Athletic Club, el equipo que juega con y para su gente
El club de Bilbao ha mantenido su tradición de solo tener jugadores vascos, o formados en esa región de España, por más de 100 años. Esta es la historia del conjunto que este jueves enfrenta a Barcelona por los cuartos de final de la Copa del Rey.
Camilo Amaya - Bilbao *
En el restaurante Bascook, de Bilbao, ubicado en un antiguo almacén de sal, Tomás Ondarra responde a una pregunta que quizá todo foráneo le formula. Y la pasión con que lo hace suscita más credibilidad. “Queremos ganar títulos con nuestra gente. Eso es lo que nos importa”. El miembro de la Junta Directiva del Athletic Club expone el porqué de una tradición que persevera a pesar de las dinámicas de oferta y demanda del fútbol europeo. Cuenta, con magnificencia y con la paciencia del detalle, que el equipo solo tiene futbolistas nacidos en la región vasca o que hayan hecho su proceso deportivo en este territorio. Y aunque esta costumbre pareciera ser sinuosa como la vida misma, lo cierto es que se mantiene pese a la necesidad de todos los días y de todas las horas.
Y para entenderla solo basta con caminar por Bilbao y hablar con los hinchas que expresan su beneplácito para que esto perdure, para que Athletic siga siendo de la gente y para la gente. “Desde muy pequeños, a los chicos se les enseña que el club lo más grande que hay. Y que la grandeza no está en tener muchos trofeos sino en la manera de conseguirlos”, agrega Rafael Alkorta, director deportivo de la institución. De hecho, en las divisiones inferiores se sabe que debutar en primera, con la camiseta a rayas, es más factible que hacerlo en escuadras como Real Madrid y Barcelona, y por eso la entrega y la fidelización. Porque ser de Athletic no es solo representar unos colores, también es hacer parte de una estirpe, es ser único, es retribuir esa exclusividad con un respeto y cariño similar al que se le tiene a la familia.
Por ejemplo, en la Plaza Nueva, donde queda la sede de la Academia de la Lengua Vasca, dos niños juegan a la pelota. Ambos quieren ser delanteros, pero después de un sorteo corto, al más grande le toca defender un arco imaginario. Los dos son hinchas de Athletic y cuando se les pregunta por Lionel Messi y Barcelona, o por Sergio Ramos y Real Madrid, la respuesta es contundente, muy certera para su corta edad (ocho y nueve años). “No tienen identidad”. Pero, siendo tan pequeños, ¿entienden lo que realmente significa la palabra identidad? Pues parece que sí, porque lo explican con la racionalidad del adulto.
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“No basta con ser el mejor, hay que ser auténtico”, dice uno ellos de la manera más casual y con mucha personalidad. Durante más de 100 años el club se ha encargado de que las gentes sepan que son el corazón de todo, y que si el corazón deja de latir, la vida se esfuma. “Llevamos los valores de una comunidad y un pueblo. Y el mundo entero nos conoce, y tenemos reconocimientos importantes”, añade Alkorta haciendo alusión a que Athletic es uno de los tres conjuntos españoles que nunca ha descendido (Real Madrid y Barcelona son los otros).
Tal es la conexión entre equipo de fútbol e hinchada que cuando se tomó la decisión de que era necesario tener una nueva casa, las directivas no quisieron construir un estadio moderno en las lejanías, sino que lo hicieron al lado para que las gentes no perdieran el hábito de tomarse un trago en los lugares de siempre, antes y después de cada partido. “Los dueños de los restaurantes y los bares circundantes también son socios, son muy conocidos, y no podíamos alterar eso. Era romper un eslabón de la cadena y acá procuramos mantener y cuidar todos los detalles”, apunta Borja González, responsable de la explotación comercial del escenario.
Aunque muchos podrían llamarle egoísmo y regionalismo, esta filosofía ha sido de gran aporte para el fútbol español en general, ha contribuido con su crecimiento. Desde José María Belauste, el hombre que inventó el apelativo de la furia española cuando jugaba en la selección (Juegos Olímpicos de Amberes en 1920), pasando por Telmo Zarra, José Ángel Iribar, hasta Andoni Zubizarreta y el famoso Rafael Moreno Aranzadi, mejor conocido como Pichichi, nombre que ahora se le da al goleador de cada temporada en La Liga (cuando un equipo pisa por primera vez San Mamés suele llevar una ofrenda floral al busto del ex jugador fallecido en 1922 a causa de Tifus).
