Joemar Guarecuco, una goleadora con bondad
Cuando comenzaba en el fútbol femenino, y aun sin tener para comer, la delantera venezolana prefería ayudar a sus compañeras. Este miércoles anotó un golazo agónico que le dio vida al club escarlata en la Copa Libertadores Femenina. Su historia.
Un complejo deportivo era el hogar de Joemar Guarecuco cuando tenía menos de 16 años y comenzaba a tejer con talento su camino en el fútbol. El lugar se ubicaba en la ciudad de Barinas, capital del estado venezolano que lleva el mismo nombre. Había unas gradas y una cancha con un césped disparejo. La estructura de cemento donde algunos espectadores se sentaban a observar partidos era, en varias ocasiones, el refugio de ella en las noches.
(América: el valor de creer siempre en sí mismas)
“A veces no tenía dónde dormir y me tocaba hacerlo en las gradas”, relató Joemar en diálogo con El Espectador. Y el aspecto de la comida tampoco era fácil de solucionar. A ella y sus compañeras las alimentaban de lunes a viernes, pero los fines de semana el tema se complicaba. “No contaba con mucho apoyo y con el poco que me podía dar mi familia intentaba ahorrar para pagarme mi transporte, mi comida y mi alojamiento”.
La jugadora venezolana recibía una especie de beca, por lo que tenía menos dificultades que sus compañeras, a quienes no desamparaba. “No podían comer porque no tenían, entonces prefería reunir y darles a ellas, así me quedara sin comida. Podía comer cualquier cosa”, la enseñanza de bondad que contó Guarecuco, quien realizaba trayectos desde su natal municipio de Socopó, donde le nació la pasión por la pelota.
“Los recuerdos de mi pueblo se mantienen siempre claros en mi mente. Comencé a jugar con niños en unas calles llenas de calor y amor, que es lo que a una más lo llena. A Socopó, siempre mi cariño y mi respeto. Lo que soy ahora siempre será gracias a ese lugar y a mi familia”, rememoró la mujer que arrancó su andar en el mundo del balompié en el equipo Potras de Barinas y que en 2010, con 16 años, jugó el Mundial Femenino Sub 17 con la selección de Venezuela, en Trinidad y Tobago.
Sus diagonales en el ataque, sus gambetas y sus goles con destacadas definiciones aparecían con más constancia, y en 2013 fue fichada por el Atlético de Madrid. Sin embargo, se lesionó en su primer partido con el club colchonero. Y en 2016 retornó a su amado país para militar con Estudiantes de Guarico y fue figura en la Copa Libertadores de 2016, en la que fue subcampeona. Aún recuerda con amargura el hecho de no haberse quedado con el título.
“Estoy muy contenta porque mi país ha progresado mucho futbolísticamente, ya que tenemos talento, pero no hay que conformarse. Esa Copa Libertadores fue una demostración de lo mencionado: fue una las mejores y más impresionantes experiencias, aunque todavía sufro con la sensación del sabor amargo por haber quedado en el segundo lugar”, dijo la jugadora venezolana que a mitad de año cumplirá 27 años y que ahora con América de Cali tiene la oportunidad de buscar esa anhelada consagración en Argentina.
El cuadro escarlata, dirigido por Andrés Usme, quien es hermano de la capitana Catalina Usme, comenzó el certamen continental con una contundente goleada 5-0 sobre Universitario de Perú, en la que Guarecuco aportó una anotación. Tres días después las americanas le propinaron un 5-1 a El Nacional de Ecuador, asegurando así su clasificación a la siguiente ronda. Su último partido del Grupo A lo perdió 3-0 ante Corinthians de Brasil, se instaló en cuartos como segundo de su zona y eliminó a Boca Juniors en cuartos de final.
Este miércoles América se tomó revancha contra el cuadro brasileño, al cual superó por la vía de los penaltis, instancia a la que llegó agónicamente gracias a un golazo agónico de la “9” del América, una jugadora que con su experiencia en diversos países ha concluido que “las injusticias con el fútbol femenino se están tomando un poquito más en cuenta en la actualidad. En Europa se van nivelando las cosas y me gustaría que en Suramérica también haya cambios. Nosotras merecemos un poco más de lo que nos han dado”.
(Luisa Villamil, capitana del fútbol-tenis en Colombia)
Mientras afuera de la cancha lucha por equilibrar la balanza entre el balompié masculino y femenino, adentro se entrega por los triunfos deportivos que le colman el alma de satisfacción. El domingo, América jugará la final de la Copa Libertadores contra un rival aún por definir (Universidad de Chile o Ferroviária). En ese encuentro estará Joemar, quien también se visualiza en un Mundial femenino de mayores con la selección venezolana, gracias a la cual terminó llegando a Colombia.
“Estaba con la selección mayor y una compañera estaba jugando con Cortuluá. Me dijo que necesitaban una delantera y me contactó con el profesor Felipe Taborda”, expresó Guarecuco, goleadora con el equipo vallecaucano de la Liga Femenina en 2019. Ahora, con América, quiere más celebraciones para luego disfrutar con pasta y carne molida. Para luego seguir indagando en las maneras de darle mayor fuerza en Suramérica a un fútbol femenino con el que, asegura, “todavía no alcanza para vivir”.
