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                                                                                                                                Diego Maradona: un relato literario que nos recuerda que somos humanos

                                                                                                                                Su vida fue escandalosa porque en ella se reflejaron nuestras verdades: las más nobles y las más oprobiosas. “El más humano de los dioses”, dijo Eduardo Galeano.

                                                                                                                                Andrés Osorio Guillott

                                                                                                                                Coordinador newsletters
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                                                                                                                                Foto: Agencia AFP
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                (“Diego Maradona me vio y me dijo que yo era un negrote”, el piropo del ’10′ a zaguero colombiano)

                                                                                                                                “Argentina surgió ahí. Diego representa parte de lo nuestro, del fútbol. Los personajes son Eva Perón, Carlos Gardel y Diego Armando Maradona”, dijo el exfutbolista Jorge D’Alessandro. Y así fue. De la figura del Mundial de México 86 surgió el otro sol en la bandera argentina. Sus goles fueron un discurso rebelde de Evita Perón, un tango de Carlos Gardel y una oda a las calles de Villa Fiorito, donde surgió como futbolista y como un hombre que añoraba representar a su país, y que tuvo la suficiente convicción y coraje para lograrlo y reconocerse como el símbolo de un nuevo amanecer, de una venganza que muchos soñaron y de una victoria que miles sueñan y pocos logran materializar con una copa bañada en oro que pesa 6,142 kilogramos.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Puede leer: Matías Morla: ¿el “parásito comercial” que exprimió los últimos días de Diego?

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                                                                                                                                “Más allá del bien y del mal”, como se titula el libro de Nietzsche y una encarnación del superhombre, idea del mismo filósofo. Así lo sugirió Jorge Valdano en el Adiós a Diego y Adiós a Maradona, texto con el que se despidió de su amigo y que salió publicado en El País, de España: “En las dos puntas (la de la cancha y la de la vida) habitó un superhombre. En la cancha porque, rodeado de jugadores normales, fue más fuerte que los árbitros, que el poder del norte, que el súper Milan de Sacchi y que la pobre historia del Nápoles. Era él contra el mundo. Y ganaba él. En el Mundial 86, donde jugó en estado de gracia, su genialidad conoció el punto más alto el día que venció a Inglaterra. Como hizo Homero con su Ulises, conviene no hacer descripciones externas y reservar para Diego los mismos calificativos que para el héroe de la Odisea: “Sagaz”, “mañoso”, “certero”, “de muchos trucos”. El fútbol de Diego estaba hecho de belleza, de creatividad, de orgullo, de hombría y, aquella tarde frente a Inglaterra, de argentinidad al palo, con proporciones parecidas de viveza y habilidad. Diego marcó un gol estratosférico y otro tramposo. Aquí está el mejor ejemplo de esa frase que aplicamos en ocasiones menos oportunas que esta: estaba por encima del bien y del mal”.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Le puede interesar: Diego Maradona, una vida en números

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                                                                                                                                Pero los dioses no se jubilan, por humanos que sean. Él nunca pudo regresar a la anónima multitud de donde venía. La fama, que lo había salvado de la miseria, lo hizo prisionero”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Seguramente habrá que disculparse como lo hizo Eduardo Sacheri cuando escribió en 1995 que “Sigo siendo incapaz de juzgarlo con la misma vara con la que juzgo al resto de los seres humanos. Y ojo que no sólo no es un pobre muchacho saturado de virtudes.

                                                                                                                                Tiene muchos defectos. Tiene tal vez tantos defectos como quien escribe estas líneas, o como el que más. Para el caso es lo mismo. Pese a todo, señores, sigo sintiéndome incapaz de juzgarlo. Mi juicio crítico se detiene ante él, y lo dispensa”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Diego Armando Maradona en las semifinales del Mundial de Italia 90 ante los anfitriones del campeonato.
                                                                                                                                Foto: Agencia AFP
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                (“Diego Maradona me vio y me dijo que yo era un negrote”, el piropo del ’10′ a zaguero colombiano)

                                                                                                                                “Argentina surgió ahí. Diego representa parte de lo nuestro, del fútbol. Los personajes son Eva Perón, Carlos Gardel y Diego Armando Maradona”, dijo el exfutbolista Jorge D’Alessandro. Y así fue. De la figura del Mundial de México 86 surgió el otro sol en la bandera argentina. Sus goles fueron un discurso rebelde de Evita Perón, un tango de Carlos Gardel y una oda a las calles de Villa Fiorito, donde surgió como futbolista y como un hombre que añoraba representar a su país, y que tuvo la suficiente convicción y coraje para lograrlo y reconocerse como el símbolo de un nuevo amanecer, de una venganza que muchos soñaron y de una victoria que miles sueñan y pocos logran materializar con una copa bañada en oro que pesa 6,142 kilogramos.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Puede leer: Matías Morla: ¿el “parásito comercial” que exprimió los últimos días de Diego?

