo por sus elevados costos, pero debería ser prioritaria también para los dueños del espectáculo. “El fútbol es un negocio y todas las decisiones que se toman, como las de los calendarios ajustados y demás, tiene que ver con eso, con el billete”, agregó Carlos González Puche.

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