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En la mayoría de los equipos hay jugadores que son claves para los entrenadores. Esos que tal vez no brillan tanto como los goleadores o los arqueros, que no son tan reconocidos por los aficionados, pero sí importantes para sus compañeros y fundamentales a la hora de darle solidez al colectivo.
Y Eduard Andrés Atuesta Velasco es uno de ellos. El volante central de la selección sub-23 de Colombia es el hombre que le da equilibrio al conjunto que dirige Arturo Reyes. Por eso es el capitán, aunque también por su liderazgo y voz de mando. Más de cien partidos como profesional, en Independiente Medellín y Los Ángeles F. C., lo convierten en uno de los más experimentados del plantel que buscará desde hoy ante Brasil (8:00 p.m.) un cupo a los Juegos de Tokio 2020.
Jugará como local, pues nació, el 18 de junio de 1997, en Vélez (Santander) y el cuadrangular final del torneo Preolímpico se disputará en el estadio Alfonso López de Bucaramanga. Una motivación extra para él, que suma once partidos con la camiseta amarilla de la selección.
Fue baja por suspensión en el duelo del jueves pasado ante Chile, el último de la fase de grupos. Y su ausencia se notó. Ahora regresa para poner la casa en orden.
“Tenemos claros nuestros errores y nuestras fortalezas. La preparación se trató de eso y seguro vamos a mejorar”, admite el futbolista, de 1,80 metros de estatura y 73 kilogramos de peso.
Atuesta asegura que “ahora cada partido será una final y lo sabemos. Como capitán, he tratado de ser líder dentro y fuera de la cancha: en el hotel, en el camerino, hablando con mis compañeros. Es el momento de sacar nuestra jerarquía y lograr ese cupo a Tokio”.
El fútbol en las venas
Si hay alguien a quien Eduard le debe haberse enamorado del fútbol desde muy niño es a su abuelo, Jorge. Era él quien lo sacaba a jugar al parque y trataba de enseñarle cómo patear el balón, cómo cabecear, cómo bajarlo con el pecho. Le explicaba la manera de posicionarse en la cancha. Era él, incluso, quien lo acompañaba a los partidos con el equipo del colegio Agustiniano y quien lo llevó a su primer club, el Independiente Floridablanca, que le sirvió para que lo vieran y lo convocaran a la selección de Santander.
Con apenas 16 años, Atuesta se fue a probar suerte a Medellín. Se presentó a una convocatoria en el club poderoso y quedó, a pesar de que era para jugadores dos o tres años mayores.
Llamó la atención, pues tenía mucha personalidad y jugaba con la cabeza levantada. Pero sobre todo porque en la prueba, que duró dos horas, no intentó lucirse, sino que el equipo en el que estaba ganara.
Eso impresionó a David Montoya y Óscar Pérez, por entonces asistentes de Leonel Álvarez en el equipo profesional, quienes le recomendaron al estratega ir acercándolo al plantel. Por supuesto que también lo recomendaron para la selección de Antioquia, con la que ganó el Campeonato Nacional Juvenil y los Juegos Nacionales de 2015.
Era cuestión de tiempo que debutara en primera división. Y lo hizo en abril de 2016. En ese semestre jugó once partidos, cuatro de ellos de la Liga que ganó el Medellín. Luego vino su consolidación en el equipo rojo y su paso, en 2018, a la MLS de los Estados Unidos.
Se fue a préstamo a Los Angeles F.C. por recomendación de Juan Pablo Ángel. Y de inmediato convenció al experimentado técnico Bob Bradley, quien le vio las condiciones para ser el caudillo del medio campo.
Desde entonces ha disputado 63 partidos con el equipo californiano, con el que ha marcado cinco goles y llegó el año pasado a las semifinales de la liga local.
“Jugar en Estados Unidos me ha servido mucho. Es un fútbol más dinámico y físico, de mucha intensidad, que a veces es lo que nos falta a los latinos. Para mi madurez como persona y como profesional, creo que ha sido una etapa de mucho crecimiento”, admite el único hijo del matrimonio entre Eduard Atuesta y Mary Velasco, quienes siempre lo han apoyado en su camino en el fútbol.
Cuando era niño, se fijaba mucho en el estilo y los movimientos del argentino Fernando Redondo, pero ahora se preocupa más por pulir detalles de su juego que por imitar a los demás.
“Me gusta que el equipo esté ordenado, equilibrado; que seamos un bloque para atacar y para defender. Obviamente, que tratemos bien la pelota y que nos divirtamos. En lo personal, creo que tengo buen manejo y panorama, me gusta salir jugando desde atrás y llegar a posición de gol, aunque eso es algo que todavía puedo mejorar”, admite.
En la selección sub-20, como lo fue también en la juvenil, Eduard es el técnico dentro de la cancha, la voz de mando. “Me gusta hablar, interpretar lo que pide el profe y guiar a mis compañeros, que en me han respaldado mucho”. Sueña, por supuesto, con jugar en Europa. Pero antes quiere ir a los Olímpicos de Tokio. Para lograrlo, su equipo debe completar la difícil tarea de superar a Brasil, Argentina y Uruguay.