Otra vez Germán Cano...
El de las portadas de los diarios. El de los goles. El que nunca falta. El fenómeno de la Copa Libertadores. Ese es Germán Cano.
Andrés Osorio Guillott
¿Cuántas más? Que sean muchas más. Que no se extinga su especie. “Al menos una le tendrán que dejar a Cano”, decía el relator. Y le dejaron una y la mandó a guardar. Seis minutos antes había asistido a Kennedy para empatar. Y en un partido en el que todo parecía adverso él hizo que todo fuera posible. Lo hace cada ocho días. No se cansa. ¿Por qué se cansaría?
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¿Cuántas más? Que sean muchas más. Que no se extinga su especie. “Al menos una le tendrán que dejar a Cano”, decía el relator. Y le dejaron una y la mandó a guardar. Seis minutos antes había asistido a Kennedy para empatar. Y en un partido en el que todo parecía adverso él hizo que todo fuera posible. Lo hace cada ocho días. No se cansa. ¿Por qué se cansaría?
No es fácil ser un argentino querido en Brasil. Otro imposible que tumba Germán Cano. Es el más querido por la hinchada de Fluminense. Es el argentino del que hablan a regañadientes en la prensa. Qué hacemos. No se puede no hablar del que cada que juega hace ver fácil anotar un gol.
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Anulado completamente en la primera parte del partido entre Inter de Porto Alegre y Fluminense. Una caldera. La puerta al primer círculo del infierno. Las siluetas de los jugadores a duras penas se podían ver en medio de la humareda de las bengalas rojas que causaron el efecto de un gran incendio, de un gran resplandor que rodeó el estadio Beira-Rio.
La hinchada del Inter y sus futbolistas estaban jugando el mismo partido. Fluminense vivía un infierno. Estaba encerrado. No veía salida. No veía solución. Llegar al arco contrario no fue posible. Cano sufría la soledad que sufren los arqueros. No encontró una pelota. Pero todos esperábamos que una le quedara, como lo dijo el relator.
Y parte del secreto lo dio Fernando Diniz, técnico de Fluminense, que dijo: ““El juego es mucho más que la táctica. Lo determinante es, como en toda actividad humana, lo relacional. Hay que ayudarse y tener solidaridad. Todo eso corrige el error táctico. La falta de disposición no tiene táctica que la resuelva”.
Tener solidaridad para no bajar los brazos. Hasta el minuto 81 se abrió el arco para Fluminense, que pareció no perder la paciencia tras ir abajo en el marcador por un gol de Gabriel Mercado -y el misterioso caso de un defensa de poca altura, pero que anota goles de cabeza en instancias definitivas-, en la primera parte.
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Saber ver y saber pensar. Cano iba por el carril interno, por toda la mitad del campo. Pudo decidir seguir, pero vio a su costado izquierdo a Kennedy, que era el que mejor jugaba, el más insistente, el que parecía cargar la mística para un partido de Copa Libertadores. Lo asistió para el empate. Ese era su anuncio de que no se iba a dar por muerto. Que no lo subestimaran. Que ojo, que ese se las trae.
Tuvo una y con esa bastó. Por el medio. Por donde parecía más difícil. Pero parece que los astros se alinean, que todo conspira y se acomoda para que llegue en el momento indicado y de la forma indicada para inflar la red, para silenciar a los rivales y poner a los suyos a romper con esa barrera del silencio. Sin movimientos de más. Un remate. Casi un pase. Fue suficiente para darle la vuelta al marcador y llevar al Fluminense a la final de la Copa Libertadores.
“No dejamos de creer nunca. Es un equipo de guerreros y estamos muy felices de poder pasar a esta final. Aprovechamos las ocasiones de gol y gracias a Dios conseguimos hacerlo”, dijo Cano ya con la voz ronca, porque frente a las cámaras no dejó de dedicarle el triunfo a gritos a su familia y de gritar también “vamos, carajooooo”.
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Son 28 partidos y 29 goles esta temporada. De otra especie, de la que generalmente tiene más goles que juegos. Son 12 tantos en la Copa Libertadores, una cifra a la que no muchos llegan. Pedro lo hizo con Flamengo en 2022. El máximo goleador en una temporada en Copa Libertadores es Daniel Onega, de River, que anotó 17 tantos en 1966. Salvo una actuación histórica, Cano no igualará esa marca, pero sí podría quedar en la historia por ser uno de los máximos goleadores en una campaña en la que además podría salir campeón.
Un equipo de época con un goleador de época. La revolución del fútbol en los jugadores del Fluminense, en las virtudes de Germán Cano, que lleva más de 290 goles en su carrera, y que tiene como su mano derecha a Jhon Arias, un colombiano que parece que hubiera crecido también en las playas y las canchas del jogo bonito.
¿Cómo no se nacionalizó? ¿Cómo Medellín lo dejó ir? No deja uno de preguntarse cómo dejamos perder a un goleador de raza como Cano.
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