El premio que Lionel Messi aún no ha logrado ganar
La leyenda del fútbol ha conseguido ocho Balones de Oro, ha ganado un Mundial de Fútbol, una Copa América y cuatro Champions League a lo largo de su carrera.
Juan Diego Forero Vélez
De Lionel Messi casi todo está dicho. En general, las personas piensan que es un sujeto reservado, ensimismado y obsesionado con el fútbol. Que los títulos y los premios lo han enajenado, que lo ha ganado todo y que no le falta nada. Que lo persiguen los récords con un enfermizo y nublado criterio, y que debería el mundo del fútbol crear un premio con su nombre. Las personas aciertan en casi todas estas descripciones.
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El diez de la albiceleste ha ganado todo lo que un futbolista pudiera aspirar: ha conseguido ocho Balones de Oro, ha ganado un Mundial de Fútbol, una Copa América, cuatro Champions League y muchos partidos y muchas rivalidades, pero Leo jamás ha ganado un Premio Puskas. Aquel galardón especial, guardado para los más displicentes, para los más creativos, los indómitos, para jugadores entregados a la fantasía.
El Premio Puskas se creó en 2009 con la idea de seleccionar el mejor gol del año, y desde entonces Messi ha sido postulado siete veces, más que cualquier otro. El único problema es que jamás se ha quedado con el preciado galardón y solo en tres ocasiones ha figurado en el podio final.
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La primera vez que el argentino salió entre los nominados fue en 2010, con un gol que marcó frente al Valencia por La Liga de España en un partido petulante que el Barcelona terminó ganando 3-0 con una holgada diferencia de forma y de juego. Aquel tanto, su primera derrota, no figuró finalmente en los tres primeros.
La leyenda blaugrana volvió a la carga al año siguiente, con un gol completamente irracional que marcó frente al Arsenal de Arsëne Wenger, por octavos de final de la Champions League, con aquel pase milimétrico de Andrés Iniesta que Messi controló con el borde externo del botín izquierdo. Tras un medido y estrafalario sombrero a Manuel Almunia, que no pudo, sino seguir el balón con los ojos desorbitados, terminó disparando con sorna, para correr a celebrar con el autor de la magistral asistencia.
En aquella ocasión logró ubicarse tercero, mientras que el ganador de ese año fue Neymar Junior, su futuro compañero en el Barcelona, con ese gol irrepetible que marcó contra Flamengo, corriendo desde la mitad del campo, liberándose de rivales con extrema irrealidad. Messi logró tener tres nominaciones consecutivas: el año siguiente, la FIFA consideró que su gol frente a Brasil por un amistoso internacional merecía estar en la lista. Sin embargo, no le alcanzó con aquel desborde natural suyo y aquel disparo físicamente imposible para meterse en el podio que se le presentaba huraño y desleal.
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En 2015, Lionel quedaría de segundo, rozando la gloria con el gol marcado frente al Atlético de Bilbao en la final de la Copa del Rey que el Barcelona ganó con ese único y glorioso tanto santificado. La obra magistral nació en la mitad de la cancha, Messi fingió irse hacia el centro del campo desde la banda, completamente aislado del resto de sus compañeros, pero rápidamente corrigió su finta para correr por la banda, dejando en el camino a tres rivales que, poseídos por un espíritu de dejadez, lo veían pasar con mágico andar.
Ya en el área, Leo enganchó su penúltimo obstáculo, un defensa del Athletic que dio un giro sobre sí mismo tras saberse enloquecido por la habilidad del argentino, y disparó con violencia al palo más cercano para que el arquero quedara tendido sobre su propia sombra pérfida. Para algunos es increíble que el premio le fuera arrebatado por Wendell Lira ese año con un gol marcado en el Campeonato Goiano, aunque, para salir en defensa del jugador brasileño, el gol que marcó tuvo todo lo que un Puskas debería tener; paciencia, un control orientado, un pase por encima elevado y artístico, y una definición de chilena. En 2019, de nuevo, una chilena le terminaría arrebatando el oro al reciente campeón del premio The Best.
Esta vez, Dániel Zsóri sería el autor del galardonado gol, en un partido apático que su equipo terminó ganando gracias a su espectacular hazaña, al minuto 92, tras un centro teledirigido enviado a 25 metros de distancia. El disparo, tan alejado del arco, contó con la potencia y el esfuerzo suficientes de Zsóri como para que el portero, con su trémula estirada, no pudiera cambiar la dirección de la pelota envenenada.
