Voces desde el tablón: retrato de las barras en Colombia
Barristas de algunos equipos del fútbol nacional explican los vínculos con sus equipos y el funcionamiento de sus organizaciones.
Andrés Osorio Guillott
Vale la pena empezar con una cita del artículo “Las barras bravas: un acercamiento sociológico a un fenómeno urbano”, escrito por Germán Gómez: “El abordaje del fenómeno por parte de los medios masivos de comunicación se da desde la inmediatez que los formatos noticiosos televisivos exigen. El abordaje del fenómeno en la radio adquiere mayor profundidad en la medida en que se permite, dada la relativa flexibilidad frente al formato televisivo, extender el tiempo destinado al tratamiento del mismo. No obstante, los niveles de análisis y de presentación de este fenómeno, los medios no logran trascender los límites de la moralidad enquistada dentro de los contextos sociales donde se desarrollan. Por tanto, estas ‘explicaciones’ solo contribuyen a seguir estigmatizando el fenómeno, pues se agotan en denuncias moralistas proclives a la exigencia de medidas enteramente punitivas, que se quedan cortas ante la complejidad del fenómeno al reducirlo a acciones desarticuladas de vandalismo o delincuencia. La reproducción de lugares comunes, como definir a los integrantes de las barras como drogadictos, hampones y delincuentes, genera barreras simbólicas que radicalizan el problema, imposibilitando de entrada cualquier tipo de estrategia tendiente a canalizar las dinámicas propias de estos colectivos y a disminuir los hechos esporádicos de violencia”.
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Vale la pena empezar con una cita del artículo “Las barras bravas: un acercamiento sociológico a un fenómeno urbano”, escrito por Germán Gómez: “El abordaje del fenómeno por parte de los medios masivos de comunicación se da desde la inmediatez que los formatos noticiosos televisivos exigen. El abordaje del fenómeno en la radio adquiere mayor profundidad en la medida en que se permite, dada la relativa flexibilidad frente al formato televisivo, extender el tiempo destinado al tratamiento del mismo. No obstante, los niveles de análisis y de presentación de este fenómeno, los medios no logran trascender los límites de la moralidad enquistada dentro de los contextos sociales donde se desarrollan. Por tanto, estas ‘explicaciones’ solo contribuyen a seguir estigmatizando el fenómeno, pues se agotan en denuncias moralistas proclives a la exigencia de medidas enteramente punitivas, que se quedan cortas ante la complejidad del fenómeno al reducirlo a acciones desarticuladas de vandalismo o delincuencia. La reproducción de lugares comunes, como definir a los integrantes de las barras como drogadictos, hampones y delincuentes, genera barreras simbólicas que radicalizan el problema, imposibilitando de entrada cualquier tipo de estrategia tendiente a canalizar las dinámicas propias de estos colectivos y a disminuir los hechos esporádicos de violencia”.
¿Y por qué empezar por un cuestionamiento a lo que hacemos desde los medios de comunicación? Porque el problema de la violencia en las barras va más allá de estas, de lo que vemos en televisión, radio y prensa. Esa reproducción de lugares comunes que señala Gómez es otro eslabón en una cadena de errores. La estigmatización que desde allí se reproduce solo muestra la punta del iceberg y pocas veces observamos el fondo de la situación.
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Barristas de Medellín, Santa Fe y un exintegrante de Comandos Azules hablaron para El Espectador sobre lo que ha sucedido en el último tiempo con las hinchadas en los estadios del país. Las invasiones en Tuluá, Bucaramanga y Manizales, y los desmanes en el Atanasio Girardot volvieron a prender las alarmas sobre la seguridad, cultura y convivencia alrededor del fútbol colombiano, que parece que padece del recrudecimiento de la violencia. Aunque cada caso tenga factores distintivos, ninguno de ellos justifica lo acontecido.
Héctor Lizcano, exintegrante de los Comandos Azules, una de las barras populares de Millonarios, y quien tiene en YouTube la cuenta de Memorias del tablón, donde reflexiona y rememora casos alrededor del barrismo, aseguró: “No solamente es Nacional. Son todos los equipos. El momento en que el equipo deje de brindar esa ayuda, porque por ley del Gobierno del expresidente Santos ningún equipo le puede dar dineros a una barra, es el detonante. Ese proyecto lo escribió Alirio Amaya junto con todo el equipo de trabajo del grupo especializado de convivencia en escenarios deportivos, que eso viene con base en el trabajo de Goles en paz. Todos los clubes en Colombia, incluso hoy, tienen contacto con la barra. Ejemplo: los del Bucaramanga invadieron la cancha hace poco porque la nueva dirigencia y los nuevos dueños no quieren tener vínculos con ellos. Entonces se metieron a los entrenamientos, robaron a los jugadores, se metieron a la cancha y metieron presión para darles la taquilla a ellos”.
