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El tema causó revuelo político y judicial con eco internacional. Al capitán de la selección de Inglaterra, Bobby Moore, lo detuvieron en Colombia por el presunto robo de un brazalete de oro, esmeraldas y diamantes. Memoria de un episodio que puso en el foco de las noticias a Bogotá, a escasos días de la realización del mundial de fútbol de México 1970 que ganó el Brasil de Pelé.
A trece días de la iniciación del mundial, con el propósito de disputar dos juegos en la altura en Bogotá y Quito, el día 18 de mayo llegó a la capital el equipo de Inglaterra encabezado por su técnico Alf Ramsey. En la antesala de la defensa del título alcanzado en 1966, la delegación del vigente campeón del mundo se hospedó ese lunes en el hotel Tequendama. Desde los legendarios Gordon Banks o Bobby Charlton, hasta el goleador Geoff Hurst y el capitán Bobby Moore. Antes de retirarse a las habitaciones, algunos jugadores salieron a recorrer el entorno del hotel, y en ese paseo empezó un novelón judicial que quedó escrito en las memorias del fútbol.
Inadvertidos para los transeúntes, Bobby Moore y Bobby Charlton ingresaron a la joyería Fuego Verde (Green Fire) y preguntaron precios de algunos artículos. Moore se interesó y admiró un brazalete de 50 gramos de oro con doce esmeraldas y varios diamantes. Al final no compraron nada y continuaron su caminata por el lobby del hotel. Pero en asunto de minutos se armó el revuelo. La empleada que atendió a los jugadores encendió las alarmas por la desaparición del brazalete, y el dueño de la joyería, basado en el testimonio de la vendedora, señaló a Bobby Moore de haberlo guardado con disimulo en el bolsillo izquierdo de su saco.
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Algunas unidades de Policía acudieron al llamado del propietario de Fuego Verde y los futbolistas aceptaron ser requisados sin novedad. Del incidente se pasó al chismorreo, pero en el curso de las siguientes horas el asunto mutó de escándalo a denuncia judicial. En la delegación deportiva no hubo apremios y el miércoles 20 de mayo la selección Inglaterra enfrentó a su similar de Colombia en el estadio El Campín de Bogotá, en juego que terminó con goleada de los campeones mundiales por 4 a 0. El centrocampista del West Ham, Martin Peters abrió la cuenta cuando el partido llevaba apenas tres minutos y amplió el marcador en el minuto 38.
En la segunda etapa anotó Bobby Charlton a los 10 minutos, y puso cifras concretas Alan Ball a siete minutos del pitazo final. El equipo de Alf Ramsey, que dirigió la selección inglesa entre 1963 y 1974, con Gordon Banks, Brian Labone, Geoff Hurts y Bobby Moore, arrolló al onceno colombiano. Los cuatro goles en contra los encajó Otoniel Quintana, y ese día jugaron otros históricos seleccionados como Arturo Segovia, Hermenegildo Segrera, Óscar López, Gabriel Hernández, Óscar “Pacho” García, Alfonso Cañón, Alejandro Brand, Jorge Ramírez Gallego, Víctor Campaz y Gilberto Cuero. El maestro Alfredo Arango entró por Víctor Campaz.
Después de la fallida eliminatoria ante Brasil, Paraguay y Venezuela, con apenas un juego ganado, otro empatado y cuatro derrotas con los guaraníes y la armada de Pelé, Tostao, Gerson, Jairzinho, Rivelino y demás, la selección no resultó rival difícil para los ingleses. Esa derrota 4 a 0, sin atenuantes, marcó el final del proceso deportivo que se inició el exjugador y técnico Francisco “Cobo” Zuluaga y redondeó el entrenador paraguayo César López Fretes. Al año siguiente, tomó las riendas del seleccionado Todor Veselinovic, que dio paso a la escuela yugoslava. Ese juego ante Inglaterra marcó el adiós y el comienzo de un nuevo proceso
En cambio, para la selección inglesa fue un partido de entrenamiento, y terminó su preparación derrotando a Ecuador en Quito por 2 a 0. La cita mundialista en el país azteca estaba pactada para iniciarse el 31 de mayo, y la delegación podía viajar, vía Panamá, olvidándose del escándalo que quería formar el propietario de la joyería y su brazalete. Pero basado en la confianza, hubo consenso en la delegación de no cambiar el itinerario que incluía escala en Bogotá y viaje final a ciudad de México. El 25 de mayo de 1970, a ocho días de su debut ante la selección de Rumania en Guadalajara en el estadio de Jalisco, la selección inglesa pernoctó en Bogotá.
