Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
A Johan Mojica, más que correr, lo que le gustaba era ganar, llegar primero que sus rivales y ser el mejor. Desde pequeño le apasionó competir, por eso con sus hermanos y amigos simulaba carreras. Establecían un punto de partida y la meta final; el que primero cruzara se quedaba con el honor. No había premios ni motivaciones externas, sólo el hecho de sentirse mejor que los demás. Así fue como nació su pasión por el atletismo y la velocidad. Sin proponérselo, su cuerpo comenzó a desarrollarse con el biotipo ideal para ser veloz. (Vea aquí nuestro especial del Mundial de Rusia 2018)
La diferencia con sus rivales era tan grande que su profesor de educación física se dio cuenta del talento e intentó guiarlo. Lo primero era una buena alimentación, luego fortalecer los músculos de brazos, hombros, espalda, glúteos y piernas. La técnica de entrenamiento era hacer esprints cortos de 25 metros, luego de 50 y 75, hasta llegar a los 100.
Johan tenía todas las condiciones para ser atleta. Y no uno del montón, sino de los mejores. Hubiese podido llegar a representar al país en torneos internacionales. Con 12 años hizo su mejor tiempo en los 100 metros, cuando detuvo el reloj en 10,40 segundos. Una barbaridad, un registro descomunal para su edad. Para hacernos a una idea, el récord nacional en esta prueba lo tiene el antioqueño Cristian Palomeque, con 10,11 segundos, y el mundial lo hizo el jamaiquino Usain Bolt en 2009, con 9,58 segundos. “Es una marca muy buena. De hecho, querían contar conmigo para la Liga de Atletismo del Valle, pero decidí jugar al fútbol”, le cuenta Mojica, de 25 años, a El Espectador, desde Samara, ciudad en la que la selección colombiana de fútbol consiguió la clasificación a los octavos de final del Mundial de Rusia 2018. (Lea: Inglaterra, el próximo rival de Colombia en los octavos de final de Rusia 2018)
Aunque la velocidad se convirtió en su principal virtud como futbolista, desde que dejó de vivir en Cali y se fue a Bogotá junto con sus padres, John Jairo y Luz Edith, y sus dos hermanos, Ánderson y Juan David, no volvió a entrenar atletismo. En un principio intentaba hacer las dos cosas, pero no le quedaba tiempo suficiente y se inclinó por el balón por la simple razón de vivir feliz. “Sentía que eso era lo que me apasionaba de verdad”, asegura. Luego se abrieron las puertas del profesionalismo y entonces hubo mucho menos tiempo de dedicarse a dos disciplinas deportivas de tan alta exigencia en simultáneo.
No obstante, en sus primeros años como futbolista no sólo llamaba la atención por sus dotes atléticas, también deslumbraba con su talento y sus capacidades con la pelota. En sus inicios, el futbolista de moda era Ronaldinho, quien se caracterizó por su juego alegre, su magia y capacidad de desequilibrio en el uno contra uno. Johan además tenía el pelo largo y los dientes en desorden como el brasileño, por lo que se ganó el sobrenombre de Johandinho. (Pueda leer: Abel Aguilar, 14 años de entrega con la Selección)
Esa comparación hizo que Ronaldinho se convirtiera en un referente para él. Quería emularlo, veía sus videos en internet y era habitual que cuando no estuviera en partido pasara horas con una pelota en sus pies, intentando sacar sus jugadas. En los primeros años como futbolista jugó en posiciones de ataque, por lo que podía homenajear en la cancha a su ídolo, pero con el paso del tiempo comenzó a ocupar la posición de lateral izquierdo.
Fue ahí, jugando por toda la banda, que pudo aplicar todos los conceptos que le enseñó el atletismo. El ida y vuelta, la reacción en pocos metros y la velocidad para los contragolpes a favor y en contra. Jugó en Academia FC y Deportivo Cali, en Colombia, y Rayo Vallecano y Real Valladolid, en España. Ahora hace parte del Girona, de la primera división de España, club con el que ha logrado destacar como uno de los mejores laterales de la Liga. (Le puede interesar: Los momentos más determinantes del VAR en lo que va del Mundial Rusia 2018)
El Mundial de Rusia 2018 era un sueño que no veía tan cercano. De hecho, ni siquiera hizo parte de algún partido en la eliminatoria, pero confiesa que es algo por lo que venía trabajando desde hace mucho. “Esto que estoy viviendo ahora es fruto de un trabajo duro. Así no me convocaran, yo intentaba entrenar bien y destacarme con mi club para llamar la atención del cuerpo técnico. Ahora estoy en el Mundial, siendo titular, y lo único que puedo hacer es aprovechar la oportunidad”, confiesa en medio de la emoción por lograr el cupo entre los mejores 16, y ahora todo será diferente. “Son partidos en los que no se puede parpadear. El que duda pierde y por eso debemos estar muy concentrados. Ya no debemos pensar en el triunfo sobre Senegal, sino en lo que viene. Somos un equipo fuerte, nos respetan y tenemos con qué seguir soñando en Rusia 2018”.