Antonio Conte: La pasión como principio para entender el fútbol y la vida
El italiano será el nuevo entrenador de Tottenham en la Premier League. Un entrenador exitoso, que potencia los equipos por los que pasa y que tiene en la intensidad su principal idea de estilo de juego y de su forma de ser.
Fernando Camilo Garzón
Era 2016, Italia jugaba la Eurocopa en Francia y Antonio Conte, que era el entrenador de la Azzurra, dijo una frase, en una entrevista para El País (España), que define muy bien su estilo, dentro y fuera del campo: “No soporto a la gente desapasionada. La falta de pasión me saca de quicio”.
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Era 2016, Italia jugaba la Eurocopa en Francia y Antonio Conte, que era el entrenador de la Azzurra, dijo una frase, en una entrevista para El País (España), que define muy bien su estilo, dentro y fuera del campo: “No soporto a la gente desapasionada. La falta de pasión me saca de quicio”.
Seco y certero, contundente, así como entiende el fútbol. En los equipos de Conte es fácil encontrar una identidad porque hay varios factores comunes que saltan a la vista. El más evidente, que ya fue dicho, es que son escuadras emocionalmente intensas. Sin embargo, hay otros. Para empezar, generalmente se hace cargo de equipos alicaídos, que vienen de menos y resultan en más. Conjuntos que perdieron la gloria y que con la llegada del estratega leccesi llegan en poco tiempo a la cima. Conte tiene un efecto inmediato.
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Así le pasó en Juventus, escuadra con la que empezó una hegemonía de una década; en la selección, a la cual devolvió al primer plano internacional; en Chelsea, al que sacó campeón tras la abrupta salida de José Mourinho; en Inter, con el que cortó la hegemonía de la Vecchia Signora, que él mismo había empezado. Por eso, se espera que la fórmula se repita en su nuevo club: Tottenham.
Con todos sus equipos anteriores Conte supo exprimir lo que más pudo la naranja, tanto que al final se quedaron sin jugo. Y ese es el segundo rasgo característico de los conjuntos que dirige, que la intensidad es tanta que es difícil prolongarla en el tiempo. Tal vez, la muestra más clara de ese desgaste se vio en Chelsea, el único equipo del que el italiano no se fue por su propia voluntad y que tenía todos los elementos para dominar Europa. Sin embargo, el paso del tiempo pesó mucho más que la idea y el cansancio con los directivos y los jugadores fue demasiado.
Y es que los equipos de Conte resultan muy físicos. Siempre van a tope. Se les conoce principalmente por el carácter, como ya fue dicho, aunque también tienen en el estilo de juego un tercer rasgo característico, que se divide en varios, pero que parte del mismo principio anterior: la pasión.
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Sus ideas pudieron verse muy bien y con claridad en su última escuadra, el Inter de Milán. Un equipo rápido en transiciones ofensivas y muy agresivo en la mitad de la cancha. Sobre el campo no se negaba ni una gota de sudor, sustentados, dicho por el propio estratega, en el trabajo de su jugador fetiche: Arturo Vidal.
Un estilo al que hay que sumarle la salida con el balón con centrales abiertos, carrileros ubicados en cuartos ofensivos y triangulaciones entre la zona de defensas y los volantes. Un esquema creado, además, para nutrir de balones largos al nueve, Romelu Lukaku, que era todo un portento físico, en caso de que la salida se viera truncada.
Las escuadras de Conte presentan soluciones para adaptarse al rival y se basan en la agresividad para defender y recuperar rápido la pelota. No son conjuntos pacientes, viven de asfixiar al contrario.
Conte ha demostrado que cuando da en la tecla con los jugadores y el proyecto, el éxito está asegurado. Por eso es exigente y por eso se fue del Inter. Había avisado, después de no ganar nada el primer año, que no quería ser parachoques de los dirigentes y que si no le garantizaban una inversión a futuro él se iba a ir de inmediato. Y al año siguiente, después de ganarle la Serie A a la Juventus de Pirlo y de Cristiano Ronaldo, cuando no encontró una respuesta positiva por parte de los empresarios chinos que manejan a los nerazzurri se marchó. Y fue de inmediato, sin medias tintas porque Antonio Conte nunca se esconde.
Su pasión, ha contado en varias entrevistas, viene de jugar en la calle. Se dedicó al fútbol porque entendió, desde que era niño, que eso era lo que quería hacer en la vida. Se le reveló en la escuela de su natal Lecce, jugando con sus compañeros en recreos en los que se imaginaban que conquistaban San Siro. Había espíritu y eran otros tiempos, sin las comodidades que tienen los jugadores hoy en día.
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Como jugador triunfó. Principalmente en Juventus y en la selección de Italia. Y como entrenador replicó el éxito y hoy en día es uno de los estrategas más respetados del mundo. Es, principalmente, pupilo de Marcello Lippi, director técnico campeón del mundo, pero también de Carlo Ancelotti, maestro de otros tantos.
Antonio Conte vive y respira fútbol. Sus ayudantes dicen que es un obsesionado del trabajo físico, aunque quienes lo conocen también hablan de que es un loco de la táctica. Sus equipos son el mejor testimonio de su trabajo e ilusiona el nuevo proyecto que emprenderá en los Spurs, un equipo hecho a su medida porque tiene mucho campo para explorar y llegar a lo más alto del fútbol europeo.