Un complejo deportivo era el hogar de Joemar Guarecuco cuando tenía menos de 16 años y comenzaba a tejer con talento su camino en el fútbol. El lugar se ubicaba en la ciudad de Barinas, capital del estado venezolano que lleva el mismo nombre. Había unas gradas y una cancha con un césped disparejo. La estructura de cemento donde algunos espectadores se sentaban a observar partidos era, en varias ocasiones, el refugio de ella en las noches.
(América: el valor de creer siempre en sí mismas)
“A veces no tenía dónde dormir y me tocaba hacerlo en las gradas”, relató Joemar en diálogo con El Espectador. Y el aspecto de la comida tampoco era fácil de solucionar. A ella y sus compañeras las alimentaban de lunes a viernes, pero los fines de semana el tema se complicaba. “No contaba con mucho apoyo y con el poco que me podía dar mi familia intentaba ahorrar para pagarme mi transporte, mi comida y mi alojamiento”.
La jugadora venezolana recibía una especie de beca, por lo que tenía menos dificultades que sus compañeras, a quienes no desamparaba. “No podían comer porque no tenían, entonces prefería reunir y darles a ellas, así me quedara sin comida. Podía comer cualquier cosa”, la enseñanza de bondad que contó Guarecuco, quien realizaba trayectos desde su natal municipio de Socopó, donde le nació la pasión por la pelota.
“Los recuerdos de mi pueblo se mantienen siempre claros en mi mente. Comencé a jugar con niños en unas calles llenas de calor y amor, que es lo que a una más lo llena. A Socopó, siempre mi cariño y mi respeto. Lo que soy ahora siempre será gracias a ese lugar y a mi familia”, rememoró la mujer que arrancó su andar en el mundo del balompié en el equipo Potras de Barinas y que en 2010, con 16 años, jugó el Mundial Femenino Sub 17 con la selección de Venezuela, en Trinidad y Tobago.
Sus diagonales en el ataque, sus gambetas y sus goles con destacadas definiciones aparecían con más constancia, y en 2013 fue fichada por el Atlético de Madrid. Sin embargo, se lesionó en su primer partido con el club colchonero. Y en 2016 retornó a su amado país para militar con Estudiantes de Guarico y fue figura en la Copa Libertadores de 2016, en la que fue subcampeona. Aún recuerda con amargura el hecho de no haberse quedado con el título.
“Estoy muy contenta porque mi país ha progresado mucho futbolísticamente, ya que tenemos talento, pero no hay que conformarse. Esa Copa Libertadores fue una demostración de lo mencionado: fue una las mejores y más impresionantes experiencias, aunque todavía sufro con la sensación del sabor amargo por haber quedado en el segundo lugar”, dijo la jugadora venezolana que a mitad de año cumplirá 27 años y que ahora con América de Cali tiene la oportunidad de buscar esa anhelada consagración en Argentina.
El cuadro escarlata, dirigido por Andrés Usme, quien es hermano de la capitana Catalina Usme, comenzó el certamen continental con una contundente goleada 5-0 sobre Universitario de Perú, en la que Guarecuco aportó una anotación. Tres días después las americanas le propinaron un 5-1 a El Nacional de Ecuador, asegurando así su clasificación a la siguiente ronda. Su último partido del Grupo A lo perdió 3-0 ante Corinthians de Brasil, se instaló en cuartos como segundo de su zona y eliminó a Boca Juniors en cuartos de final.
Este miércoles América se tomó revancha contra el cuadro brasileño, al cual superó por la vía de los penaltis, instancia a la que llegó agónicamente gracias a un golazo agónico de la “9” del América, una jugadora que con su experiencia en diversos países ha concluido que “las injusticias con el fútbol femenino se están tomando un poquito más en cuenta en la actualidad. En Europa se van nivelando las cosas y me gustaría que en Suramérica también haya cambios. Nosotras merecemos un poco más de lo que nos han dado”.
(Luisa Villamil, capitana del fútbol-tenis en Colombia)
Mientras afuera de la cancha lucha por equilibrar la balanza entre el balompié masculino y femenino, adentro se entrega por los triunfos deportivos que le colman el alma de satisfacción. El domingo, América jugará la final de la Copa Libertadores contra un rival aún por definir (Universidad de Chile o Ferroviária). En ese encuentro estará Joemar, quien también se visualiza en un Mundial femenino de mayores con la selección venezolana, gracias a la cual terminó llegando a Colombia.
“Estaba con la selección mayor y una compañera estaba jugando con Cortuluá. Me dijo que necesitaban una delantera y me contactó con el profesor Felipe Taborda”, expresó Guarecuco, goleadora con el equipo vallecaucano de la Liga Femenina en 2019. Ahora, con América, quiere más celebraciones para luego disfrutar con pasta y carne molida. Para luego seguir indagando en las maneras de darle mayor fuerza en Suramérica a un fútbol femenino con el que, asegura, “todavía no alcanza para vivir”.