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Fue el regreso esperado, no por lo colectivo, sí por lo individual. James Rodríguez fue uno de los mejores jugadores del Bayern Múnich en el empate 2-2 con el Real Madrid, en el Santiago Bernabéu, que al final le dio al club español el tiquete a la final de la Champions League, su tercera de manera consecutiva.
El volante colombiano estuvo en cancha 84 minutos, siempre procuró jugar a primera intenció y se encargó de comandar la mayoría de los ataques del conjunto alemán. De hecho, por sus pies pasó la pelota en las opciones más claras. Y como era de esperarse, para él, fue un partido especial. Por eso corrió, bajó, peleó, y hasta marcó un gol, el segundo de su equipo.
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En números, lo de James fue muy bueno. Realizó un total de 76 pases y tuvo una precisión del 82,9%, uno de los más altos de todos los que estuvieron en el terreno de juego. Además, remató cinco veces a puerta y en uno de los rebotes, que él mismo generó, la metió por debajo de las piernas de Keylor Navas para mandar la pelota al fondo de la red.
Como lo había dicho en la rueda de prensa no festejó. Pidió disculpas y siempre apeló al juego limpio. Incluso a falta de 12 minutos para el final, cuando Marco Asensio se cayó solo y quedó resentido en la cancha, el colombiano lanzó la pelota fuera del terreno de juego para que su ex compañero fuera atendido. No tuvo partido completo como en Alemania, pues Jupp Heynckes lo reemplazó en el final del juego por el español Javi Martínez.
En lo personal, James cumplió, pero ese desempeño no fue suficiente para vencer al Madrid, para quitarse la paternidad del club merengue y para darle el pase al Bayern a la final. Saludo fraternal con algunos jugadores, palmas de la tribuna cuando fue reemplazado y una sensación de satisfacción a medias porque aunque no se dio el resultado esperado, el 10 de la selección de Colombia cumplió.