La ley que señaló Lizcano también la mencionó Diego González, conocido como Piojo, líder de La Guardia Albirroja Sur, barra de Santa Fe: “Todos estos cuestionamientos de la opinión pública parten de macartizar o satanizar ese tipo de relaciones. En el fútbol colombiano, los modelos empresariales de los equipos y el espíritu de las hinchadas son muy diferentes a los de Argentina, que es de donde viene ese mal ejemplo y ese prejuicio de que los clubes no deben relacionarse con las barras. De hecho, si usted lee el plan decenal, en el capítulo del barrismo social, el Gobierno Nacional insta a los equipos y a los organizadores del espectáculo a que tengan relaciones con sus barras populares y se trabaje mancomunadamente en temas de responsabilidad social. La propia legislación colombiana lo avala. Pero acá el periodismo deportivo sustrae y extrapola casos argentinos y los plasma aquí, y eso no se puede comparar”.
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Y lo mismo señaló un integrante de La Rexixtenxia Norte, barra de Medellín, cuyo nombre reservamos para proteger su identidad: “Nosotros siempre nos hemos caracterizado por alejarnos del término de barra brava. Si bien en Argentina las barras bravas tienen una participación más directa con ellos porque tienen acciones y son socios del club, porque reciben beneficios de parte de los jugadores, acá la gran mayoría no tenemos ese tipo de vínculo. Si mucho pedimos camisetas para obras benéficas, eso siempre y cuando las quieran aportar. Nunca ha sido obligación. La barra tiene sus propios proyectos, tiene una corporación con las que los ejecuta con un enfoque social de intervención integral tanto para la barra como para otros sectores de la sociedad. La música y la tienda son algunos de los emprendimientos, por poner dos ejemplos”.
Aunque se han presentado invasiones en las canchas de Tuluá, Bucaramanga y Manizales, lo sucedido en Medellín generó revuelo por las declaraciones de Mauricio Navarro, presidente de Nacional: “Quiero aclarar que el problema que tiene Atlético Nacional no es con su hinchada, es únicamente con la de Los del Sur. Nosotros simplemente les anunciamos que el club, debido al déficit económico, no aceptaba algunas exigencias. El tema de los abonos lo han torpedeado y no estaba en capacidad de aceptar lo que pedían en temas económicos, boletería, y otra era pagarles un dinero por cuidar a las hinchadas visitantes. Las medidas están tomadas. Además Los del Sur han tratado de evitar que el equipo sea exitoso”.
Y todo empeoró con lo que aseguró Juan Pablo Ramírez, secretario de Gobierno de Medellín, al decir: “Queríamos evitar lo que sucedió hoy: 11 policías lesionados y 13 ciudadanos afectados (...) esta batalla campal es responsabilidad de Atlético Nacional, que rompió el acuerdo de trabajo conjunto entre la hinchada y el club que existía desde hace más de 20 años y generó este caos y este riesgo para la ciudad”. Dos cosas salieron a la luz: la primera, el poder que pueden adquirir las barras en el fútbol tras la relación que tienen con los equipos, y dos, una vez más, que el fútbol es mucho más político de lo que creemos.
De lo primero, por ejemplo, da cuenta Lizcano, que hizo parte de los Comandos Azules entre 1990 y la primera parte de los años 2000: “La relación entre Comandos Azules y las directivas de Millonarios, hablemos del punto más cercano mío —que fue con Juan Carlos López y el Chiqui García—, era una especie de colaboración para que ‘no falte la fiesta’. Era una colaboración con boletería, mas no con dinero. La boletería se la entregaban a algunas personas, esas personas nos las repartían a nosotros, y nosotros nos encargábamos de revenderla para así tener el efectivo y pagar los insumos que necesita una ‘fiesta’: recargo de extintores, plástico, telas, hilo, comida, transportes, cerveza. Esa era la colaboración directa. Pero también había indirectas: por medio de empresas de transporte, el club pagaba los buses, nos ponían los buses y se cobraban las sillas a un bajo precio”.
