Compatriotas en el triunfo, inmigrantes en la derrota
La discriminación que sufrieron los jugadores de origen africano en la selección de Francia no son casos aislados. El racismo y la xenofobia siguen presentes en los campos de fútbol.
Daniel Bello
En medio de la intensidad con la que los futboleros viven su deporte, es habitual que se den escenas de alta emocionalidad. La presión y la ansiedad convierten al espectador pasional en un ser impulsivo y muchas veces muestra los odios que carga consigo en los casos en que la frustración no le permite ocultar su forma discriminatoria de ver el mundo.
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En medio de la intensidad con la que los futboleros viven su deporte, es habitual que se den escenas de alta emocionalidad. La presión y la ansiedad convierten al espectador pasional en un ser impulsivo y muchas veces muestra los odios que carga consigo en los casos en que la frustración no le permite ocultar su forma discriminatoria de ver el mundo.
El ejemplo más reciente fue la final de la Copa Mundial de Fútbol Catar 2022, que Francia perdió con Argentina en los penaltis tras un emocionante 3-3 en 120 minutos. Tras el desenlace del partido, los jugadores de origen extranjero fueron víctimas de ataques y mensajes de odio en sus redes sociales.
Los más señalados fueron Randal Kolo Muani, Aurélien Tchouaméni y Kingsley Coman. El primero tuvo una opción de gol en el último minuto de la prórroga, que el portero Emiliano Martínez logró despejar, mientras que los otros dos malograron sus lanzamientos en la serie de los 12 pasos. Como consecuencia injustificada, se metieron con ellos por sus orígenes y su color de piel, por lo que se vieron obligados a limitar los comentarios en sus perfiles.
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La Federación Francesa de Fútbol condenó las publicaciones en contra de sus jugadores y anunció que presentará una denuncia formal contra sus autores. El Bayern de Múnich, donde juega Coman, también mostró su solidaridad. “El racismo no tiene lugar en el deporte o en nuestra sociedad”, publicó el equipo alemán.
El racismo que explota con la frustración
Es habitual que el mundo se vaya encima de quien erra un penal importante. Por ejemplo, a Roberto Baggio y a Franco Baresi aún los están crucificando en Italia por el penalti que fallaron contra Brasil en el Mundial del 94. No obstante, en los casos arriba mencionados, hubo un aliciente, los comentarios peyorativos que van más allá de lo deportivo.
Lo que pasó ese domingo 18 de diciembre es solo uno de muchos casos. Por ejemplo, Kylian Mbappé, referente y figura de Francia, a quien nadie le puede reclamar nada luego del triplete que marcó contra Argentina en el partido decisivo, también le han reprochado malos resultados deportivos con comentarios discriminadores.
Hace año y medio, cuando Suiza sorprendió a Francia —casualmente otro 3-3—, los entonces campeones del mundo cayeron eliminados en los octavos de final de la Eurocopa. El goleador del PSG fue señalado luego de errar su penalti, con el que sentenció la derrota de su equipo. El jugador reclamó en ese entonces que no sintió que la Federación de su país lo respaldara tras ser víctima de comentarios de odio de sus propios compatriotas.
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“Si marco, soy francés, si no, soy árabe”, dijo el francés Karim Benzema, el más reciente ganador del Balón de Oro, en una entrevista que le hicieron en 2011. El racismo y la xenofobia se respiran en el fútbol francés y así ha sido desde hace décadas.
Lo que pasa en Francia es un reflejo de la Europa occidental
Cuando Inglaterra perdió la final de la Eurocopa 2021, Marcus Rashford, Bukayo Saka y Jadon Sancho, jugadores de origen caribeño y africano, fueron víctimas de mensajes racistas, tal como sus colegas franceses.
El belga Romelu Lukaku, hijo de padres congoleños, en un espacio que tuvo con The Players Tribune dijo sentirse igual a Benzema. Si cambiamos las palabras alemán por inmigrante, tendríamos la frase con la que Mesut Özil selló su salida de la selección alemana. El volante de raíces turcas denunció en sus redes el mal trato tanto por parte de los medios de comunicación como del propio presidente de la federación teutona, en donde se ponía en duda su rendimiento, según él, no por situaciones deportivas sino por su identidad.
La diversidad como base del fútbol occidental
Pese a que la base del equipo francés es diversa, la tolerancia queda en veremos cuando los resultados no acompañan al equipo. Desde que llegaron los hijos de migrantes a les bleus, su palmarés creció considerablemente.
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Con futbolistas de sangre africana, polinesia y caribeña, Francia logró su segunda Eurocopa (2000), dos Mundiales (1998 y 2018), dos Copas Confederaciones y una Liga de Naciones. La diversidad es parte de su fútbol y de su identidad nacional. Antes de la huella migratoria, solo había un trofeo en sus vitrinas, la Eurocopa de 1984.
En el fútbol cada vez es más habitual ver selecciones globalizadas por la migración. Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica y España han encontrado talentos con orígenes más allá de sus fronteras, que les han permitido crecer y ser competitivos.
Blindar y respaldar a los futbolistas de raíces migrantes contra el odio y la discriminación es fundamental, no solo para fortalecer sus procesos deportivos, sino para alejar a quienes hacen daño del balompié.
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