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Era domingo: 12 de agosto de 2018. Y en las graderías del estadio Ibn Battouta, de Tánger (Marruecos), había 45.000 espectadores. Se disputaba la Supercopa de España entre Sevilla y Barcelona. En el camerino del equipo andaluz había dos colombianos: uno consagrado, Luis Fernando Muriel, y otro apenas comenzando, Luis García. El argentino Éver Banega, sentado a su lado, dijo con seguridad: “Mira, Muriel, te voy a decir algo: en algunos años, Lucho va a ser el arquero de la selección colombiana de mayores”.
La historia de Luis García es la de una vida de migrantes. Como la de millones de colombianos que en los años 80 y 90 salieron del país en busca de un mejor futuro, pues Colombia vivía en conflicto y con el narcotráfico como telón de fondo.
Sus padres se lo llevaron a España cuando tenía apenas dos años. Lucho es de Ponedera, un municipio del Atlántico, a 49 kilómetros de Barranquilla y de no más de 19.000 habitantes. Desde ahí siendo un bebé llegó a Móstoles, una villa de la comunidad de Madrid que durante años sirvió como territorio para acoger migrantes españoles y que con los años empezó a recibir a personas de otras partes del mundo, entre esas a su familia.
Su padre, Luis Alberto García Pacheco, y su madre, Lubys María Pacheco Fontalvo, fueron quienes siempre lo apoyaron en ese sueño osado de ser futbolista. Luis fue pintor de casas, mientras María limpiaba hospitales y cuidaba adultos mayores.
Los inicios en el fútbol se dieron en el club Peña de Móstoles, un equipo de formación de barrio. Cuando tuvo más edad fue inscrito en la Escuela Fundación Real Madrid, entidad que trabaja en convenio con el club merengue, pero que no es de su propiedad. Allí Lucho jugó dos años y cuando por fin tuvo la oportunidad de ir a probarse en el club blanco se lesionó: fractura de tibia y peroné. Un año sin poder jugar.
Después de la recuperación se fue al equipo de su barrio, el Juventud Móstoles. Con esa camiseta jugó cinco años y en un torneo local lo descubrió el Real Madrid. “Imagínate el orgullo de una familia como la mía que llegó a España, que su hijo juegue en el mejor club del mundo”, recuerda García. En el Real compartió en el arco con quien ahora es el tercer arquero del Madrid: Luca Zidane, hijo de Zinedine, el mítico jugador y entrenador francés.
Aunque se sentía privilegiado por estar en el mejor club del mundo, en una decisión difícil y madura prefirió irse. “Uno a esa edad necesita aprender a equivocarse, cometer errores y sumar minutos”, admite. Fue entonces cuando apareció en su vida el Rayo Vallecano, un equipo cuyos hinchas, en su mayoría, provienen de la región donde viven las clases obreras de la capital española.
En ese entorno fue donde Lucho se sintió en casa. “Le tengo muchísimo cariño al Rayo, por su gente, por el trato que me dieron y porque jugando ahí empecé a ser suplente del equipo titular cuando estábamos en segunda división”. Y el recuerdo lo alegra, porque con esa camiseta llegó la primera convocatoria para jugar con Colombia.
Harold Rivera y José María Pazo lo visitaron en España y lo llamaron a integrar la sub-15. Era el primer acercamiento con su tierra. “Ir a representar a tu país es un premio que da el trabajo”.
La recompensa llegó rápido, porque con Colombia ganó la medalla de oro de los Juegos Suramericanos de 2014. Su proceso con la selección siguió adelante y fue llamado a la sub-17, con la que jugó el Sudamericano de 2015. En ese torneo atajó un penalti en el último partido de la fase de grupos, ante Uruguay, con el que el equipo avanzó al hexagonal final, en el que quedó último.
De vuelta en España, fue el suplente habitual del Rayo mientras jugaban por el ascenso, por eso no pudo hacer parte de la mayoría de las convocatorias de la sub-20, aunque en el último microciclo convenció a Carlos Piscis Restrepo e hizo parte del plantel del Sudamericano Sub-20 de 2017. En ese equipo compartió y se hizo amigo de Juan Camilo el Cucho Hernández.
En esa temporada se unió al Sevilla, club en el que es el tercer arquero del equipo y fue inscrito con él para la Europa League. En dos ocasiones ha sido convocado con el primer equipo: una ante el Eibar y otra frente al Valencia. Su debut, aunque no profesional, fue apenas hace un mes, en el partido entre Sevilla y Schalke, en un amistoso. Sus atajadas en ese partido pusieron su nombre en el radar.
En cualquier momento se va a estrenar en la primera división de España. Pero esa idea no lo desespera. Sabe que va a llegar el día y que cuando eso ocurra va a recordar todo el camino y los esfuerzos de sus padres por hacerse una vida en un país, muy lejos de su natal Ponedera. Lucho tiene claro que cuando juegue oficialmente en primera división comenzará el camino que le trazó Banega, quien pronosticó que sería el portero de la selección Colombia. El fútbol dirá si ese es su destino.
*Texto publicado el 9 de abril de 2019