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El pasado martes se confirmó lo que venía hablándose hace varias semanas en el fútbol italiano. Romano Floriani Mussolini, bisnieto del dictador italiano, firmó contrato con la Lazio, equipo romano que ha tenido en varias oportunidades relaciones con la extrema derecha en ese país.
En sus redes sociales, el defensa de 18 años subió una foto donde aparece firmando el contrato que lo vincula con la Lazio hasta 2024. “Estoy muy feliz de haber firmado mi primer contrato profesional con la SS Lazio y de vestir esta camiseta otros tres años más”, dijo. Romano Floriani Mussolini es hijo de Alessandra Mussolini, nieta del dictador.
Tras la creación de milicias fascistas en 1919, Benito Mussolini se catapultó como uno de los auspiciadores del fascismo y de los movimientos totalitarios en Europa. Entre 1922 y 1945, año en el que finalizó la Segunda Guerra Mundial, ‘El Duce’ mantuvo un régimen de extrema derecha en Italia. Por su ideología, terminó siendo uno de los aliados del nazismo y de la dictadura franquista en España.
En cuanto al fútbol, y especialmente a la Lazio, el club desde su fundación tiene una relación con las fuerzas armadas. Luigi Bigiarelli, quien creó a la institución romana el 9 de enero de 1900, hizo parte del ejército italiano como oficial de infantería. De ahí la simpatía que tuvo Mussolini con el equipo.
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Cuando Italia vistió de negro: la raíz del fascismo en el fútbol
Para 1930, con los nacionalismos propagándose por toda Europa por causa de la crisis económica, y política del continente, Italia ya estaba completamente dominada por Benito Mussolini.
Para él, que nunca había visto un partido completo de fútbol en su vida, según relatan sus biografías, el deporte parecía una gran oportunidad para unir a los italianos alrededor de una consigna, la suya, y, a la vez, demostrar el poderío de su régimen frente a los demás países del mundo.
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De ahí viene la razón principal por la cual el dictador italiano se obsesionó con que su nación debía organizar una Copa Mundial de la FIFA. En el 30 su intención era recibir el primer campeonato, que terminaría haciéndose en Uruguay, pero le tocó conformarse con el segundo, el Mundial de 1934. Un campeonato que pudo organizar gracias a que Suecia retiró su candidatura alegando presiones orquestadas y ejecutadas por el gobierno italiano.
Mussolini, finalmente logró su objetivo: organizar el Mundial de Fútbol. No obstante, el fascista tenía una ambición mucho más grande, quería ganarlo.
Y así lo consiguió, a toda costa. Italia se convertiría en el segundo campeón del mundo, después del título de Uruguay en el 30. Sin embargo, hasta hoy en día, a esa Copa del Mundo se la recuerda como una de las competiciones más oscuras en la historia de los mundiales.
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Se sabe que Mussolini amenazó a los árbitros del torneo, y también a sus propios jugadores, muchos de ellos nacionalizados de países como Argentina y Brasil.
Italia no podía perder esa Copa del mundo y pasó por los cuartos de final derrotando a España, con sendas ayudas arbitrales, lo mismo que hizo en semifinales con Austria, que era comandada por Matthias Sindelar y Josef Bican, férreos opositores de la avanzada del nacionalismo alemán en su país.
Italia ganaría la copa ese año en la final contra Checoslovaquia. Antes de que se disputara el partido, que los italianos se llevarían por un marcador de 2-1, se realizó un ritual de exaltación a los símbolos fascistas, con banderas, cánticos y todo tipo de reconocimientos al gobierno del dictador.
Una vez conseguida la copa, a los jugadores se los homenajeó vestidos de militares, empuñando simbologías e iconos propios del fascismo de Mussolini.
Y aunque el gobernante logró su objetivo, la relación del fascismo y el fútbol no paró ahí, es apenas una de sus raíces. De hecho, en el mundial de Francia de 1938, la selección italiana cambió su tradicional azul por el negro, en homenaje a la camicie nere, la fuerza militar que estuvo al servicio del fascismo. Y todo esto para cumplir las ordenes expresas de Mussolini.
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Italia vencería finalmente a Hungría 4-2 en la final y se llevaría, esta vez con menos polémica, el segundo mundial de sus vitrinas. Mientras la Alemania Nazi se tomaba Austria, la guerra civil española se recrudecía y Japón y China estaban en guerra, los italianos volvían a coronarse campeones en una copa en la que levantaron la mano en el himno de todos los partidos, en clara señal de apoyo a la dictadura, e hicieron cumplir el lema de Mussolini hasta las últimas consecuencias: “Vencer o morir”.
Un pasado no tan lejano
Las historias de los primeros mundiales son un buen recordatorio de los inicios del fascismo italiano y su relación con el fútbol, pero sin duda no son el único.
El nacionalismo italiano y los movimientos fascistas están resurgiendo por toda Europa. Mientras en el viejo continente la derecha se ensaña contra los inmigrantes y las políticas radicales y proteccionistas del Estado empiezan a pulular en el ambiente, el fútbol no es ajeno a estos movimientos.
En realidad, nunca lo ha sido. En Italia, por ejemplo, desde hace años Silvio Berlusconi, dirigente de la derecha radical italiana, ha estado inmiscuido en el fútbol y en la política. Presidente y máximo accionista del AC Milan, en sus mejores épocas deportivas y durante décadas, Berlusconi logró construir un emporio empresarial que le permitió ocupar la presidencia del Consejo de Ministros de Italia en tres periodos (1994-1995, 2001-2006 y 2008-2011).
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Sin embargo, es mucho más diciente la relación de la Lazio y su hinchada con el fascismo. Desde hace años se asocia a la barra del equipo con la extrema derecha. La cercanía de Mussolini con el cuadro romano dejó un legado que ha tenido múltiples ecos a lo largo de la historia tanto dentro como por fuera del campo de juego.
En la curva norte del Estadio Olímpico de Roma se ubica la barra de la Lazio. Allí, en la década de los 2000, se vieron pancartas con mensajes como “Auschwitz es vuestra patria. Los hornos, vuestras casas” o “Equipo de negros, hinchada de judíos”. Y aún en la actualidad su postura política sigue vigente. Cruces célticas, saludos fascistas, burlas a Ana Frank y discriminación racial son algunos gestos y elementos que reafirman su postura como simpatizantes del nacionalismo y de ideologías totalitarias. Aunque el club no suele manifestarse en contra de este tipo de actos, en enero de 2020 le exigió a 16 hinchas que pagaran una multa impuesta por la UEFA tras realizar el saludo fascista en un partido por la Europa League contra el Rennes.
En cuanto a exjugadores que tuvieran alguna relación con el fascismo, se recuerdan los casos de Luigi Martini y Giorgio Chinaglia, quienes hicieron parte del equipo que ganó el primer ‘scudetto’ en 1974, y que promovieron la supremacía del hombre blanco y del nacionalismo en los ‘Commandos Monteverde Lazio’, nombre de la barra que después pasó a llamarse ‘Irriducibili’. El otro caso fue el de Paolo Di Canio, quien vistió los colores de la Lazio entre 1985 y 2008. En repetidas ocasiones, el jugador manifestó su simpatía con los ideales de Mussolini, y varias de sus celebraciones en la cancha tuvieron que ver con el saludo fascista. Si bien el bisnieto del dictador italiano no ha manifestado una postura política alrededor del fútbol, su pasado y su llegada al cuadro romano es otro elemento más que ancla la relación de la extrema derecha con la historia del club.