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Como Franz Beckenbauer, pocos. Su particular estilo de juego lo llevó a consolidarse como un defensor legendario. Su entrega y coraje dentro de las canchas lo llevaron a convertirse con el paso de los años en icono del Bayern Múnich y la selección alemana. Y fue allí, defendiendo los colores de su país, donde se convirtió en leyenda, pues ganó dos veces el Mundial: en 1974 como jugador y en Italia 1990 como técnico.
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Beckenbauer, hijo del director de una oficina de correos, comenzó a jugar al fútbol antes de los 10 años en las categorías inferiores del SC Múnich 06. De ahí dio su salto al Bayern de Múnich en 1958. Pasaron 6 años para que debutara en el primer equipo. Lo hizo contra el FC St. Pauli el 6 de junio de 1964. A partir de ese momento, nadie pudo sacarlo de la alineación titular. Con tan sólo una temporada en la Bundesliga demostró todas sus condiciones para este deporte.
Al año siguiente hizo su debut con la selección alemana. Este se produjo el 26 de septiembre de 1965, cuando apenas tenía 20 años. Para el Mundial de Inglaterra 1966 fue convocado y allí brilló ante el mundo pues en el debut contribuyó con dos goles al 5-0 final con el que se impusieron ante Suiza. Aunque Alemania no pudo imponerse en la final contra el conjunto anfitrión en la legendaria final de Wembley, Beckenbauer guardó grandes recuerdos de aquel torneo. “Ser finalista en una Copa Mundial no es un mal resultado para un jugador joven”, dijo al respecto.
México 1970 sería su segundo mundial y también resultó memorable. Beckenbauer jugó la semifinal contra Italia con un hombro dislocado y el brazo introducido en un cabestrillo. Sin embargo, su esfuerzo no se vio recompensado: Italia venció por 4-3 a Alemania y los germanos tuvieron que conformarse con el tercer puesto. A pesar de la derrota, para el Kaiser México 1970 fue un torneo excepcional. “En aquella época no había tanto fanatismo ni tanta preocupación por la seguridad. Podíamos hacer lo que quisiéramos. Simplemente había un policía armado en la entrada como única vigilancia. Obviamente es algo impensable en la actualidad. Entonces todo era más relajado. El torneo de México estuvo lleno de colorido. El país era una gran fiesta del fútbol”, afirmó sobre la experiencia vivida en dicho país.
En 1974 llegó el momento más dulce para Beckenbauer. Para aquel año el alemán ya ocupaba en la selección el puesto que revolucionó con su estilo de juego, líbero por detrás de la defensa, y organizaba las salidas ofensivas del equipo desde esa posición y también participaba en el ataque cuando la ocasión lo permitía. Tenía una clara tendencia ofensiva, en oposición al tradicional papel defensivo que se asigna al central. La Copa Mundial de Alemania fue muy especial para Beckenbauer y para su selección. Desde el pitido inicial quedó claro que la hinchada no esperaba de ellos nada que no fuera el trofeo de campeones, y las elevadas expectativas eran aceptadas por su capitán: “Cuando eres el anfitrión, la presión se hace más fuerte, porque todo un país espera la victoria”.
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En 1977 abandonó el Bayern de Múnich con destino al Cosmos de Nueva York en Estados Unidos. Para entonces lo había ganado casi todo con su amado Bayern: tres Copas de Europa, cuatro títulos de Liga y cuatro Copas de Alemania. Esperaba encontrar un nuevo reto en la liga profesional estadounidense, además de un buen sueldo. Desde el punto de vista deportivo, su estancia en Estados Unidos supuso un paso atrás: “En lo que se refiere al fútbol, mejor olvidarlo”.
El fichaje por el Cosmos de Nueva York supuso el final de su carrera con la selección alemana. Su decisión de jugar en el extranjero tuvo como consecuencia que la Asociación Alemana de Fútbol no volviera a convocarlo. Jugó 103 partidos con la selección y, por lo tanto, se convirtió en el primer jugador alemán que superó la impresionante barrera de los 100 partidos. En 1982, con 35 años, regresó a la Bundesliga y jugó una temporada con el Hamburgo. Se retiró como jugador en 1983 tras otra incursión en Estados Unidos con el Cosmos de Nueva York.
En julio de 1984, Beckenbauer fue nombrado seleccionador nacional. Su primera participación como entrenador en una Copa del Mundo podría considerarse un éxito, ya que llevó a Alemania a participar de la final de México 1986. Aunque Argentina fue la vencedora, Beckenbauer logró un notable reconocimiento como entrenador.
En Italia 1990, Alemania se impuso sin perder un solo partido y, cuando Andreas Brehme marcó el penal en la final contra Argentina, Beckenbauer escribió su nombre con letras de oro en la historia del fútbol alemán. Era el primer deportista que ganaba el Mundial como jugador y como entrenador. Su segunda victoria en una Copa del Mundo, en esta ocasión como seleccionador, fue el cenit de la carrera futbolística de Franz Beckenbauer: “La victoria como entrenador en Italia 1990 es lo más importante para mí, porque no hay nada comparable a una Copa Mundial”, dijo Beckenbauer.
Con el paso del tiempo esta verdadera leyenda del fútbol mundial ocupó varios cargos administrativos. Fue Presidente del Bayern de Múnich hasta 1998, luego fue designado como Vicepresidente de la Asociación Alemana de Fútbol. Sin embargo, siempre será recordado como un verdadero revolucionario de este deporte por su manera de vivir y sentir el fútbol.