Entonces llegó la sorpresa. El juez de instrucción criminal de origen nariñense Pedro Dorado, ordenó la detención de Bobby Moore, y el capitán y emblemático 6 de la selección inglesa fue detenido por dos detectives del DAS y conducido a una comisaría y después a un calabozo. Como lo narra Germán Zarama de la Espriella en su libro “Yo puse a bailar al Ballet Azul”, ante la gravedad del asunto, el primer requerido para buscar soluciones fue el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, Alfonso Senior, quien no pudo evitar que Bobby Moore permaneciera detenido mientras el resto del equipo realizaba el tránsito convenido hacia México.
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El interrogatorio a Bobby Moore comenzó cuando se hizo presente el traductor oficial de la cancillería de Colombia y, hacia las siete de la noche, el juez Dorado ordenó que Bobby Moore regresara a un calabozo del DAS y allí pasara la noche. En ese momento, ya la prensa nacional e internacional estaba encima de la noticia. Alfonso Senior habló con el juez Dorado para hacerle ver el error de conducir a Moore a un calabozo repleto de maleantes y ofreció su casa como detención preventiva del jugador bajo su propia responsabilidad. Como el juez estaba reacio, llamaron al director del DAS, Etilio Leyva, a que aportara su punto de vista ante el embrollo.
Leyva convenció al juez de que negociara, pero impuso que a las ocho de la mañana el jugador debía estar en su despacho judicial, y que dos detectives del DAS lo acompañaran hasta la casa del dirigente deportivo. Esa noche, Bobby Moore cenó con Senior y su hija Vicky y, como dio la casualidad de que uno de los dos detectives, de origen caribeño, estaba de cumpleaños, Senior lo dejó asomar a su bar “surtido de licores”. A la mañana siguiente, cuando Moore se levantó y acompañado de Senior bajaron al primer piso, dormidos sobre la alfombra estaban los dos detectives con la botella vacía. El citado Germán Zarama cuenta que también asaltaron la nevera de la cocina.
Al tiempo que los detectives roncaban, Senior y Moore desayunaron y luego el jugador salió a un parque cercano a trotar vestido con una sudadera de Millonarios. Esa mañana el protagonismo fueron las fotos en primera página de los periódicos, el alboroto en la radio, los primeros planos de Bobby Moore entre los agentes, y la consabida crónica judicial con los detalles del escándalo. Luis de Castro e Isaías González de El Espectador tuvieron tres días de titulares a seis columnas con el careo judicial, la versión de la empleada, la indignación del dueño de la joyería, y el contexto político e internacional que se formó a raíz de la noticia de la detención de Bobby Moore.
El canciller inglés Michael Stewart envió un mensaje a su similar de Colombia Alfonso López Michelsen para recalcar el interés e importancia que el Reino Unido le había otorgado al asunto, y este fue su comentario final con tono del primer mundo: “Estaría muy agradecido por cualquier cosa que pudiera hacer para asegurar que el caso sea resuelto lo más pronto posible”. No faltaron los que acudieron a protestar ante la embajada de Colombia en Londres. Hasta el primer ministro del Reino Unido, el acreditado líder del Partido Laborista Británico, Harold Wilson, evidenció el interés de la sociedad inglesa para que se resolviera en breve el escándalo de Moore en Colombia.
Entre tanto, el capitán de la selección inglesa llegó puntual a su encuentro con el juez Dorado, asistido por el abogado Vicente Laverde que aportó la embajada británica en Bogotá. Otra vez la versión de la empleada Clara Padilla y la de Bobby Moore que admitió que si había entrado a la joyería porque buscaban un regalo para la esposa de Bobby Charlton y que observaron el brazalete de la discordia. La empleada ripostó para decir que había visto a Moore echárselo al bolsillo. Entonces el abogado Laverde pidió reconstrucción de los hechos, Moore se puso de nuevo su vestido de selección, y el jurista enfocó su defensa en advertir que la chaqueta no tenía bolsillos.
