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A veces, para que haya una hazaña en el fútbol, es necesario erradicar el temor a la derrota, pensar más en la hazaña y no en las consecuencias de la humillación. Y eso le faltó al Sevilla este martes en el Allianz Arena, pues el conjunto dirigido por Vincenzo Montella se limitó a aguantar, de manera organizada, al Bayern Múnich.
No apeló al recuerdo de lo hecho en octavos de final contra Manchester United y su triunfo épico en Old Trafford, y se despidió de la Champions League tras igualar sin goles con un club alemán que administró bien la ventaja de 2-1 obtenida en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán.
Con la tranquilidad de su gente, de su cancha, del que va un paso adelante, el campeón de la Bundesliga atacó, sin ser desmesurado. Con la pelota pasando casi siempre por los pies de James Rodríguez, con Frank Ribery prudente por la banda izquierda y con Arjen Robben intentando con mesura.
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De hecho, las opciones más claras, en un duelo de escasez, fueron para el cuadro local y no para el Sevilla, el necesitado, el que debía atacar, el que tenía que hacerlo. Y así se fue agotando el reloj y apareciendo los pelotazos del conjunto español y las defensas ganando los duelos en cada lado. Ni siquiera mandando a la cancha a Luis Fernando (minuto 75) hubo una chispa diferente que trastocara todo.
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El Bayern no pudo ganar para aumentar la increíble estadística de 21 victorias en 22 juegos en su estadio. Pero tampoco cayó, mucho menos dejó que le anotaran en contra. Jupp Heynckes y su equipo están entre los cuatro mejores de Europa y, luego de lo sucedido en las demás llaves, el favoritismo aumenta. La eliminación de la temporada pasada en esta misma ronda ya quedó atrás, pues la ilusión de levantar la orejona ahora está más latente que nunca.