Ivan Rakitic, de arquitecto a figura con la selección de Croacia
El volante del Barcelona es uno de los hombres más importantes del seleccionado que dirige Zlatko Dalic. Este miércoles, contra Inglaterra, buscará hacer historia para el país que eligió como suyo, desde los 18 años.
Camilo Amaya - Enviado especial Rusia
Antes de los penales contra Rusia, en el juego por los cuartos de final del Mundial, Ivan Rakitic se ubicó en el medio de sus compañeros croatas y empezó a hablar. Lo hizo con la misma intensidad de Davor Suker, en 1998, antes del partido contra Alemania, con el fuego de la independencia ardiendo, luego de la ofensa del canciller teutón a un país naciente, a una nación que primero tuvo que destruirse para luego separarse de la tiranía yugoslava. Seguro fue una arenga o unas palabras de calma para controlar la ansiedad. El hombre que no es nombrado tanto en el terreno de juego, tomó el mando y se encargó de hacer lo que pocos hacen: tranquilizar a los demás así por dentro haya más nervios. Señaló a otros jugadores, hizo las veces de entrenador y, con un gesto de serenidad, indicó que él sería el último en patear. Y así fue, y con su frialdad habitual le dio el tiquete a Croacia para la semifinal de hoy frente a Inglaterra, también el de cuartos ante Dinamarca (fue el último en patear desde los 12 pasos). (Vea aquí nuestro especial del Mundial de Rusia 2018)
Rakitic, carismático y técnico, se ha convertido en el soporte de un equipo que está a un paso de mejorar lo hecho hace 20 años, cuando terminó tercero en la Copa del Mundo, que dejó en el camino a Alemania y venció a Holanda en el partido por completar el podio. “Nadie habla de él porque todo el mundo está impresionado con Luka Modric, pero lo que no se dan cuenta es que Rakitic es Croacia y viceversa, y que sin él ellos no funcionan bien”, dice Joe Bernstein, periodista del Daily Mail y quien anota con rapidez cada palabra que dice el jugador del Barcelona en la rueda de prensa previa al encuentro en Moscú.
Los británicos conocen a Rakitic, saben de sus cualidades, de su disciplina, de su disposición a mejorar, de su liderazgo, de los gritos, los alientos y hasta los regaños que nadie refuta, pues saben que su actitud de luchador viene desde muy niño, desde que decidió jugar con la camiseta ajedrezada y no con la de su país de nacimiento, Suiza, pues el apego a las raíces pudo más, al igual que la lealtad por los suyos, por las historias, las fábulas, las creencias, el poder de ser más en un lugar acostumbrado a venirse a menos (su madre es de Bosnia y su padre de Croacia). En otras palabras, ser tierra de su tierra, o mejor, de la de sus ancestros. (Lea: Croacia, de sufrir la guerra a soñar con la final del Mundial)
Ivan es la muestra de un proceso serio y ordenado, de honestidad con el deporte mismo. Por eso, luego de la última Eurocopa, torneo en el que Croacia perdió en cuartos de final con Portugal (1-0), no tomó vacaciones sino que se dedicó a entrenar en su casa para perder cuatro kilos, para conseguir ser más rápido a la hora de atacar y en el momento de regresar. “Quieren que sea un mediocampista de dos áreas y para eso debo bajar de peso”, dijo en su momento. También cambió su alimentación luego de que le diagnosticaron la enfermedad celíaca, es decir, alergia al gluten. Y entrenó mucho más después de una broma de su suegra tras desperdiciar una pena máxima cuando jugaba para el Sevilla. “Él cobra mejor que tú”, el mensaje de la mamá de su esposa, una mujer andaluz aficionada al fútbol como a los garbanzos con bacalao, que vino acompañado con una imagen del perro de la casa. Ese comentario no lo hirió, pero lo hizo trabajar más fuerte, para ganarse el respeto de los demás, para aumentar esa necesidad de triunfar. Esa constancia, como camino a la perfección, la aplica en su diario vivir, como, por ejemplo, cuando conoció a Raquel Mauri en un restaurante y no dejó de ir una sola noche hasta que la hermosa camarera le aceptó una invitación a un café.
