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Hace apenas 10 años Islandia era para el fútbol lo que Aruba para los Olímpicos de Invierno. Nada que ver.
En ese país de apenas 341.000 habitantes, uno de los que tienen el menor índice de desigualdad del mundo, el único deporte que despertaba pasión era el balonmano.
Pero debido al creciente número de jóvenes con tendencia al alcoholismo y la drogadicción, el Gobierno implementó un programa de educación y masificación deportiva para fomentar los buenos hábitos de vida.
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Debido al clima, extremadamente frío durante nueve meses del año, no existían campos de fútbol ni espacios adecuados para jugar, pero en poco tiempo los construyeron. Hicieron 23 canchas cubiertas y casi 50 complejos tenísticos, además de campos múltiples para voleibol, baloncesto y patinaje.
En poco tiempo se vieron los resultados. La selección de fútbol, a la que no acompañaban más de 100 hinchas en un partido internacional, comenzó a convocar un par de miles de aficionados, una clara señal de que la población se interesaba en el balompié.
Para impulsar ese proceso, en 2011 la federación contrató al técnico sueco Lars Lagerback, quien llegó para implementar conceptos que faltaban. Comenzó por sugerir que los futbolistas se dedicaran de lleno a esa profesión. Antes, apenas 80 vivían del deporte; los demás trabajaban medio tiempo en otros oficios.
Siggi Eyjólfsson y Heimir Hallgrimsson, el primero exfutbolista local y el segundo odontólogo apasionado por el fútbol que dirigía equipos femeninos, fueron sus asistentes y alumnos de lujo, además de promotores del proceso. “Siempre tuvimos buenos futbolistas. Nos faltaban instalaciones adecuadas para trabajar y técnicos capacitados. Ahora tenemos todo eso”, aseguran orgullosos, pues Islandia clasificó milagrosamente a la Eurocopa de 2016 en Francia, en la que fue la sensación y llegó hasta cuartos de final. Luego logró el cupo a Rusia 2018 y ahora hasta exporta jugadores a clubes de las principales ligas europeas.
“Buena parte del éxito está en la parte mental. Somos un país de pocos habitantes y jugamos contra otros que tienen millones, pero a la cancha entran solamente 11 por cada bando. Tenemos incluso una ventaja, que es el hambre de gloria”, explica Hallgrimsson, desde hace tres años técnico en propiedad.
Islandia, que pasó del puesto 157 al 22 en el escalafón de la FIFA, debutará en Rusia 2018 nada menos que frente a Argentina, el sábado 16 de junio en Moscú, hasta donde se calcula que lleguen unos 100.000 vikingos, la cuarta parte de la población del país, a apoyar al equipo.
“Nunca antes tuvimos un fenómeno que despertara tanto el sentido nacionalista como esta selección. En el país no se habla de otra cosa. Desde los niños hasta los más viejos están contagiados con la fiebre del fútbol y nuestro saludo vikingo” (aplausos fuertes con intervalos cada vez más cortos), señala el capitán Aaron Einar Gunnarsson, quien juega en el Cardiff City, de la segunda división de la Liga inglesa.
“No creemos que vayamos a ganar el Mundial, pero sí vamos a divertirnos y a hacer gozar a nuestra gente. El milagro islandés en el fútbol es una muestra de que todo puede suceder si se trabaja con dedicación, disciplina y pasión. Esto que ha pasado marcará la historia de nuestro país”, agrega.