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Dijo Jorge Valdano que “el fútbol es lo más importante entre las cosas menos importantes”. En Croacia era difícil imaginar este deporte en la lista de prioridades del país cuando su pueblo fue golpeado por una guerra que dejó 20.000 muertos y 500.000 desplazados. Sin embargo, después de 1998, cuando los croatas quedaron en el tercer lugar del Mundial de Francia, el fútbol se convirtió en un símbolo nacional. (Vea aquí nuestro especial del Mundial de Rusia 2018)
Hoy en Croacia, las plazas y calles del país se llenan de gente que festeja la gloria de su selección con el rostro pintado de rojo y blanco o flameado como la bandera nacional. Las personas cantan, los conductores tocan la bocina. La presidenta del país, Kolinda Grabar-Kitarovic , entra al camerino del equipo a saltar con los jugadores mientras viste la camiseta. Los fanáticos arrojan muebles por las ventanas de sus edificios. “Estamos felices de ver a esta generación experimentar su propio año 1998, de asistir a una euforia futbolística”, dice el diario croata Sportske Novosti. De repente, todos se permiten soñar y quieren repetir la gesta de hace dos décadas.
La Copa Mundo de 1998 fue la primera en la que participó Croacia como un país independiente. Antes de ello, el territorio fue parte de Yugoslavia hasta su declaración de independencia en 1991, que fue sucedida por una catastrófica guerra de cuatro años. En medio de la tensión y la desgracia que había dejado la lucha, Miroslav Blazevic, amigo y admirador del primer presidente croata, Franjo Tudman, tomó las riendas del equipo de fútbol nacional. (Lea: Cuatro técnicos van por su primer Mundial)
Conocido más tarde como el “entrenador de entrenadores”, Blazevic usó, además de tácticas y formaciones, una retórica inspirada en el discurso patriota para llevar a sus futbolistas a la cima del mundo. “Tenía hombres maravillosos, llenos de un sentimiento de patriotismo, jugadores que estaban listos para hacer grandes cosas por su país. Una de las mayores ventajas que Croacia tiene en el deporte es ese sentimiento patriótico”, afirmó el entrenador luego de su participación en Francia.
El fútbol dejó de girar en torno a la pelota y se volvió una expresión de libertad. “Cuando jugaba para Yugoslavia no significaba nada. Era sólo deporte, nada más. Luego, la sensación fue incomparable. Podíamos pensar y decir que éramos croatas. Antes no”, afirmó Igor Štimac, defensa del equipo de 1998. (Lea: Jorge Luis Pinto y su análisis de Rusia 2018)
Esa generación de futbolistas como Robert Prosinecki, Davor Suker, Slaven Bilib, Aliocha Asanovic y Zvonimir Boban se convirtió en un referente para todos los jóvenes jugadores de este pequeño país europeo de 4,3 millones de habitantes. Luego de estar relegada del mapa del fútbol mundial, hoy Croacia reaparece en escena liderada por el talento de Luka Modric e Ivan Rakitic.
El pueblo está motivado por este equipo y, mientras tiene en la cabeza los recuerdos de la gesta de 1998, sueña con alcanzar la máxima gloria en este campeonato. “Estoy orgulloso de la vara alta que se colocó. Resultaba difícil superarla. Pero ahora rezo y daría todo para que este equipo nos haga entrar en la historia y que en el futuro se hable de ellos”, comentó Blazevic antes del partido de este martes con Inglaterra. (Puede leer: El renacimiento de la selección inglesa)
Al comenzar el Mundial de Rusia, el actual entrenador de Croacia, Zlatko Dalic, evocó los recuerdos del equipo de hace dos décadas. “Vamos a buscar acercarnos a ellos, va a ser difícil repetir su recorrido pero lo vamos a intentar”, anticipó. Ahora, tras haberle ganado a Rusia y avanzar a las semifinales, parece haberse quitado de encima aquella prudencia con la que comenzó el torneo. “Respetamos a todo el mundo: Inglaterra, Bélgica y Francia, pero ninguno de ellos es mejor que nosotros”, señaló Dalic. Por ahora, los croatas tienen que vencer a los ingleses. Aunque sin importar el resultado, la historia ya hablará de esta generación que confirmó que Croacia es una pequeña superpotencia del deporte.