El conflicto armenio-azerí y sus secuelas en el fútbol

La política y la guerra han incidido en el desarrollo del deporte en algunos territorios de la antigua Unión Soviética, con casos de jugadores inmersos en medio de un conflicto que no ha encontrado solución definitiva.

Daniel Bello
29 de abril de 2020 - 05:35 p. m.
El conflicto armenio-azerí y sus secuelas en el fútbol
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Con la disolución de la Unión Soviética (URSS) en los comienzos de los años 90, los sentimientos nacionalistas de muchas de las repúblicas que surgieron, provocaron roces entre vecinos o conflictos internos. Un ejemplo fueron Armenia y Azerbaiyán, donde las tensiones provocaron que una provincia azerí, de mayoría armenia, buscara su anexión al territorio vecino desatando un conflicto que el fútbol suele revivir cada tanto.

Nagorno Karabaj, provincia habitada por armenios, inició su pretensión de anexarse a la república armenia desde 1988. Como respuesta, el parlamento azerí le quitó la autonomía al gobierno karabají y desató un enfrentamiento entre nacionalistas armenios y azeríes que duró hasta 1994, y que cobró la vida de más de 30.000 personas de ambos bandos. La guerra concluyó con victoria armenia y la declaración de la independencia del territorio en disputa, aunque no fue reconocida oficialmente por ningún país.

En medio del conflicto, uno de los episodios de mayor impacto fue la limpieza étnica que se llevó a cabo en Azerbaiyán. Los armenios que vivían en el territorio de sus vecinos fueron objeto de persecuciones, de torturas y, en algunos casos, varios civiles fueron asesinados. Un ejemplo de esta implacable persecución contra los armenios lo protagonizó la familia de Yura Movsisyan, un futbolista nacido en territorio azerí en 1989.

La oposición al movimiento independentista en Karabaj motivó a que los nacionalistas azerís fueran casa por casa a expulsarlos, y eso le ocurrió a la familia de Movsisyan, quien pasó sus primeros años en Bakú (Azerbaiyán), hasta que sus padres tomaron la decisión de migrar a Los Ángeles (California, Estados Unidos), donde ya existía una gran comunidad de sus compatriotas. Cerca de 700.000 armenios dejaron la zona del Cáucaso a raíz del conflicto.

Pero Movsisyan no fue el único futbolista armenio que tuvo que enfrentar dificultades producto de las tensiones políticas. Su compañero de selección, Henrikh Mkhitaryan, capitán y máximo ídolo armenio, en un momento decidió que, por motivos de seguridad, no viajaría a territorio azerí cuando tuviera que disputar partidos allí con sus clubes. La primera vez fue en 2016, cuando Mkhitaryan era jugador del equipo alemán Borussia Dortmund.

Su equipo enfrentó al Gabala por la Europa League venciendo 3 a 1 al combinado del Cáucaso y Mkhitaryan no jugó. Caso similar ocurrió en diciembre del 2018 cuando compitiendo para el Arsenal de Inglaterra, decidió no jugar contra el Qarabağ. El episodio más famoso y que involucró al volante armenio fue la final de la Europa League del 2019, que tuvo como sede la capital azerí, en la que no fue posible convencerlo de disputar el juego.

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Si bien, las autoridades azeríes y la UEFA mostraron sus intenciones de garantizarle seguridad y de conseguirle un visado, el entonces volante del Arsenal de Inglaterra prefirió no tentar a su suerte y decidió ausentarse de la final que su equipo perdió frente al Chelsea. Mkhitaryan, al igual que otros armenios, ha donado fondos para el gobierno local de Nagorno Karabaj e incluso ha visitado la zona en varias ocasiones.

Por el lado azerí, la guerra se vio reflejada principalmente en el Qarabağ F. K. único equipo de ese país que ha disputado la Champions y, como su nombre lo indica, originario de la zona donde la referida guerra tuvo lugar. En 1991, Agdam, ciudad sede del equipo, quedó bajo control armenio y el equipo se vio obligado a abandonar la ciudad y tomar a Bakú como su nuevo hogar.

En simultaneo, por la misma época se erigió la figura de Allahverdi Bagirov, un exfutbolista y entrenador del Qarabağ, quien se enlistó en 1988 para pelear contra las fuerzas armenias. El entrenador falleció en 1992 como consecuencia del conflicto, al chocar con una mina antitanque. Años después recibió un homenaje póstumo como héroe nacional.

Un episodio reciente de las tensiones también tuvo como protagonista al equipo karabají. En octubre del año pasado, los azeríes visitaron al Dudelange luxemburgués como parte de la fase de grupos de la Europa League. Allí, el partido tuvo que ser suspendido en el minuto 31, porque un dron con la bandera de Nagorno Karabaj sobrevoló la cancha a escasos metros de los jugadores.

Como represalia, el volante Qara Qarayev lanzó un pelotazo al dron, aunque falló en su puntería. No obstante, el partido fue reanudado y el episodio de la bandera apenas contó como anécdota pues, pese a las provocaciones, los karabajíes se llevaron un triunfo por cuatro goles a uno.

Para evitar cualquier altercado, la UEFA puso como norma que enfrentamientos a nivel selecciones entre estos dos países deben evitarse. Caso similar se vive en Ucrania que mantiene relaciones tensas con Rusia, o en las exrepúblicas yugoslavas de Serbia, Bosnia y Kosovo, por las secuelas de la Guerra de los Balcanes.

Por lo pronto, las relaciones entre ambos países no mejoran. En el 2016 un nuevo conflicto estuvo cerca de comenzar cuando Azerbaiján intentó recuperar parte del territorio perdido, y nuevamente ambos bandos se acusaron mutuamente de haber violado la soberanía del otro. Afortunadamente tan solo tres días después de hostilidades, pararon la confrontación. Pero la amenaza sigue en vilo y ni siquiera el fútbol ha logrado detenerla.

Daniel Bello

Por Daniel Bello

Periodista de la Pontificia Universidad Javeriana. Fue practicante de Pacifista entre 2020 y 2021. Desde el 2019 escribe sobre fútbol, política e historia en El Espectador. Tiene experiencia cubriendo paz, mundo y medio ambiente.@daniel_eudosiodbello@elespectador.com

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