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Desde niños, William Torres y Héctor Fabio Abadía soñaron con ser futbolistas, triunfar en las canchas y llegar a jugar en la selección colombiana de fútbol. El primero estuvo lejos de ser profesional, mientras que el segundo llegó a jugar en divisiones inferiores en la escuela Sarmiento Lora de Cali, pero el talento no le dio para trascender. Sin embargo, muchos años después ambos podrían cumplir el sueño de compartir con los mejores jugadores del país. Ahora no fallan a ninguna convocatoria de José Pékerman. De los dos, fue Amaral —como le dicen a Héctor Fabio, por su parecido con el defensor brasileño de la década del 70— el primero en llegar como utilero al equipos de mayores. Lo hizo en 2001, cuando Luis Augusto García era el entrenador. Por su parte, Willy se unió al equipo nacional siete años más tarde, cuando el técnico era Eduardo Lara.
Independientemente de que se haya relevado de cuerpo técnico varias veces, ambos han logrado mantenerse. Sin importar el nombre del entrenador, sus funciones no han cambiado mucho. Cuando vienen días de concentración deben comunicarse con el cuerpo técnico para saber cuántos futbolistas van a ser convocados y de acuerdo a eso hacer el pedido de ropa a Adidas, marca que viste a la selección. Tres días antes de que los jugadores lleguen al hotel de concentración, a ponerse a las órdenes del cuerpo técnico, ellos ya tienen todo listo. En cada cuarto organizan la ropa de los jugadores. Tenis, medias, camisetas pantalonetas y todo lo que se requiera dependiendo del clima en donde vayan a estar.
Luego, cuando llegan los días de preparar los partidos, deben salir dos horas antes que los futbolistas al lugar de entrenamiento para organizar los implementos que necesitará el cuerpo técnico para dirigir cada sesión, como balones, conos, petos, estacas o tiras elásticas. Además deben llevar los guayos que utilizará cada jugador. En el caso de los arqueros, también cargan entre dos y tres pares de guantes para cada uno. Algo que no pueden descuidar es la hidratación, sobre todo en ciudades como Barranquilla, donde el calor es un factor diferencial. Por eso también llevan entre tres y cuatro neveras repletas de agua y bebidas hidratantes.
Al regresar al hotel, en lugar de descansar les toca lavar lo que se ensució y pensar en lo que se necesitará al día siguiente. Ya entrada la noche comparten con los futbolistas, ya sea en la cena o más tarde en los cuartos, donde juegan cartas, ajedrez, videojuegos o simplemente oyen música y hablan.
En los días de partido deben llegar al estadio cuatro horas antes del inicio del juego. Nuevamente, su función es tener todo preparado para el momento en que lleguen al camerino los 23 futbolistas. Ubican en el stand el kit de cada jugador. Por orden numérico cuelgan de izquierda a derecha las camisetas. Debajo de cada una ponen la pantaloneta, las medias y los pares de guayos que tengan a disposición. Además deben apartar los implementos que necesitará el preparador físico para hacer el calentamiento previo en el terreno de juego.
Cuando los futbolistas se han bajado del bus y llegan al camerino, Amaral entra en acción. Se vuelve el DJ del equipo y les comienza a dar gusto poniendo la música que los motiva y más les gusta. “A James le encanta el reguetón, pero también de vez en cuando pide que le pongan salsa de la viejita. A Falcao también le gusta el reguetón. No puede faltar la música del Pacífico, como la chirimía”, cuenta Amaral. Aproximadamente una hora antes de que el árbitro dé el pitazo inicial, ambos salen a la cancha a ubicar los conos que demarcarán el espacio en el que se hará la entrada en calor de los jugadores titulares. Después recogen todo y al momento del inicio del partido se convierten en unos asistentes de lujo, pues pueden permanecer en el banco técnico pero sus funciones allí son mínimas. Eso sí, al momento de celebrar goles salen corriendo desde el banco para abrazar al autor. Uno de los momentos de más alegría que recuerda Willy con la selección fue cuando Falcao anotó el 3-3 final con Chile en la eliminatoria pasada, lo que significó la clasificación a la Copa del Mundo después de 16 años.
