Hitos de los mundiales femeninos: Japón y la última resistencia de las Nadeshiko
A días de que comience el Mundial Femenino de Australia y Nueva Zelanda, repasamos la historia de las Copas del Mundo. Quinta entrega: así fue el inesperado título japonés en el mundial de 2011.
Fernando Camilo Garzón
“¿Deberíamos estar jugando al fútbol? ¿No hay cosas más importantes que deberíamos hacer ahora?”, dice Aya Miyama, centrocampista de la selección japonesa campeona en el Mundial Femenino de 2011, en un documental de la FIFA que recuerda la gesta de las Nadeshiko (el apodo del cuadro asiático) en aquella Copa del Mundo.
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“¿Deberíamos estar jugando al fútbol? ¿No hay cosas más importantes que deberíamos hacer ahora?”, dice Aya Miyama, centrocampista de la selección japonesa campeona en el Mundial Femenino de 2011, en un documental de la FIFA que recuerda la gesta de las Nadeshiko (el apodo del cuadro asiático) en aquella Copa del Mundo.
Cuatro meses atrás, Japón había sido devastado por un fenómeno natural sin precedentes: el terremoto más grande en la historia reciente del país, por lo menos de los últimos 500 años, que, además, trajo consigo un demoledor tsunami que dejó un saldo trágico de 5.899 muertos, 2.556 desaparecidos y más de 6.000 heridos. Como si fuera poco, el desastre provocó una emergencia nuclear por el colapso en los reactores de la central de Fukushima, uno de los más graves accidentes reactivos de los tiempos contemporáneos.
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Había, sin lugar a dudas, cosas más importantes en Japón que un mundial de fútbol. Y más teniendo en cuenta lo poco que se esperaba de la selección femenina. Aunque el fenómeno del balompié jugado por mujeres desde hacía décadas había despertado en el mundo, para los japoneses, incluso el fútbol de hombres, no era un evento de mayor relevancia.
En ese documental de la FIFA, varias de las jugadoras de la histórica selección revelan que estuvieron a punto de bajarse de torneo porque su país estaba viviendo momentos de angustia en los que las futbolistas sentían que podían ayudar. Incluso, ellas no tuvieron una preparación adecuada, por los problemas en la iluminación y las instalaciones que el terremoto dejó en todas las zonas de entrenamiento y, por supuesto, de todo el país.
Sin embargo, las jugadoras viajaron a Alemania 2011 con una consigna: el mundial era una oportunidad única para darle esperanza a su pueblo. Así que no declinaron su participación en el torneo, todo lo contrario, fueron con la convicción de hacer historia.
El lugar de Asia en el mapa del fútbol
El título de Japón en el Mundial Femenino de Alemania 2011 es el más importante en la historia del fútbol asiático. Las Nadeshiko —que representa en japonés la palabra para referirse al ideal de la belleza femenina— lograron un título sin precedentes para esta tierra, que nunca, ni en hombres ni en mujeres, ni en juveniles ni en mayores, había alcanzado un logro de esta envergadura.
Su triunfo fue acorde a la historia de las copas del mundo femeninas, en las que países con escasa tradición futbolística en la rama masculina, vieron una oportunidad de colmar el espectro del balompié jugado por mujeres. Solo Alemania, en 2003 y 2007, rompió la hegemonía de países como Estados Unidos y Noruega, los primeros campeones femeninos del mundo.
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Japón continuó ese camino y puso a Asía en el panorama del fútbol mundial, más allá de que no habría que olvidar a los asiáticos, precisamente, como una de las regiones que dieron origen al balompié.
De hecho, Asía, por el lado masculino, ya organizado el fútbol en la segunda mitad del siglo XX, fue la tercera confederación que se creó en el mundo. Y sobre la década de los 70, por el lado de las mujeres, fue la primera confederación que le dio cabida a torneos internacionales para selecciones femeninas.
Los japoneses no se destacaron en el fútbol hasta la llegada de los 2000, con la sede en 2002, en conjunto con Corea del Sur, del mundial masculino, que cambió el paradigma del deporte en todos los niveles, incluidas las mujeres.
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A partir de ahí empezó una revolución silenciosa en el país insular de Asia Oriental. Un proyecto que llevó a la modesta selección japonesa a ganarle al mejor equipo de la historia del fútbol femenino.
Japón, la última resistencia al dominio norteamericano
Para 2011, el mejor resultado de Japón había sido en el Mundial Femenino de 1995 en Suecia, cuando las asiáticas, llegaron hasta los cuartos de final y fueron vapuleadas 4-0 por Estados Unidos.
Después, en el 99, el 2003 y el 2007, se fueron temprano, en la fase de grupos y no se esperaba un resultado muy diferente para 2011. Sin embargo, superaron la primera fase en el segundo lugar, por detrás de Inglaterra, una posición que llevó a las japonesas a medirse en cuartos con Alemania, vigente bicampeón del mundo y local del torneo.
Se suponía que ahí terminaría todo, pero, contra todo pronóstico, Japón le ganó a las europeas por 1-0 en su casa con un solitario gol anotado en la prórroga. Agazapadas en defensa, inteligentes y rápidas para atacar a la contra, las Nadeshiko sorprendieron al mundo.
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Y derrotadas las bicampeonas, el turno fue de Suecia, que cayó 3-1 en semifinales contra el fenómeno asiático que iba por la copa del mundo.
Esa final de 2011 sería la última derrota de Estados Unidos en un mundial femenino, pues en 2015 y 2019 se llevaría un bicampeonato histórico. En esa copa, de hecho, surgió la generación que después revolucionaría el fútbol femenino en el mundo. Jugadoras como Hope Solo, Megan Rapinoe, Alex Morgan o Carli Lloyd, de las mejores de la historia, que perdieron ese título de 2011 contra las asombrosas japonesas.
La victoria fue desde los penaltis, fiel al aguerrido y batallador estilo de las japonesas. Fueron a Alemania con la idea de darle una alegría a su pueblo, pero no estaba en los planes hacer una revolución. Un mundial más tarde, esa misma camada intentó el bicampeonato en Canadá, pero fue turno de Estados Unidos, que cuatro años antes había encontrado en las Nadeshiko la última resistencia a su dominio apabullante de los años venideros.
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