A pesar de que el tema parecía resuelto, el juez Dorado no se dio por vencido y ordenó que Moore volviera a la casa de Alfonso Senior. La cancillería británica se declaró alarmada, el asunto tomó carisma de lío de Estado y llegó hasta el despacho del presidente Carlos Lleras Restrepo. También fue consultado el mandatario electo Misael Pastrana Borrero que estaba a dos meses y medio de asumir la jefatura del Estado. Y se repitió la película. Bobby Moore en casa del presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, y la prensa en pleno, como colmena, atenta al mínimo movimiento del futbolista y en el juego de las declaraciones públicas y los señalamientos.
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Con la firma de un acta de compromiso para que el jugador inglés se presentara en el consulado de Colombia en México para continuar la diligencia, cedió finalmente el juez Dorado. Al mediodía de la tercera jornada de frenesí mediático, Moore quedó libre, y esa misma tarde viajó al Distrito Federal donde se le tributó recibimiento de héroe. No faltaron los abucheos en el aeropuerto, pero el arribo del capitán de la selección inglesa, favorita a reeditar su título, fue la noticia de primera página. Días después, a la casa de Alfonso Senior llegó el recibo de la elevada cuenta telefónica de larga distancia que dejó el alojamiento de Bobby Moore.
Con su habitual 6 a la espalda, Bobby Moore saltó a la cancha en el debut de la selección inglesa el 2 de junio ante Rumania, en juego que ganaron 1 a 0, con gol de Geoff Hurst en el minuto 65. Cinco días después, en el estadio Jalisco, enfrentaron a Brasil. La crítica anunció el juego como la final adelantada. Con gol de Jairzinho en el minuto 59, el equipo de Mario Zagallo se impuso sobre Inglaterra. Ese día Pelé y Bobby Moore intercambiaron sus camisetas. El 11 de junio, el onceno de Alf Ramsey concretó su clasificación a segunda fase con victoria sobre Checoeslovaquia por 1 a 0. A esas alturas del campeonato ya nadie hablaba del brazalete.
Eso sí, como el mundial México 70 fue el primero que los colombianos vieron por televisión, en el equipo de Gordon Banks, Tommy Wright, Alan Mullery, Francis Lee, Bobby Charlton o Martin Peters, no había quien no reconociera al escurridizo Bobby Moore. El 14 de junio, Alemania eliminó a los ingleses 3 a 2 con goles de Franz Beckenbauer, Uwe Seeler y Gerd Muller, y el equipo inglés regresó a casa con más pena que gloria. Bobby Moore no volvió a hablar del brazalete, el caso se diluyó en los estrados judiciales hasta quedar como un archivo más, y en adelante el periodismo agregó a sus recuerdos del fútbol este bochornoso capítulo premundialista.
Bobby Moore nunca dejó de ser tratado en el Reino Unido como una auténtica leyenda. Representó a su país en más de cien encuentros y fue capitán del combinado inglés durante 90 de ellos, incluidos los seis juegos ante Uruguay, México, Francia, Argentina, Portugal y Alemania que le permitieron a Inglaterra su título de campeón mundial en 1966. Jugó diez años en el West Ham United, entre 1963 y 1974, durante tres años defendió los colores del Fulham, y se retiró en Estados Unidos vistiendo la casaca del Sounders. Un cáncer se lo llevó a los 51 años en 1993 y, tiempo después, en el estadio de Wembley se erigió una estatua para preservar su memoria.
En cuanto a los recuerdos del brazalete, alguna vez la BBC de Londres, en su espacio This is my life, hizo un programa de homenaje a Moore, y por cosas del destino fue invitado el dirigente colombiano Alfonso Senior que andaba por en Inglaterra. Se saludaron con afecto, pero ninguno habló de la joya ni del capítulo Colombia. Con el correr del tiempo, solo quedaron versiones. Se dijo que el dueño de la joyería inventó la historia para acreditar su negocio. Que todo fue un complot para afectar a los ingleses, y hasta que Moore no quiso hablar, pero siempre supo qué pasó con la prenda. Lo cierto es que hace 50 años, su paso por Bogotá fue mucho más que una simple noticia.