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En el fútbol hay varias máximas, una de ellas es que “las finales no se juegan, se ganan”. Si a eso se le suma que en la instancia definitiva se trata de un clásico, otro duelo en el que está prohibido perder, se tiene el condimento de un partidazo. Por eso, el juego de ayer entre Real Madrid y Barcelona, con victoria 1-3 para estos últimos, era tan importante.
La cita era en la final de la Supercopa de España, y los dos mejores equipos de ese país se sacaron chispas desde que sonó el pitazo inicial en el estadio rey Fahd, en Riad, Arabia Saudita.
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Gavi, Robert Lewandowski y Pedri anotaron los goles que le dieron a la Xavineta la victoria. El Madrid apenas pudo descontar con Karim Benzema.
Este partido sirvió para medir el aceite de los dos más grandes equipos de España de cara a lo que será el desenlace de la temporada 2022-2023, en la que están en juego los torneos de mayor peso: la Liga y la Copa.
El bálsamo para Xavi
Aunque los catalanes son líderes de la liga, su estilo de juego está lejos de convencer a su público. Ha sido una temporada dura para ellos. La eliminación en fase de grupos de la Liga de Campeones, más las victorias en las que pidió la hora con equipos del ascenso en Copa del Rey, dejaron a Xavi Hernández en el ojo del huracán.
Desde luego, la victoria contra el eterno rival siempre será importante y también sirvió para que Xavi consiguiera su primer título como entrenador culé.
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El trofeo que levantó Sergio Busquets en tierras árabes es el espaldarazo a un proceso de paso irregular.
En la estadística, el actual estratega culé ha registrado menos puntos por partido (2,02) que algunos de sus predecesores como Quique Setién (2,08), Ernesto Valverde (2,23) y Luis Enrique (2,41). Solo Ronald Koeman (1,96) registró un promedio peor que el excapitán del Barça.
El fin de la sequía
Xavi llegó al conjunto catalán para apagar un incendio. Salvo por Busquets, Jordi Alba, Marc-André ter Stegen y Sergi Roberto, el equipo era prácticamente nuevo. Aunque le costó en el arranque, con Robert Lewandoski, Raphinha, Ousmane Dembélé, Gavi y Pedri, el director técnico español está consolidando una idea.
La obtención de la Supercopa, que suele ser vista como un trofeo menor, pues en comparación con La Liga y la Copa del Rey no tiene tanto estatus, permite a los culés encarar lo que resta del año con la certeza de que ganar títulos con frecuencia, como ocurrió en un pasado no muy lejano, es posible.
El cuadro blaugrana mostró un juego de toque con llegadas; una actuación que rima con la época de Messi y Guardiola. Después de 638 días, Barcelona se volvió a sentir como el mejor de algo.
También es un bálsamo para el presidente culé Joan Laporta, quien llegó a la dirigencia del club en medio de su peor crisis económica: la salida de Messi. Se la jugó vendiendo un porcentaje de los derechos de imagen del equipo para financiar los salarios de una nómina que le pudiera plantar la cara al campeón de todo: su eterno rival.
El Madrid también pierde finales
Carlo Ancelotti, estratega del conjunto merengue y campeón de todo en cada liga que disputó, tenía la misión de demostrar que su equipo seguía siendo el mejor del mundo. No obstante, el equipo campeón de Europa y del mundo fue superado tácticamente por su rival.
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Había pasado mucho desde la última vez que el cuadro merengue sufrió tanto en una derrota. Toni Kroos y Luka Modric, los referentes, tuvieron una tarde para el olvido, al igual que los defensores vikingos, y viajan de vuelta a Madrid con el propósito de retomar la solidez que los ha caracterizado en los últimos años.
En la Liga, la casa blanca es el principal perseguidor del Barça, que lidera la competición con 41 unidades. Tan solo tres puntos separan al máximo ganador de España del conjunto culé. El podio parcial de la tabla lo completa la Real Sociedad, que ha tenido un buen semestre.
La misión para Ancelotti, de cara a lo que resta de temporada, es demostrar que lo de este domingo fue un accidente y que la mística de ganar y después preguntar el cómo sigue intacta. La Liga no es su único objetivo. Además de la Copa, tiene la difícil labor de defender el título en la Liga de Campeones.
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