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En el caso puntual de lo que pasa en Medellín, el integrante de la barra del poderoso comentó: “Los ánimos estaban caldeados desde más atrás de la reunión del viernes. Ya han expresado su rechazo por el manejo que la hija de Ardila Lülle le ha dado al equipo, de la manera en que han reducido costos. Sabemos que Nacional es un equipo acostumbrado a hacer grandes inversiones para obtener resultados deportivos grandes también y eso ha caldeado los ánimos. El presidente también se molestó por la estrategia de la barra con el incremento de abonos. El momento de nuestra economía no ayuda y ellos hicieron una estrategia para que la gente no se abonara y eso llevó a que el presidente los vea como enemigos. Hay un sesgo grande. Para ellos es un tema complejo. Los de Nacional tienen una empresa de logística que presta esos servicios para muchos eventos de la ciudad, no solo para los partidos, y como ellos se han profesionalizado, quizás exigieron que les pagaran más. El meollo del asunto es que eso se puede solicitar. Yo como barra ofrezco un servicio y el club tendría que valorarlo por los años que lo he prestado. Y el problema es si ya se exige dinero por alentar o por no contratarme a mí, y como lo segundo no pasa entonces genero los desmanes porque no hay un cuerpo logístico que sea tan exitoso en la ciudad como el que ha sido el de las barras”.
Sobre el segundo punto, hay casos que incluso van más allá del ecosistema del fútbol y trascienden a lo político: “No se compran votos, se compran almas. Si el señor Gustavo Petro le da trabajo a un barrista que no estaba haciendo nada, que solo estaba viéndose con la barra, que salía a tomar o a fumar, cómo no van a pedir que voten por él. Yo le puedo decir que Ovidio Claros Polanco nos dio instrumentos y telas para colocarlo como concejal de Bogotá; Claudia López también; nos visitó Juan Manuel Santos y todos ellos. El hijo del Ñoño Elías fue otro. Nos dieron boletas para ir a Rusia 2018. La Federación, para la reelección de Santos, nos dio boletería para la Copa América, nos daban uniformes e indumentaria de Adidas. Y estábamos todos: los de Nacional, Santa Fe, América, Millonarios. Pepsi contrataba a Millonarios para darle publicidad. Cuando arrancó Win nos pusieron a hablar en cabinas para decir que queríamos el servicio y así inflar las encuestas. Esto tiene mucha tela por cortar”.
Sin embargo, las fuentes de este artículo, así como lo dijo el integrante de La Rexixtenxia, y muchos otros integrantes de barras bravas, buscan reivindicar la mala imagen que les han traído la violencia y otras problemáticas que afrontan, y esto lo hacen desde su enfoque social: “La Guardia es también una fundación sin ánimo de lucro. Tenemos personería jurídica y bajo nuestros estatutos tenemos una misionalidad que es la de gestionar y ejecutar proyectos educativos, pedagógicos, deportivos y medioambientales para hinchas de Santa Fe e impactar en los que menos recursos tienen. No todas las barras tienen el nivel organizativo que tienen las de Once Caldas, Pereira, Nacional, Medellín o la nuestra. Hay barras que están atrasadas y más crudas en temas de convivencia. Y eso no se relaciona con sus equipos. La Guardia es autosostenible. No necesitamos el apoyo económico de nadie. En nuestro caso, tenemos una tienda deportiva y una online. Nosotros distribuimos nuestra propia ropa. Tenemos un club deportivo con tres sedes: una en Kennedy, otra en el centro y otra en Tunjuelito. Allí recibimos a cerca de 120 niños y les cobramos una mensualidad simbólica de $40 o $45.000, no solamente hinchas de Santa Fe. A los barristas que están terminando sus estudios en ciencias del deporte o afines les damos la posibilidad de entrenar a los niños y que hagan sus prácticas”, afirmó González.
“El barrismo social o la función social de una barra brava siempre ha existido. Que de 10 años para acá sea un nombre de moda eso ya es otra cosa. Comandos Azules, desde finales de la década de 1990, siempre tuvo ideas sociales de ayudar a los hinchas. Por ejemplo, la entrega de útiles escolares, regalos en el Día del Niño, en el Día de la Madre, en especial para que las han perdido a sus hijos por el fútbol, o la famosa sopa futbolera para los habitantes de calle, y lo que hacíamos antes era que caminábamos por el sector del Cartucho a entregar sándwiches con gaseosa. Eso siempre ha existido La palabra barrismo la dicen por primera vez en 2006. Antes de eso éramos barras bravas. Los primeros años del barrismo no contaban con los medios de ahora. Todos por naturaleza debemos hacer el bien”, concluyó Lizcano.
Gobierno, Dimayor, clubes, e incluso la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales han manifestado su intención de encontrar soluciones, de lograr diálogos y evitar que esta escalada de violencia y de divisiones no deriven en un escenario lamentable. El fútbol, como lo dijo Juan Villoro en la Feria del Libro, tiene la virtud de solucionar sus propios defectos, y esa unión que genera debería ser uno de los pilares para buscar la paz y la convivencia en los estadios.
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