Invertir en uno mismo
A las afueras de Bilbao queda la sede del Athletic, Lezama, un lugar en el que la constante bruma agranda el misticismo del club. Allí hay cuatro campos sintéticos y cuatro con grama natural, la misma que se maneja en San Mamés para que desde muy pequeños los jugadores se familiaricen con el césped. Desde 1971, el equipo ha invertido grandes sumas de dinero para hacer de este complejo una pequeña ciudad deportiva que supla las necesidades de todas las categorías. Desde gimnasio, un coliseo para trabajar cuando las temperaturas son muy bajas, hasta salones para que los jóvenes que estudian tengan acompañamiento de docentes en sus tareas. “Cada mes se miran los boletines de notas y de comportamiento. Y eso tiene repercusiones, pues la prioridad siempre será formar personas que aporten a la comunidad. Después futbolistas”, dice Alkorta.
Ese dinero que no se gasta contratando extranjeros se invierte en capacitaciones para los entrenadores, en médicos deportólogos, nutricionistas, preparadores físicos y toda clase de talento humano que aporta a la cadena de producción. Esta academia, de fama mundial, no solo nutre a la escuadra profesional sino respalda el modo de entender el deporte como un transformador social. “Los arropamos y ese cariño crea un sentido de pertenencia único, poco frecuente en un medio en el que las grandes sumas de dinero parecen mandar”, apunta Ondarra.
A su manera, Athletic hace que sus futbolistas, sus trabajadores, sus aficionados y todo aquel que tenga que ver con la institución mantenga un orgullo tan natural por una relación que es cercana y amena. Por eso es normal escuchar frases como “acá no nos importa ganar la Champions o La Liga, nos conformamos con llegar a final de la Copa del Rey” o “con cantera y afición, no hace falta la importación” (lema del equipo). La nación Athletic (23 títulos de la Copa del Rey y ocho del torneo local) abarca mucho más que el simple juego, va desde una chaqueta con el Ría de Bilbao bordado por una madre (una iglesia, un árbol con lobos entrelazados y unas franjas blancas y rojas), hasta un niño pidiéndole a su padre una camiseta del equipo con su nombre en la espalda, pues aquí el escudo del frente es tan importante como el apellido que está atrás.
*Invitado por la organización de LaLiga
En el restaurante Bascook, de Bilbao, ubicado en un antiguo almacén de sal, Tomás Ondarra responde a una pregunta que quizá todo foráneo le formula. Y la pasión con que lo hace suscita más credibilidad. “Queremos ganar títulos con nuestra gente. Eso es lo que nos importa”. El miembro de la Junta Directiva del Athletic Club expone el porqué de una tradición que persevera a pesar de las dinámicas de oferta y demanda del fútbol europeo. Cuenta, con magnificencia y con la paciencia del detalle, que el equipo solo tiene futbolistas nacidos en la región vasca o que hayan hecho su proceso deportivo en este territorio. Y aunque esta costumbre pareciera ser sinuosa como la vida misma, lo cierto es que se mantiene pese a la necesidad de todos los días y de todas las horas.
Y para entenderla solo basta con caminar por Bilbao y hablar con los hinchas que expresan su beneplácito para que esto perdure, para que Athletic siga siendo de la gente y para la gente. “Desde muy pequeños, a los chicos se les enseña que el club lo más grande que hay. Y que la grandeza no está en tener muchos trofeos sino en la manera de conseguirlos”, agrega Rafael Alkorta, director deportivo de la institución. De hecho, en las divisiones inferiores se sabe que debutar en primera, con la camiseta a rayas, es más factible que hacerlo en escuadras como Real Madrid y Barcelona, y por eso la entrega y la fidelización. Porque ser de Athletic no es solo representar unos colores, también es hacer parte de una estirpe, es ser único, es retribuir esa exclusividad con un respeto y cariño similar al que se le tiene a la familia.
Por ejemplo, en la Plaza Nueva, donde queda la sede de la Academia de la Lengua Vasca, dos niños juegan a la pelota. Ambos quieren ser delanteros, pero después de un sorteo corto, al más grande le toca defender un arco imaginario. Los dos son hinchas de Athletic y cuando se les pregunta por Lionel Messi y Barcelona, o por Sergio Ramos y Real Madrid, la respuesta es contundente, muy certera para su corta edad (ocho y nueve años). “No tienen identidad”. Pero, siendo tan pequeños, ¿entienden lo que realmente significa la palabra identidad? Pues parece que sí, porque lo explican con la racionalidad del adulto.