Pero Rakitic no solo es fútbol, también es cultura y estudio, y arquitectura, la carrera que cursó durante un año en la Universidad de Basilea, antes de ser transferido al Schalke 04. “Siempre quise construir cosas. Aún lo quiero, solo que ahora lo hago en otro escenario. Pero espero terminar mi carrera cuando me retire”, dijo en la zona mixta, luego del triunfo contra los rusos, en un perfecto inglés, pues también es políglota (habla croata, español, alemán y un poco de francés) y se desenvuelve con la naturalidad de un buen orador. Hoy, en el partido más importante de su vida, el futbolista de 30 años jugará como si se tratara de una obsesión nacional, de la última vez que lo haga, como está acostumbrado, y como lo hará hasta que decida no jugar más. (Lea también: El regaño de la FIFA al arquero de Croacia por homenajear a un amigo fallecido)
Antes de los penales contra Rusia, en el juego por los cuartos de final del Mundial, Ivan Rakitic se ubicó en el medio de sus compañeros croatas y empezó a hablar. Lo hizo con la misma intensidad de Davor Suker, en 1998, antes del partido contra Alemania, con el fuego de la independencia ardiendo, luego de la ofensa del canciller teutón a un país naciente, a una nación que primero tuvo que destruirse para luego separarse de la tiranía yugoslava. Seguro fue una arenga o unas palabras de calma para controlar la ansiedad. El hombre que no es nombrado tanto en el terreno de juego, tomó el mando y se encargó de hacer lo que pocos hacen: tranquilizar a los demás así por dentro haya más nervios. Señaló a otros jugadores, hizo las veces de entrenador y, con un gesto de serenidad, indicó que él sería el último en patear. Y así fue, y con su frialdad habitual le dio el tiquete a Croacia para la semifinal de hoy frente a Inglaterra, también el de cuartos ante Dinamarca (fue el último en patear desde los 12 pasos). (Vea aquí nuestro especial del Mundial de Rusia 2018)
Rakitic, carismático y técnico, se ha convertido en el soporte de un equipo que está a un paso de mejorar lo hecho hace 20 años, cuando terminó tercero en la Copa del Mundo, que dejó en el camino a Alemania y venció a Holanda en el partido por completar el podio. “Nadie habla de él porque todo el mundo está impresionado con Luka Modric, pero lo que no se dan cuenta es que Rakitic es Croacia y viceversa, y que sin él ellos no funcionan bien”, dice Joe Bernstein, periodista del Daily Mail y quien anota con rapidez cada palabra que dice el jugador del Barcelona en la rueda de prensa previa al encuentro en Moscú.
Los británicos conocen a Rakitic, saben de sus cualidades, de su disciplina, de su disposición a mejorar, de su liderazgo, de los gritos, los alientos y hasta los regaños que nadie refuta, pues saben que su actitud de luchador viene desde muy niño, desde que decidió jugar con la camiseta ajedrezada y no con la de su país de nacimiento, Suiza, pues el apego a las raíces pudo más, al igual que la lealtad por los suyos, por las historias, las fábulas, las creencias, el poder de ser más en un lugar acostumbrado a venirse a menos (su madre es de Bosnia y su padre de Croacia). En otras palabras, ser tierra de su tierra, o mejor, de la de sus ancestros. (Lea: Croacia, de sufrir la guerra a soñar con la final del Mundial)
Ivan es la muestra de un proceso serio y ordenado, de honestidad con el deporte mismo. Por eso, luego de la última Eurocopa, torneo en el que Croacia perdió en cuartos de final con Portugal (1-0), no tomó vacaciones sino que se dedicó a entrenar en su casa para perder cuatro kilos, para conseguir ser más rápido a la hora de atacar y en el momento de regresar. “Quieren que sea un mediocampista de dos áreas y para eso debo bajar de peso”, dijo en su momento. También cambió su alimentación luego de que le diagnosticaron la enfermedad celíaca, es decir, alergia al gluten. Y entrenó mucho más después de una broma de su suegra tras desperdiciar una pena máxima cuando jugaba para el Sevilla. “Él cobra mejor que tú”, el mensaje de la mamá de su esposa, una mujer andaluz aficionada al fútbol como a los garbanzos con bacalao, que vino acompañado con una imagen del perro de la casa. Ese comentario no lo hirió, pero lo hizo trabajar más fuerte, para ganarse el respeto de los demás, para aumentar esa necesidad de triunfar. Esa constancia, como camino a la perfección, la aplica en su diario vivir, como, por ejemplo, cuando conoció a Raquel Mauri en un restaurante y no dejó de ir una sola noche hasta que la hermosa camarera le aceptó una invitación a un café.
Pero Rakitic no solo es fútbol, también es cultura y estudio, y arquitectura, la carrera que cursó durante un año en la Universidad de Basilea, antes de ser transferido al Schalke 04. “Siempre quise construir cosas. Aún lo quiero, solo que ahora lo hago en otro escenario. Pero espero terminar mi carrera cuando me retire”, dijo en la zona mixta, luego del triunfo contra los rusos, en un perfecto inglés, pues también es políglota (habla croata, español, alemán y un poco de francés) y se desenvuelve con la naturalidad de un buen orador. Hoy, en el partido más importante de su vida, el futbolista de 30 años jugará como si se tratara de una obsesión nacional, de la última vez que lo haga, como está acostumbrado, y como lo hará hasta que decida no jugar más. (Lea también: El regaño de la FIFA al arquero de Croacia por homenajear a un amigo fallecido)