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                                                                                                                                “Más allá del bien y del mal”, como se titula el libro de Nietzsche y una encarnación del superhombre, idea del mismo filósofo. Así lo sugirió Jorge Valdano en el Adiós a Diego y Adiós a Maradona, texto con el que se despidió de su amigo y que salió publicado en El País, de España: “En las dos puntas (la de la cancha y la de la vida) habitó un superhombre. En la cancha porque, rodeado de jugadores normales, fue más fuerte que los árbitros, que el poder del norte, que el súper Milan de Sacchi y que la pobre historia del Nápoles. Era él contra el mundo. Y ganaba él. En el Mundial 86, donde jugó en estado de gracia, su genialidad conoció el punto más alto el día que venció a Inglaterra. Como hizo Homero con su Ulises, conviene no hacer descripciones externas y reservar para Diego los mismos calificativos que para el héroe de la Odisea: “Sagaz”, “mañoso”, “certero”, “de muchos trucos”. El fútbol de Diego estaba hecho de belleza, de creatividad, de orgullo, de hombría y, aquella tarde frente a Inglaterra, de argentinidad al palo, con proporciones parecidas de viveza y habilidad. Diego marcó un gol estratosférico y otro tramposo. Aquí está el mejor ejemplo de esa frase que aplicamos en ocasiones menos oportunas que esta: estaba por encima del bien y del mal”.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Le puede interesar: Diego Maradona, una vida en números

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                                                                                                                                Pero los dioses no se jubilan, por humanos que sean. Él nunca pudo regresar a la anónima multitud de donde venía. La fama, que lo había salvado de la miseria, lo hizo prisionero”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Maradona sí trascendió al contexto de la Guerra de Las Malvinas y a la dictadura argentina, pero es hijo directo de ese momento oscuro para su país. Él fue la alegría y la esperanza que muchos no encontraron en el Estado que desapareció a muchos años antes. No mató a nadie, pero fue el grito de revancha y el puño del desahogo. Y de ahí en adelante fue preso de su destino, de su gloria, y nunca más supo salir de esa esclavitud que provocan las idolatrías y las gratitudes de hinchas fervorosos que bien señaló el escritor uruguayo. Su vida se convirtió en una ascensión constante al paraíso de los recuerdos y de la felicidad anclada a las memorias, y de un descenso doloroso para muchos al averno de los placeres humanos, a esa ignominia que vive entre nosotros, que reproducimos en pequeñas y grandes escalas, y que escandaliza cuando la visibilizan las cámaras que funcionan más con el morbo y la fortuna a costa de la destrucción del otro.

                                                                                                                                Seguramente habrá que disculparse como lo hizo Eduardo Sacheri cuando escribió en 1995 que “Sigo siendo incapaz de juzgarlo con la misma vara con la que juzgo al resto de los seres humanos. Y ojo que no sólo no es un pobre muchacho saturado de virtudes.

                                                                                                                                Tiene muchos defectos. Tiene tal vez tantos defectos como quien escribe estas líneas, o como el que más. Para el caso es lo mismo. Pese a todo, señores, sigo sintiéndome incapaz de juzgarlo. Mi juicio crítico se detiene ante él, y lo dispensa”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                No es justificar sus oprobios con la actitud de todos nosotros. Pero sí hay una especie de artilugio que lo blinda. No es elogiar con los sesgos de la pasión sus errores, pero fue humano, tan humano que así se mostró y así se levantó. Se mostró vulnerable ante el poder, marginal y nauseabundo en medio de las mafias y los excesos, pero también sencillo e irreverente ante lo injusto y lo inverosímil.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Y sí, concuerdo con Sacheri cuando dice en la misma misiva que “la culpa de todo la tiene el tiempo. Sí, como lo escuchan, el tiempo. El tiempo que se empeña en transcurrir, cuando a veces debería permanecer detenido. El tiempo que nos hace la guachada de romper los momentos perfectos, inmaculados, inolvidables, completos. Porque si el tiempo se quedara ahí, inmortalizando a los seres y a las cosas en su punto justo, nos libraría de los desencantos, de las corrupciones, de las ínfimas traiciones tan propias de nosotros los mortales”, pero también concuerdo en que el tiempo fue y será siempre de él, y de ahí, tal vez, su lado más divino, y de ahí que Mario Benedetti haya dicho con la vara del poeta, que fue la misma con la que Diego hizo su legado, que Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa / Y aunque otros olviden tus festejos / Las noches sin amos quedaron lejos / Y lejos el pesar que desalienta. / Tu edad de otras edades se alimenta / No importa lo que digan los espejos / Tus ojos todavía no están viejos / Y miran, sin mirar, más de la cuenta. / Tu esperanza ya sabe su tamaño / Y por eso no habrá quien la destruya / Ya no te sentirás solo ni extraño. / Vida tuya tendrás y muerte tuya / Ha pasado otro año, y otro año / Les has ganado a tus sombras, aleluya.

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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