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“No basta con ser el mejor, hay que ser auténtico”, dice uno ellos de la manera más casual y con mucha personalidad. Durante más de 100 años el club se ha encargado de que las gentes sepan que son el corazón de todo, y que si el corazón deja de latir, la vida se esfuma. “Llevamos los valores de una comunidad y un pueblo. Y el mundo entero nos conoce, y tenemos reconocimientos importantes”, añade Alkorta haciendo alusión a que Athletic es uno de los tres conjuntos españoles que nunca ha descendido (Real Madrid y Barcelona son los otros).
Tal es la conexión entre equipo de fútbol e hinchada que cuando se tomó la decisión de que era necesario tener una nueva casa, las directivas no quisieron construir un estadio moderno en las lejanías, sino que lo hicieron al lado para que las gentes no perdieran el hábito de tomarse un trago en los lugares de siempre, antes y después de cada partido. “Los dueños de los restaurantes y los bares circundantes también son socios, son muy conocidos, y no podíamos alterar eso. Era romper un eslabón de la cadena y acá procuramos mantener y cuidar todos los detalles”, apunta Borja González, responsable de la explotación comercial del escenario.
Aunque muchos podrían llamarle egoísmo y regionalismo, esta filosofía ha sido de gran aporte para el fútbol español en general, ha contribuido con su crecimiento. Desde José María Belauste, el hombre que inventó el apelativo de la furia española cuando jugaba en la selección (Juegos Olímpicos de Amberes en 1920), pasando por Telmo Zarra, José Ángel Iribar, hasta Andoni Zubizarreta y el famoso Rafael Moreno Aranzadi, mejor conocido como Pichichi, nombre que ahora se le da al goleador de cada temporada en La Liga (cuando un equipo pisa por primera vez San Mamés suele llevar una ofrenda floral al busto del ex jugador fallecido en 1922 a causa de Tifus).
Invertir en uno mismo
A las afueras de Bilbao queda la sede del Athletic, Lezama, un lugar en el que la constante bruma agranda el misticismo del club. Allí hay cuatro campos sintéticos y cuatro con grama natural, la misma que se maneja en San Mamés para que desde muy pequeños los jugadores se familiaricen con el césped. Desde 1971, el equipo ha invertido grandes sumas de dinero para hacer de este complejo una pequeña ciudad deportiva que supla las necesidades de todas las categorías. Desde gimnasio, un coliseo para trabajar cuando las temperaturas son muy bajas, hasta salones para que los jóvenes que estudian tengan acompañamiento de docentes en sus tareas. “Cada mes se miran los boletines de notas y de comportamiento. Y eso tiene repercusiones, pues la prioridad siempre será formar personas que aporten a la comunidad. Después futbolistas”, dice Alkorta.
Ese dinero que no se gasta contratando extranjeros se invierte en capacitaciones para los entrenadores, en médicos deportólogos, nutricionistas, preparadores físicos y toda clase de talento humano que aporta a la cadena de producción. Esta academia, de fama mundial, no solo nutre a la escuadra profesional sino respalda el modo de entender el deporte como un transformador social. “Los arropamos y ese cariño crea un sentido de pertenencia único, poco frecuente en un medio en el que las grandes sumas de dinero parecen mandar”, apunta Ondarra.
A su manera, Athletic hace que sus futbolistas, sus trabajadores, sus aficionados y todo aquel que tenga que ver con la institución mantenga un orgullo tan natural por una relación que es cercana y amena. Por eso es normal escuchar frases como “acá no nos importa ganar la Champions o La Liga, nos conformamos con llegar a final de la Copa del Rey” o “con cantera y afición, no hace falta la importación” (lema del equipo). La nación Athletic (23 títulos de la Copa del Rey y ocho del torneo local) abarca mucho más que el simple juego, va desde una chaqueta con el Ría de Bilbao bordado por una madre (una iglesia, un árbol con lobos entrelazados y unas franjas blancas y rojas), hasta un niño pidiéndole a su padre una camiseta del equipo con su nombre en la espalda, pues aquí el escudo del frente es tan importante como el apellido que está atrás.
*Invitado por la organización de LaLiga