Gianluigi Buffon le dijo adiós al fútbol: “¡Gracias por todo, amigos!”
A propósito de la extraordinaria carrera de leyenda italiana, una reflexión sobre el peso de decir adiós y de soltar lo que más se ama.
Fernando Camilo Garzón
Un día te levantas y perdiste lo que más amas. No se fue, pero tuviste que dejarlo ir. Tuviste que decirle adiós, aun cuando era tu esperanza, tu refugio y tu pasión, el fuego que inspiró tus años más precoces, en los que un niño soñaba con grandes estadios y gestas imposibles. Tal vez ser campeón, de algo, algún día. Pero, sin duda, jugando a la pelota, el verdadero y único anhelo.
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Un día te levantas y perdiste lo que más amas. No se fue, pero tuviste que dejarlo ir. Tuviste que decirle adiós, aun cuando era tu esperanza, tu refugio y tu pasión, el fuego que inspiró tus años más precoces, en los que un niño soñaba con grandes estadios y gestas imposibles. Tal vez ser campeón, de algo, algún día. Pero, sin duda, jugando a la pelota, el verdadero y único anhelo.
Es un quiebre en la vida de muchos jugadores, el dejar ir el fútbol. Un silencio doloroso y personal. Despegarse de una rutina que, durante años, los acompañó desde que tenían memoria. Un peso que, en realidad, es una tristeza oculta, la depresión de perder el rumbo de lo que un día significó el norte de toda una vida.
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Gianluigi Buffon, con 45 años, le dijo adiós al fútbol. 28 temporadas después de debutar en el Parma de Italia, puso punto final a su carrera en el mismo club que le dio vía libre para cumplir el sueño.
La despedida se postergó hasta donde no dio más. Casi treinta años en activo dan cuenta de una verdadera leyenda, un jugador que ganó casi todo lo que podía ganar, que marcó una época, que inspiró a cientos de miles en todo el mundo y que vivió su mundo, su pasión, con la intensidad que da la fuerza de hacer las cosas que verdaderamente amas.
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“¡Eso es todo, amigos! Me dieron todo. Les di todo. Lo hicimos juntos”, fueron las palabras de despedida del mítico portero italiano, un ícono que, para algunos, se va como el mejor arquero de toda la historia. Una carta escueta, pero que entre líneas refleja un profundo vacío. La incertidumbre del mañana, la tranquilidad del pasado y la pesadumbre del ahora. Ese es el verdadero dolor del adiós, la extinción de unas ilusiones que un día movieron tus pasos, que creíste por siempre interminables y que el tiempo, siempre tan exacto, un día cortó de tajo.
Gianluigi Buffon: una carrera para los libros de historia
Un Mundial de la FIFA con Italia, en 2006; 10 Scudettos, todos con Juventus, entre 2001 y 2020; seis Copas de Italia, cinco con la Juve y una con Parma, en 1999; una Copa de la UEFA, también con Parma el mismo año; siete Supercopas de Italia, seis con Juventus y una con Parma; una Ligue 1 en Francia, con PSG en 2019, mismo año en el que ganó la Supercopa de ese país. Ese es el legado de Gianluigi Buffon.
En realidad, va mucho más allá. Buffon fue una figura, un símbolo de respeto y deportividad. Con un estilo único, líder y dominante en el área. Un arquero de reflejos lúcidos, seguro bajo palos y que se complicaba poco con la pelota en los pies. El último en pie de los guardametas de la vieja escuela, los que le dieron paso a los porteros de otro estilo que abundan en los tiempos contemporáneos.
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Gianluigi Buffon inspiró a la mayoría de arqueros que hoy juegan por el mundo, pero lo que es todavía más impresionante, es que jugó contra la mayoría. Su vigencia es el verdadero testimonio de su legado, la prueba definitiva de la trascendencia que tendrá en el fútbol. Ningún portero que pueda sentarse en su misma mesa, perduró, y con éxito, a lo largo de tantas décadas. Ninguno resistió con tanta hidalguía el embate del tiempo en una posición en la que dicen que los mejores jugadores son, precisamente, los más longevos. Es más, el italiano fue, por años, la demostración de ese paradigma.
Su cima fue ese mundial de 2006 que ganó con Italia. Ese título le dio el rótulo definitivo de leyenda. El mismo que pulió ganando todo con la Juventus. Todo, excepto la Champions, la única deuda en sus casi 30 años bajo palos.
La despedida de Buffon es el fin también de toda una generación. De esa selección italiana campeona del mundo, era el último, el que se negaba a despedirse. Ese es el peso también del adiós, que cuando los jugadores, esos que marcaron una época, dicen no más, nosotros mismos empezamos a preguntarnos por el rumbo de la vida, de la nuestra.
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Porque el fútbol también marca nuestros sueños, las ilusiones que nos permiten seguir adelante. Son los jugadores, los que nos enamoran, asombran, deleitan y alegran, así como los que nos llenan de ira, nos desesperan y nos hacen gritarle a una pantalla o al aire de un estadio aturdido por el barullo, los que dictan el tiempo. Somos unos cuando llegan y otros cuando se van. Algunas veces ya estaban ahí cuando ni siquiera habíamos nacido e incluso otros, de los que escuchamos, pero no vimos nada, estaban mucho antes de que existiéramos. Verlos irse es ver cómo nosotros, poco a poco, también empezamos a irnos. No hablamos solo de la muerte, la consecuencia inevitable de la vejez, nos vamos hacia otros rumbos, tal vez más felices o no, pero diferentes a los primeros pasos que nos hicieron amar la vida.
Gianluigi Buffon le dijo adiós al fútbol y su nombre no será olvidado. Será difícil, a él, que le entregó todo a la pelota, no verlo ligado a ese mundo. Y el balompié esperará por sus pasos para festejarlo allá donde vaya, para celebrar la leyenda de uno de los mejores futbolistas que ha visto el mundo.
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