Hitos de los mundiales femeninos: el mito fundacional de “la espada de triple filo”
A días de que comience el Mundial Femenino de Australia y Nueva Zelanda, repasamos la historia de las Copas del Mundo. Segunda entrega: Estados Unidos, las primeras campeonas mundiales.
Fernando Camilo Garzón
Para 1985, año en el que comienza esta historia, Estados Unidos no era la potencia del fútbol femenino que conocemos hoy en día. Hace casi 40 años, la selección norteamericana era un equipo improvisado, compuesto en su mayoría por jóvenes universitarias menores de 25 años, que viajaron ese año a Italia a representar a su país en uno de los mundialitos aficionados que se organizaban por el mundo en la década de los 80.
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Para 1985, año en el que comienza esta historia, Estados Unidos no era la potencia del fútbol femenino que conocemos hoy en día. Hace casi 40 años, la selección norteamericana era un equipo improvisado, compuesto en su mayoría por jóvenes universitarias menores de 25 años, que viajaron ese año a Italia a representar a su país en uno de los mundialitos aficionados que se organizaban por el mundo en la década de los 80.
Eran los momentos previos del reconocimiento de la FIFA al fútbol femenino, con el primer mundial oficial en 1991, años en los que el fútbol en Estados Unidos era un asunto de extraños.
Mire la primera parte de esta serie: Hitos de los mundiales femeninos: el origen del fútbol y la primera Copa del Mundo
Las norteamericanas brillaron en el mundialito de Jesolo por su condición física. Eran grandes atletas, volaban la cancha, completaban recorridos que las jugadoras de las demás selecciones no lograban, pero jugando a la pelota estaban muy quedadas. No entendían del balompié como sí lo hacían otras, “el resto de selecciones estaban a años luz de nosotras en prácticamente todo lo demás”, aseguró a la FIFA Michelle Akers, una de las pioneras del fútbol estadounidense que estuvo presente en ese cuadro que viajó a Italia y volvió a casa con tres derrotas y un empate.
Ese mundialito de Italia cambiaría la historia del fútbol femenino porque le demostró a Estados Unidos las posibilidades. Lejos de amilanarse por la derrota, las norteamericanas empezaron un proceso de desarrollo que las llevaría hasta el primer título en la historia de los mundiales femeninos.
El mito de la “espada de triple filo”
Seis años después de la gira por Jesolo, Estados Unidos tenía otro equipo. Las cargas se habían igualado y la brecha no era la misma que años atrás. La selección estadounidense fortaleció, en ese tiempo, el trabajo táctico, pulió la técnica de sus jugadoras, creo patrones de conjunto y le dio forma a la estructura que en 1991, en la República Popular de China se alzó con el campeonato.
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De hecho, contrario a lo que pasó en el 85, para el primer mundial del 91, Estados Unidos llegó como una tromba. Era un equipo con un poder ofensivo envidiable, de los mejores que se recuerde de las copas del mundo.
Lo sustentaban, principalmente, tres jugadoras: la pionera Michelle Akers, que terminó siendo la goleadora del torneo con 10 goles, cifra récord que se mantiene hoy en día para una sola jugadora en copas del mundo; la histórica April Heinrichs, primera mujer en ser incluida en el salón de la fama del “soccer”, y la destellante Carin Jennings-Gabarra, que anotó seis goles en ese mundial del 91, fue escogida como la mejor jugadora del torneo y ganó el balón de oro.
Las tres conformaban un trío legendario: la espada de triple filo, un ataque letal que impuso su voluntad en China y bordó la primera estrella en el escudo norteamericano. Sin embargo, la influencia de las tres jugadoras se expandió mucho más en el tiempo y cobró una fuerza, en su legado, que hasta el día de hoy se mantiene.
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En el 99 no todas llegarían al Mundial de Estados Unidos. Sin embargo, la generación que ellas lideraban, en casa, logró el bicampeonato del mundo. De tener un fútbol precario, más de atletas que de futbolistas, después del 91, de la espada de triple filo y los títulos mundiales, el fútbol femenino estadounidense se convirtió en la principal potencia del mundo.
Y no solo en términos deportivos, también en términos de igualdad de derechos, oportunidades y de brechas salariales.
Esa fue la principal herencia que le dejó al fútbol femenino la primera generación de estadounidensas que ganaron el mundial. El mito fundacional de las futbolistas venideras, que se inspiraron en Akers, Heinrichs y, especialmente, en Jennings-Gabarra para soñar con que las mujeres también podían ganar una Copa del Mundo.
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