“Hay una foto muy bonita en la que Falcao llega corriendo sin camiseta, gritando de la emoción, y a los primeros que nos abraza es a Amaral y a mí”, destaca el bogotano, que también es utilero de Independiente Santa Fe. Justamente, ser empleado del club bogotano le ha impedido a Willy convivir de cerca con muchos de los jugadores de la selección en Europa. Lo contrario pasa con Amaral, quien sólo trabaja con la selección de mayores y eso le da la libertad de viajar cada vez que quiera. Las grandes características de este vallecaucano son la lealtad, la alegría y el servicio. Se ha hecho muy amigo de los jugadores de la tricolor y ellos le han dado la posibilidad de conocer el mundo. Ha estado en Mónaco, acompañando a Radamel Falcao, en Madrid con James Rodríguez, en Inglaterra con David Ospina, en Italia con Juan Guillermo Cuadrado o Camilo Zúñiga. En la época de Mario Alberto Yepes e Iván Ramiro Córdoba también estuvo visitándolos en diferentes ciudades. Justamente, el primero que le dio la plata para sacar la visa Schengen, cuando la pedían, fue Córdoba, con quien compartió por mucho tiempo en la selección. Unos años después fue Camilo Zúñiga el primero que lo invitó a visitarlo en su casa en Nápoles.
Cuando James Rodríguez sufrió una lesión en el quinto metatarsiano, en sus primeros meses como jugador del Real Madrid, invitó a Amatral con todo pago a España para que lo acompañara y lo ayudara. Se convirtió en la sombra del 10. Iba a hacerle vueltas. Estaba pendiente de lo que necesitaran Daniela Ospina y Salomé. Pero sin dudas lo que más recuerda fue el momento en el que James le presentó a los jugadores del equipo merengue. Se tomó fotos con Cristiano Ronaldo, a quien ahora le tiene confianza y llama “el bicho”, con Gareth Bale, Sergio Ramos, Marcelo, Isco, Carlo Ancelotti, Zinedine Zidane y cada una de las figuras del plantel.
Esa misma personalidad arrasadora y su don de gente les dio confianza a estas estrellas del fútbol mundial, quienes comenzaron también a apoyarse en él para hacer vueltas personales. A Cristiano Ronaldo, por ejemplo, le enseñó a oír reguetón y le presentó artistas colombianos. Con Marcelo también hubo buena química e incluso se llaman para felicitarse en los días de cumpleaños.
Willy y Amaral son como miembros de familia de los jugadores de la selección. Llevan muchos años compartiendo alegrías y tristezas y siendo su apoyo en cosas que incluso nada tienen que ver con el fútbol. “A finales del año pasado fui con mi esposa al matrimonio de Jeison Murillo en Cali. Allá me encontré con Amaral y varios de los jugadores. Es un orgullo para mí decir que soy cercano a ellos. No son sólo mis ídolos sino mis amigos, y eso vale mucho”, asegura Willy.
Pékerman, su gran aliado
Cuando José Pékerman asumió la dirección técnica de la selección, en enero de 2012, se habló de que el argentino llegaría con su gente para trabajar y no tendría en cuenta a los colombianos. Eso les causó temor a Willy y Amaral, que pensaron que se les acabaría el trabajo. Pero fue todo lo contrario. Pékerman los citó en la sede de la Federación Colombiana de Fútbol en Bogotá y les comentó que ellos serían unas personas muy importantes para él. Les preguntó en qué condiciones estaban trabajando con la selección y en vez de sacarlos se convirtió en un aliado de ellos, pues les exigió a los dirigentes de la Federación que los utileros no podían seguir desempeñando su trabajo sin un contrato, y los incluyó en la nómina del cuerpo técnico.
Para Willy fue una buena noticia, pero de alguna manera tenía tranquilidad porque recibía un ingreso fijo mensual de Independiente Santa Fe, pero Amaral sufría más de la cuenta porque cuando no estaba con la selección vivía de lo que le ayudaran sus amigos jugadores. “Pékerman es una persona muy humana y desde que nos conoció se ha preocupado por nuestro bienestar. Vive muy pendiente de que no nos falte nada y por eso trabajamos para él con tanto gusto, porque te tiene en cuenta para decisiones importantes y siempre quiere que te sientas a gusto”, asegura Héctor Fabio.
Su trabajo silencioso permite que las estrellas puedan hacer el suyo. Y con una precisión de artesano han aprendido de este arte, de lo que le gusta a cada jugador, lo que les molesta y cómo tenerlos contentos antes de cada encuentro. Una labor que muchos no conocen, pero tan importante como cualquier otra en una familia de apellido Colombia.