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“Defensas que acumulan una gran cantidad de efectivos solo pueden verse sorprendidas por la ejecución de ataques masivos, incorporando a esta fase del juego el mayor número de jugadores que permitiese la acción”, dijo Rinus Michels después de observar la final de la Copa de Europa de 1967, en la que el Celtic de Escocia venció 2-1 al Inter de Milán, de Helenio Herrera.
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Así, el mítico holandés —quien fue elegido mejor técnico de la historia por las revistas Time y France Football—, comenzó a visualizar el estilo de juego con el que revolucionaría el fútbol. Michels, apodado el General, se dio cuenta de que aplicando ciertos conceptos podía marcar la diferencia en la manera de jugar de la época.
Uno de ellos fue descrito por el periodista y entrenador brasileño João Saldanha en el libro Na Bôca do Túnel (En la boca del túnel) en 1968: “Hoy, el fútbol, como todo además, evolucionó a pasos gigantescos. La capacidad de resistencia de los jugadores y su habilidad con la pelota están creando situaciones enteramente nuevas con relación a las posiciones clásicas de los sistemas, que están siendo llevados a la rastra por la práctica del juego. Un jugador, para ser eficiente, tiene que saber jugar en varias posiciones. Tiene que saber defender y atacar, y cualquier sistema moderno que pretenda ser eficiente tiene que comprender que no puede ser rígido. Antes, cuando un jugador invadía la posición de otro compañero, llevaba enseguida una bronca: ‘Sal fuera, acá entorpeces; anda a tu lugar’. Y el entrenador apoyaba esta réplica. Un jugador que diga eso hoy no merece entrar al campo. El fútbol, comparativamente, está caminando para los rumbos del básquet: todos juegan de todo, menos el arquero”.
Ese constante intercambio de posiciones se sumó a la presión tras la pérdida, que Michels definió así: “Consiste en acosar sin tregua ni respiro al adversario para recuperar la posesión del balón, y no ceder a ningún precio la iniciativa del ataque al contrincante, contando con dos requisitos básicos: un espíritu de lucha inquebrantable y una perfecta preparación física, sin los cuales el sistema se derrumba irremediablemente”.
La idea es recuperar la pelota rápidamente y lo más cercano posible al arco rival. Para eso, el equipo debe avanzar en la cancha, empezando desde los defensores, que, lógicamente, dejan un gran espacio a sus espaldas, el cual debe ser cubierto por un portero líbero que sepa jugar con los pies y, además de atajar, sea partícipe de la construcción de las acciones ofensivas. Todos deben atacar y defender.
“Vamos a organizar un estilo de juego al que llamaremos pressing football”, les dijo Michels a Cruyff, Neeskens, Rep, Van Hanegen, Haan y los demás jugadores de la llamada Naranja Mecánica, la selección holandesa del Mundial de Alemania 1974, en el que fue subcampeona —por detrás de los anfitriones—, pero dejó un legado eterno con el denominado “fútbol total”.
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Johan Cruyff fue el emblema de ese combinado holandés y del Ajax de Michels que conquistó la Copa de Europa de 1971. El equipo de Ámsterdam también se consagró en el Viejo Continente en 1972 y 1973, año en el que Cruyff llegó al Barcelona y lo revolucionó en condición de jugador. También lo haría como entrenador entre 1990 y 1994, sumándole a los conceptos de Michels su devoción por el juego de posición, en el que el 4-3-3 es clave para formar triángulos y rombos constantes, los cuales son sinónimos de mayores opciones de pase. Ese esquema también ofrece extremos abiertos, un centro delantero que se suma a los volantes para participar de la gestación del juego, interiores que llegan al área y laterales que acompañan arriba.
Esos conceptos fueron asimilados por el director técnico alemán Jürgen Klopp, quien los aplicó en el Borussia Dortmund y, desde 2015, en el Liverpool. En el club británico comenzó jugando 4-2-3-1, pero se dio cuenta de que el 4-3-3 era la mejor opción y puso a Salah a comenzar como extremo derecho y terminar, en muchas ocasiones, como delantero centro. Misma situación le sucede a Sadio Mané, aunque el senegalés es más fijo por la izquierda, para que los cambios de frente del lateral derecho, Alexander Arnold, generen espacios en la defensa contraria.
Por su parte, Fabinho o Henderson, dependiendo de quien juegue de volante central, coordinan las transiciones en un juego en el que la salida por abajo desde el portero Alisson es fundamental para ir progresando en el campo a punta de toques, que son la clave para mover al cuadro contrario y encontrar los espacios. Esa concepción del juego tiene sus orígenes en la escuela holandesa, de la que es baluarte el Ajax, que este miércoles enfrenta a un Liverpool que ha sabido ganar recientemente la Champions y la Premier con una ideología que, cincuenta años después, sigue vigente.