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Estadio Monumental, 6 de agosto de 2015, primeras horas de la madrugada. River Plate acaba de ganar su tercera Copa Libertadores luego de vencer 3-0 a Tigres de México. Todo es celebración en el gigante escenario bonaerense. Con la melodía de la pirotecnia en sus sentidos y los abrazos a su alrededor, Diego Borinsky escribe su artículo especial para la revista El Gráfico. En su mente, uno de los personajes más cercanos que le ha brindado el entorno del fútbol: Marcelo Daniel Gallardo.
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Pone punto final a su texto y decide bajar al vestuario a felicitarlo. “Esto es un quilombo”, piensa. El piso se encuentra inundado por la lluvia que hizo más emocionante la noche de gloria. Entre tanta gente apenas puede saludar a un colaborador de Gallardo y decide partir. En el taxi camino a casa le envía un mensaje al técnico campeón: “Marcelo, te felicito, buen viaje a Japón. Acordate que a la vuelta nos tenemos que empezar a juntar para el libro”.
A los 15 minutos, pasadas las tres de la mañana, Gallardo, que junto a sus guerreros pasará la noche en el Monumental porque al otro día deben viajar a Japón a jugar la Copa Suruga Bank, contesta: “Diego, gracias a vos por creer en este proyecto desde un principio”. Continúa con los festejos hasta altas horas y piensa en el siguiente trofeo, el que tiene derecho a disputar tras haber derrotado a Atlético Nacional en la final de la Copa Sudamericana 2014.
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Tal como sucedió con Matías Almeyda, a Borisnky le surgió la idea de escribir un libro sobre Gallardo después de terminar una de las famosas y descontinuadas notas de las 100 preguntas de El Gráfico. Ya lo conocía de su época de futbolista y en 2014, mientras el Muñeco descansaba un poco tras haberse retirado en Nacional de Uruguay en 2011 y sacarlo campeón como DT en 2012, decidió entrevistarlo de nuevo.
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“Me gustó mucho cómo contestaba y la convicción que tenía”, le contó Borinsky a El Espectador. En el primer semestre de 2014 River salió campeón y posteriormente Ramón Díaz renunció a la dirección técnica. En el momento exacto. De no haber sido así, la historia que después escribiría la pelota sería distinta, porque Gallardo estaba horas antes en negociaciones con Newell’s Old Boys y, si Ramón hubiera dejado su cargo un par de días después, Marcelo no habría dirigido a su amado club de Núñez.
Luego del Mundial de Brasil, River deleitó al continente con un juego de presión alta, de toque, de posesión, de goleadas, de tiki-tiki, como se conoce en Argentina. Ese que enamoró a Borinsky. “Era lo más parecido al Barcelona que había visto, y me gustaba mucho cómo Marcelo se expresaba, así que en septiembre de 2014, sin haber ganado todavía nada, le dije: ‘Este River va a quedar en la historia, tenemos que hacer un libro’”. Dos meses más tarde, Gallardo conquistó la Sudamericana mientras su alma rota lloraba la reciente muerte de su madre.
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Marcelo Gallardo dedica la mayor parte su tiempo al equipo de la banda cruzada. Si la pandemia no estuviera presente, pasaría más de 12 horas diarias en River Camp, sede deportiva que tiene el club en Ezeiza. Allí analiza rivales, planea entrenamientos y descubre detalles que se convierten en determinantes en la competencia profesional. Hasta ahí llegaba Borisnky en taxi para que al finalizar su jornada colmada de fútbol Gallardo lo llevara en el auto a casa y durante el camino charlaran acerca de temas que serían parte de la obra escrita Gallardo monumental.
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Aunque no le gusta mucho hablar de sí mismo, había aceptado la oferta de Borinsky de realizar el libro, tras pensárselo en las vacaciones de finales de 2014 y comienzos de 2015, año en el que, a finales, salió publicado, justo antes de que River y Barcelona jugarán la final del Mundial de Clubes. “A mí lo que más me llama la atención es la sencillez que tiene. Es al que más ovacionan, se hacen tatuajes en homenaje a él, recibe cuadros y todo tipo de detalles y agradecimientos, y él no se la cree. El año pasado una banda de música le hizo una canción, nos invitaron a los dos a la grabación y él se puso a conversar con el baterista mientras tomaba vino, como si fuera uno más”.
No se la cree, pese a que ya es conocido como Napoleón por los hinchas de River. Gallardo no se considera rey ni emperador, simplemente un hombre que perseveró para triunfar en un club en el que casi no puede probarse. Cuando era niño viajó desde su natal zona de Merlo junto con cinco amigos y a él no le daban la oportunidad de jugar. Se levantó y le dijo al encargado, Gabriel Rodríguez: “Mire, también estoy aquí”. Entró y no le pasaban la pelota, así que replicó: “Mire, póngame para el otro equipo que aquí no me la dan”. Y no salió más.
Con esa personalidad fue un volante de creación con una notable visión de juego que se destacó siendo entrenado por Ramón Díaz, a quien ya superó como el técnico más ganador en la historia de River Plate (11). Su legado será eterno porque, además, conquistó la final más importante de la historia: la Copa Libertadores 2018 contra Boca Juniors, en el estadio Santiago Bernabéu, y ante los ojos del planeta. El 21 de diciembre de ese año recibió en su casa a Borisnky, quien al ver una mesa de tenis de mesa le propuso que jugaran. En un principio Gallardo rechazó la idea porque le dolía el hombro, pero su espíritu competitivo lo hizo tomar la raqueta. Luego de unas pelotas, le dijo al periodista y escritor: “Tenés mal drive y buen revés, así que te voy a jugar todas al drive”. Nunca deja de pensar en ganar.
@SebasArenas10 (sarenas@elespectador.com)