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La pincelada inédita de la Pulga ese año contra el Betis, que despertó la ovación de todos los que asistieron al estadio Benito Villamarín, no alcanzó para arrebatarle el triunfo al rumano, que celebró el gol como si la vida se cayera a pedazos, y en cierto sentido, era cierto, pues esa fue la última vez que Messi se vería dentro del podio final. Así que sí, Daniel le arrebató ese último suspiro a Messi, al que para muchos es el mejor jugador de fútbol de la historia.
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De Lionel Messi casi todo está dicho. En general, las personas piensan que es un sujeto reservado, ensimismado y obsesionado con el fútbol. Que los títulos y los premios lo han enajenado, que lo ha ganado todo y que no le falta nada. Que lo persiguen los récords con un enfermizo y nublado criterio, y que debería el mundo del fútbol crear un premio con su nombre. Las personas aciertan en casi todas estas descripciones.
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El diez de la albiceleste ha ganado todo lo que un futbolista pudiera aspirar: ha conseguido ocho Balones de Oro, ha ganado un Mundial de Fútbol, una Copa América, cuatro Champions League y muchos partidos y muchas rivalidades, pero Leo jamás ha ganado un Premio Puskas. Aquel galardón especial, guardado para los más displicentes, para los más creativos, los indómitos, para jugadores entregados a la fantasía.
El Premio Puskas se creó en 2009 con la idea de seleccionar el mejor gol del año, y desde entonces Messi ha sido postulado siete veces, más que cualquier otro. El único problema es que jamás se ha quedado con el preciado galardón y solo en tres ocasiones ha figurado en el podio final.
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La primera vez que el argentino salió entre los nominados fue en 2010, con un gol que marcó frente al Valencia por La Liga de España en un partido petulante que el Barcelona terminó ganando 3-0 con una holgada diferencia de forma y de juego. Aquel tanto, su primera derrota, no figuró finalmente en los tres primeros.
La leyenda blaugrana volvió a la carga al año siguiente, con un gol completamente irracional que marcó frente al Arsenal de Arsëne Wenger, por octavos de final de la Champions League, con aquel pase milimétrico de Andrés Iniesta que Messi controló con el borde externo del botín izquierdo. Tras un medido y estrafalario sombrero a Manuel Almunia, que no pudo, sino seguir el balón con los ojos desorbitados, terminó disparando con sorna, para correr a celebrar con el autor de la magistral asistencia.
En aquella ocasión logró ubicarse tercero, mientras que el ganador de ese año fue Neymar Junior, su futuro compañero en el Barcelona, con ese gol irrepetible que marcó contra Flamengo, corriendo desde la mitad del campo, liberándose de rivales con extrema irrealidad. Messi logró tener tres nominaciones consecutivas: el año siguiente, la FIFA consideró que su gol frente a Brasil por un amistoso internacional merecía estar en la lista. Sin embargo, no le alcanzó con aquel desborde natural suyo y aquel disparo físicamente imposible para meterse en el podio que se le presentaba huraño y desleal.
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En 2015, Lionel quedaría de segundo, rozando la gloria con el gol marcado frente al Atlético de Bilbao en la final de la Copa del Rey que el Barcelona ganó con ese único y glorioso tanto santificado. La obra magistral nació en la mitad de la cancha, Messi fingió irse hacia el centro del campo desde la banda, completamente aislado del resto de sus compañeros, pero rápidamente corrigió su finta para correr por la banda, dejando en el camino a tres rivales que, poseídos por un espíritu de dejadez, lo veían pasar con mágico andar.
Ya en el área, Leo enganchó su penúltimo obstáculo, un defensa del Athletic que dio un giro sobre sí mismo tras saberse enloquecido por la habilidad del argentino, y disparó con violencia al palo más cercano para que el arquero quedara tendido sobre su propia sombra pérfida. Para algunos es increíble que el premio le fuera arrebatado por Wendell Lira ese año con un gol marcado en el Campeonato Goiano, aunque, para salir en defensa del jugador brasileño, el gol que marcó tuvo todo lo que un Puskas debería tener; paciencia, un control orientado, un pase por encima elevado y artístico, y una definición de chilena. En 2019, de nuevo, una chilena le terminaría arrebatando el oro al reciente campeón del premio The Best.
Esta vez, Dániel Zsóri sería el autor del galardonado gol, en un partido apático que su equipo terminó ganando gracias a su espectacular hazaña, al minuto 92, tras un centro teledirigido enviado a 25 metros de distancia. El disparo, tan alejado del arco, contó con la potencia y el esfuerzo suficientes de Zsóri como para que el portero, con su trémula estirada, no pudiera cambiar la dirección de la pelota envenenada.
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