Los engaños del Barcelona

Es fácil engañarse con el Fútbol Club Barcelona: primero en liga junto con el Madrid y líder en su grupo de la Champions parecería una exageración pensar que algo anda mal con el equipo. Y sin embargo...

Manuel Rodríguez Lloreda / Especial para El Espectador
20 de noviembre de 2019 - 10:11 p. m.
Messi y Suárez se encontraron en un amistoso con sus selecciones esta semana. El primero, bueno, es y sigue siendo Messi. El segundo, hace rato que de Suárez el Barcelona solo obtiene chispazos. / Jack Guez / AFP
Messi y Suárez se encontraron en un amistoso con sus selecciones esta semana. El primero, bueno, es y sigue siendo Messi. El segundo, hace rato que de Suárez el Barcelona solo obtiene chispazos. / Jack Guez / AFP
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Basta ver a Messi encarando rivales y convirtiendo tiros libres majestuosos, tan lúcido como siempre; ver a De Jong, un verdadero crack, haciendo su magia en el mediocampo; ver a Arthur y su manejo hipnotizante del balón, y atrás, ver a Ter-Stegen, imponente, imbatible, para convencerse de que todo anda bien, que el Barça sigue en la cima y que va a competir por todo. Si se miran las tablas, los puntos, igual. El equipo va primero en liga junto con el Madrid, y en Champions es también líder de su grupo, por dos puntos. ¿Por qué preocuparse?

El caso es que, si se mira todo de forma más profunda, el Barça no está bien. Griezmann, el fichaje estrella, no está bien. Suárez, el irreemplazable en punta, no está bien (desde hace rato). Ni está bien Dembèlè, a quien seguimos esperando. No está bien Jordi Alba, quien va de lesión en lesión, ni está bien la defensa en general, que luce vulnerable y ya ha permitido 17 goles en lo que va del curso. 

El fútbol-arte que nació con Guardiola en el 2009, y que se ha venido desvaneciendo gradual y consistentemente desde la salida del actual entrenador del City, ya se esfumó por completo. El Barça es un equipo lento, predecible, aburrido de ver. Ya no hay tiki-taka, no hay magia, no hay sorpresa. 

El equipo toca el balón de forma cansina de un lado a otro, esperando que aparezca Messi con una fantasía. Y si Messi no aparece, pues nada, se sigue tocando el balón. No hay vértigo ni peligro. ¿Y qué tanto podemos pedir? Si no están ni Xavi ni Iniesta.

Y cuando algún jugador en el medio o arriba pierde la pelota, el equipo ya no recupera como antes; lo cogen fácil al contragolpe. Se le ve desprotegido, frágil. Sería interesante calcular el número de atajadas fundamentales de Ter-Stegen, y el número de veces que ha salvado a su equipo y le ha asegurado puntos que no merecía. De no ser por el portero alemán, no sería sorprendente que el Barça tuviera sólo el 60 o 70 por ciento de los puntos que hoy en día tiene.

Hay problemas más agudos. Más preocupantes. El equipo corre poco, por ejemplo. Lo cual indica que no hay movimiento en ataque, ni mucho esfuerzo por recuperar el balón en defensa. De los cuatro clubes que conforman su grupo de Champions (Dortmund, Inter, Slavia Praha), el Barça es el que menos ha corrido en total por más de dos docenas de kilómetros. Desconcertante.

Además, dispara poco a puerta. Se ha visto superado en número de remates frente a varios rivales notablemente inferiores, lo cual es inaceptable para el Barcelona. Sucedió frente al Levante hace dos semanas, y diez días antes de eso, se vio rebasado por 24a 13 en tiros al arco frente al Slavia Praha. Nuevamente, alarmante.

Pero más allá de estos casos puntuales, que mal que bien son simples datos, el Barça últimamente se está viendo superado en juego por la mayoría de rivales a los que enfrenta. Sea el Inter, el Dortmund, el Osasuna o el Granada. Parece no tener nada que ver con el rival. El problema es un recurrente rendimiento pobre del equipo. 

En fin, le cuesta llegar con claridad, le cuesta recuperar el balón, la defensa no está bien, hay jugadores en muy bajo nivel... ¿hay algo que sí esté funcionando?

Bueno, claro que lo hay, después de todo sí es primero de la liga. Porque sucede que Messi sigue siendo un genio, y aparece cuando quiere. Sucede, de nuevo, que Ter-Stegen es el mejor portero del momento, que De Jong está cerca del nivel del mejor Busquets, y que Suárez, de vez en cuando (muy de vez en cuando), recuerda el delantero que alguna vez fue y se vuelve un animal.

Así el Barça ha ganado la mayoría de los partidos importantes. No necesita mucho para hacerlo: un buen día de Ter-Stegen, Piqué y Messi, y uno que otro chispazo de Suárez, y 4-0 al Sevilla, 2-1 al Inter y 5-2 al Valencia.

Lo que pasa es que luego va el fin de semana siguiente y pierde con el Bilbao o con el Levante, y se ve totalmente superado en la cancha, débil. Y ese es otro de los problemas que ha tenido este equipo. Es más inconsistente que nunca. Por eso se habla cada vez más de la salida de Valverde. No le podemos pedir la consistencia del Liverpool, per, un equipo que debería ser cada vez más sólido, más acoplado, y más amenazante (Valverde va por su tercer año), es cada vez más inconstante. Es inentendible. 

(Puede leer también: Barcelona quiere un contrato vitalicio para Messi)

Se ha vuelto común el ‘resultadismo’ en los linderos del Camp Nou: ese lugar común en el que se resguardan los hinchas cuando el equipo no anda bien, y que permite decir, “si jugando así de mal igual vamos primeros en la tabla, pues no hay ningún problema”. Y todos tranquilos.

Y no está mal el resultadismo, mientras hablemos del Tolima o de Santa Fe. Pero es que esto es el Barcelona. Y en el Barcelona juega Messi, y juegan varios otros que solos valen más que el Tolima y que Santa Fe.

La hinchada no está conforme, pero nadie se atreve a tomar decisiones drásticas, porque todo parece ir bien. Aún no ha habido un accidente, y los directivos del Barca, que son seres humanos, tienden, como todos los seres humanos, a mantener sus formas hasta que la necesidad los obligue a cambiarlas. 

Y este es un escenario peligroso. Todos los problemas de juego que tiene el equipo, todas las falencias que se ven durante el juego pero aún no se reflejan en puntos o resultados, que es lo que importa, pueden hacerlo pronto: la Champions, sobre todo, peligra. Peligra seriamente.

El Barca es primero de su grupo, sí, pero le saca solamente dos puntos al Dortmund que va segundo, y le quedan los dos partidos más duros del grupo por jugar: en casa frente al Dortmund, precisamente (uno de los equipos más rápidos de Europa, por si no lo han visto, capaz de matar al Barcelona jugándole al contragolpe), y de visita, en Milán, frente al ya famoso Inter de Conte, que está volando.

El Barça ya los enfrentó a ambos, y más allá de que hizo cuatro puntos de seis, fue inferior en los dos juegos. Y si Messi y compañía quieren clasificar tranquilos, es probable que tengan que ganar ambos partidos (el Inter, por cierto, ha perdido una sola vez en casa esta temporada, frente a la Juventus). Poco reconfortante para la hinchada culé. El equipo tiene amplio margen para mejorar, pero si no lo hace, y queda afuera, podemos estar hablando del mayor fracaso del club en las últimas dos décadas.

Por Manuel Rodríguez Lloreda / Especial para El Espectador

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