Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Desde lo más profundo del túnel oscuro del Estadio Libertadores de América, salieron los 24 jugadores vestidos para la batalla, uno al lado del otro, en dos largas filas, vistiendo unos enormes auriculares inhibidores de sonido.
Los jugadores de Independiente, encabezados por Rodrigo Rey, vistieron todos, orgullosos, los auriculares a modo de protesta, y a su lado, los jugadores de Atlético Tucumán, con sus uniformes impolutos, se sumaron a la iniciativa llevando con actitud humilde los mismos aparatos en sus cabezas.
“Esta no es una lucha de grandes. Es una lucha de los pequeños. Cada nene vale la pena, no importa la condición que tenga”, declaró Rodrigo Rey luego de terminado el partido, muy emocional; con el estadio ya vacío a su espalda.
Los Diablos Rojos le ganaron a su rival dos goles contra uno, pero el resultado tuvo un sabor amargo, porque 90 minutos antes saltaron al campo junto a su rival con una actitud diferente, como dos amigos que se unen para escalar una roca indomable.
Rey saltó a la cancha con una humareda encima de la cabeza, con un problema muy acuoso ocupando sus pensamientos más profundos, pero sus compañeros y su club, y hasta sus rivales, se mostraron comprensivos. El 14 de noviembre, él y su esposa recibieron una carta de parte del Instituto José Manuel Estrada de la ciudad platense de City Bell, anunciándoles, de forma directa y poco amistosa, que sus hijos no tendría un cupo para el año 2025 debido al Trastorno del Espectro Autista con el que había sido diagnosticado, unos meses atrás, Benicio, su hijo mejor, de tan solo 8 años.
Fueron noches horribles, muy angustiosas, las que tuvo que soportar el matrimonio, pues no sabían cómo decirle a su hijo que no podría continuar estudiando con sus amigos. “Seguimos esperando con ilusión el momento de mirar a nuestro hijo menor a los ojos y contarle que sí, que el año que viene va a poder seguir yendo al curso con sus amigos y amigas, con esos que lo cuidan cuando en el recreo o en el aula hay mucho ruido”, declaró poco tiempo después de haber recibido la desdeñosa carta, el arquero argentino.
Sin embargo, ni el portero ni su esposa estaban dispuestos a aceptar semejante desprecio, propio de las más odiosas y desleales almas. A través de una medida cautelar interpuesta por la familia, se logró que tanto Renata como Benicio fueran admitidos de nuevo en el colegio, se hizo justicia.
Y gracias al Club Atlético Independiente, no solo Benicio, sino todos los niños, niñas, y adultos que sufren de autismo tendrán acceso a un palco especial para personas con el Trastorno del Espectro Autista; para que, en palabras del mismo club “puedan asistir a los partidos y sentir la emoción del juego, y celebrar el triunfo de su equipo, creando recuerdos memorables”.
🚴🏻⚽🏀 ¿Lo último en deportes?: Todo lo que debe saber del deporte mundial está en El Espectador