Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En el último partido de la fase regular del campeonato colombiano de 1979, Júnior le ganó 3-1 en condición de visitante a un eliminado Independiente Medellín. Antes de bajarse del bus, al llegar al hotel donde se encontraba concentrado el equipo barranquillero, el conductor le dijo a Julio Comesaña que los dirigentes del club antioqueño querían hablar con él y Óscar Bolaño.
Lea también: Las escuelas que han marcado la historia del fútbol colombiano
“Le dije a Óscar que la gente del Medellín estaba armando un equipo fuerte para el 80 y querían hablar con los dos. Él era alegre, pero respetuoso. No estaba hablando todo el día. No era tímido ni extrovertido, era tranquilo y agradable. Me dijo: ‘A mí me gustaría venir, pero arréglalo tú’. Ese era Bolaño”, le contó Comesaña a El Espectador. Ante su ausencia, los directivos del DIM decidieron no contar con el lateral que nació el 14 de mayo de 1951 en Puebloviejo (Magdalena) y se crió jugando a la pelota en las arenosas canchas del ya conocido barrio Pescaíto, en Santa Marta.
Con su poca estatura para ser defensor (1,70 m) pero enorme calidad, ingresó a las divisiones menores de su amado Unión Magdalena, con el que debutó como profesional en 1967. Se destacó por su manera de marcar y de salir al ataque. Era un lateral izquierdo que no miraba al puntero derecho rival, sino siempre a la pelota, y por eso no caía continuamente en la trampa de los amagues. Recuperaba y no reventaba el balón. Le gustaba salir jugando a ras de césped y proyectarse triangulando y dando pases con sentido. Era difícil que tirara un centro sin un destinatario elegido. Sabía retardar los ataques cuando el equipo necesitaba más elaboración para mover a la defensa contraria y encontrar los espacios. Un adelantado de la posición.
Independiente Santa Fe pudo contratarlo para la temporada 1975, y él no decepcionó. Ese año fue clave en la conquista de la sexta estrella cardenal con un equipo que tenía, entre otros, a James Mina Camacho, Carlos Alberto Pandolfi, Hernando Piñeros, Ernesto Díaz, Alonso Cachaco Rodríguez, Juan Carlos Sarnari y Alfonso Cañón. En dicha temporada, Bolaño fue convocado por Efraín Caimán Sánchez para disputar la Copa América en la que la selección de Colombia fue subcampeona.
“Bolañito como persona era impresionante. Como decía mi papá, ‘inmejorable’. Lo recuerdo mucho. Lo único que nos faltó fue jugar en el mismo equipo. Era de poco hablar, pero producía mucho. Era un excelente jugador”, le dijo a este diario Pedro Zape, arquero de aquella selección e ídolo del Deportivo Cali.
Retornando a su época en el Júnior, club que también terminó amando, Bolaño contribuyó con su efectividad al quitar la pelota y su magia para salir por la banda izquierda, en el equipo que en 1977 le dio la primera estrella a la institución barranquillera. Se destacó al lado de Gabriel Berdugo, Juan Carlos Delménico, Jesús Toto Rubio, Ariel Valenciano y, claro, su amigo Comesaña. Lo hizo en un conjunto que formó el entrenador argentino José Varacka y que terminó teniendo a Juan Ramón la Bruja Verón como entrenador y goleador.
En 1980, Bolaño volvió a encontrar un funcionamiento adecuado. Una vez más brilló por la banda zurda y continuó marcando una época en una posición en la que es uno de los mejores de la historia del fútbol colombiano. Ese año fue campeón con algunos compañeros del 77 y también se puede resaltar a Miguel Ángel Converti y Bonifacio Martínez.
El futbolista oriundo de Puebloviejo también poseía la habilidad para rendir como lateral derecho, puesto en el que jugó varios partidos. Como muchos cracks colombianos de las décadas del 70 y el 80, Bolaño no salió al balompié del exterior. No obstante, dejó un legado imborrable en la memoria de quienes disfrutaron observando su talento hasta 1984, cuando se retiró con el Júnior.
Sus hijos siguieron su estela futbolística. Jorge Bolaño es el más conocido de ellos. Nació en Santa Marta, debutó en Júnior y jugó en Italia con Parma, Sampdoria, Lecce y Modena. Además, fue internacional con la selección de Colombia y terminó su carrera con Cúcuta Deportivo en 2012, un año desgraciado para la familia.
El 16 de octubre de 2012, la salud de Óscar Bolaño, que ya venía empeorando, recibió un golpe certero. Sufrió un derrame cerebral. Él, al igual que varios de sus excompañeros, no logró pensionarse y su esposa, María del Socorro Correa, comenzó una lucha para que entidades médicas le ayudaran con el tratamiento al exjugador. La ayuda fue prácticamente nula y sus hijos Jorge y Óscar se hicieron cargo.
(Ángel María Torres, el genio colombiano de los goles olímpicos)
Bolañito, como le decían en los históricos planteles que conformó en Unión Magdalena, Santa Fe y Júnior, perdió el 90 % de su visión. En las penumbras decía que él seguiría luchando por su vida como más de 300 veces lo hizo en partidos del fútbol profesional. Batalló. Y las fuerzas le aguantaron hasta el 29 de enero de 2017, fecha en que falleció a los 65 años.
Óscar Emilio Bolaño Meza fue sepultado en el cementerio San Miguel de Santa Marta. En medio de anécdotas de sus partidos memorables, estuvo rodeado, entre otros, de Eduardo Julián Retat y Carlos Alberto el Pibe Valderrama. Su féretro fue arropado por una bandera del Unión Magdalena, el club que le generó pasión cuando era un infante que únicamente soñaba con ser futbolista profesional.
Lo fue con honores. La calidad sobre su juego se seguirá difundiendo entre generaciones. Muchos, sin dudarlo, ponen a Óscar Bolaño como lateral izquierdo en el ejercicio de armar el once ideal de la selección de Colombia de todos los tiempos. Era natural su tranquilidad para comportarse como ser humano y ser elegante como futbolista. Tal vez, como dice Comesaña, “por esa manera de ser no trascendió como otros que eran menos que él. Parecía insignificante, pero en la cancha era un león. Era un fenómeno”.