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La eliminación en octavos de final del París Saint-Germain a manos del Real Madrid deja al club francés entre la espada y la pared, con un futuro financiero pendiente del capital catarí y de la vigilancia de la UEFA, un entrenador sin crédito y un equipo muy criticado por la afición.
Seis años después de que el club fuera comprado por un fondo soberano de Catar, el equipo no ha dado signos de rivalizar con los grandes del continente, pese a una inversión de más de 1.000 millones de euros.
Los más de 400 millones gastados esta temporada para hacerse con el brasileño Neymar y con el francés Kyliam Mbappé pusieron en jaque el equilibrio de la entidad, que ahora cuelga más que nunca de la generosidad del Golfo Pérsico.
Una dependencia que ha colocado al club bajo la lupa de la UEFA, que estudia si el tren de vida del club contraviene las normas del "juego limpio" deportivo.
Fuera de la competición europea, el club tendrá más problemas para encontrar los 70 millones de euros que le exige la instancia europea para dar por válidas sus cuentas.
El PSG contaba con el crecimiento de su notoriedad para obtener más dinero de los patrocinadores, pero su eliminación prematura dificulta ese proyecto.
"Cuando en seis años no superas los cuartos de final es difícil decir a las marcas que eres un grande de Europa y que quieres que te paguen igual que al Madrid o al Barcelona", asegura Pierre Rondeau, especialista en economía deportiva.
El club deberá buscar otras fuentes de ingresos, que pueden pasar por la venta de jugadores, lo que amenaza con debilitar el ya complejo equilibrio instalado en el vestuario.
Un panorama en el que ya nadie piensa que tenga lugar Unai Emery, al que el club ha comenzado a buscar sustituto.
La prensa francesa apuesta por un entrenador italiano y el actual técnico del Chelsea, Antonio Conte, cuenta con todos los ingredientes para dirigir el nuevo proyecto.
No es el único nombre que suena. Roberto Mancini, Luigi di Biagio, Massimiliano Allegri, Mauricio Pochettino o Luis Enrique también aparecen como posibles sustitutos.
Nada hace prever que Emery sea despedido antes del final de temporada, cuando acaba su contrato. El PSG tiene que certificar sus victorias en la Liga, la Copa de la Liga y la Copa de Francia. Pero aunque sume los tres títulos nacionales, no parecen suficientes para saciar la ambición catarí.
El equipo ya no oculta su distancia con el entrenador. El alemán Julien Drexler no se privó de criticarle en la televisión alemana al término del duelo contra el Madrid. "Estoy cabreado", dijo en referencia al entrenador.
El jugador consideró que al planteamiento de su equipo "le faltó ambición", fueron "inofensivos y pasivos" cuando deberían "haber presionado" al rival.
El presidente, Nasser Al Khelaifi, ni siquiera se molestó en hablar del técnico: "No es momento para hablar de cambios, estamos demasiado cabreados. Vamos a calmarnos para reflexionar lo que hay que cambiar".
El futuro ni siquiera está en sus manos. Perdida la fuerte apuesta de esta temporada, Al Khelaifi debe ahora despachar en Doha.
El emir de Catar, Tamim Bin Hamad Al Thani, presente en el Parque de los Príncipes, abandonó su palco cuando el italiano Marco Verratti vio la segunda amarilla y acabó así con toda ilusión de remontada.
¿Un símbolo del final de su paciencia? No parece así. Catar ha convertido al PSG en su escaparate deportivo en el mundo y todo apunta a que la apuesta pervivirá, al menos, hasta su Mundial en 2022.