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“Recuerdo el año 97. Fui la primera vez a la práctica de Liverpool. Yo decidí ir a estudiar a John Moores University a hacer mi máster en educación superior y fútbol, lo llaman ellos. Un máster que tienen allá de dos años. Estando ya en Liverpool, voy a Melwood Training Ground, donde entrenaban, y al tercer día me doy cuenta de que es imposible entrar. Entonces, me recorro la calle hasta encontrar un orificio en la pared y ahí me doy cuenta: por acá puedo ver el entrenamiento”, así le contó Juan Carlos Osorio a El Espectador cómo empezó su viaje para ser director técnico. Recursivo e insistente, así se mostró desde un principio y así fue edificando su identidad en el campo de juego.
A Osorio le han criticado siempre la rotación. En la misma entrevista ya citada, el entrenador afirmó que esta estrategia “es un sinónimo de oportunidad, de renovación, de sana competencia”. Muchos aseguran que esto dificulta consolidar la identidad de sus equipos y, en ocasiones, cometer una injusticia con aquellos jugadores que se encuentran en buen nivel y no participan de partidos que pueden ser determinantes, por la misma variabilidad que defiende a ultranza el técnico risaraldense.
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Un lápiz y un cuaderno siempre lo acompañan. Un partido que se observa de pie los noventa minutos y que solamente es interrumpido por los momentos en que Osorio anota los errores a corregir y los aciertos a optimizar son las características que lo definen.
Hoy enfrenta a Huracán y retorna con Nacional a un torneo internacional. Hace una semana logró una remontada única en su historia al ir perdiendo tres a cero y remontar con cuatro goles a Equidad en Bogotá. En el primer tiempo todos hablaban del lugar común al que lleva la estrategia de Osorio: apostarle a un juego ofensivo y una presión alta puede propiciar espacios letales en defensa y acarrear este tipo de riesgos en los que los goles pueden conducir a un resultado adverso.
Al final el partido le dio la razón. Era un golpe de autoridad y un guiño a su perseverancia. El fin de semana pasado los comentarios volvieron al mismo cajón: Nacional perdió en casa ante Jaguares por 2-1. La rotación y la apuesta de un equipo entregado al ataque cobraron factura.
Este semestre Nacional lleva seis puntos de nueve. El torneo apenas ve el alba y calcular estadísticas es un ejercicio que puede ser inútil en este momento. Si hablamos del semestre pasado, Osorio logró clasificar a los verdolagas en el primer lugar en la fase de todos contra todos con 35 puntos, producto de nueve partidos ganados, ocho empatados y tres perdidos. El equipo logró marcar treinta goles a favor y recibió 17. En los cuadrangulares quedó eliminado en la quinta fecha tras empatar con Tolima en casa. Con este resultado, la escuadra de la capital de Antioquia cortó una racha de ocho años ganando trofeos. Con Osorio al mando entre 2012 y 2015, Nacional ganó seis títulos: cuatro ligas, una Copa y una Superliga. En torneos internacionales, el extécnico de la selección de México tiene una efectividad del 55 %, con 38 partidos jugados, 18 victorias, nueve empates y once derrotas.
En el 2019, Juan Carlos Osorio recurrió a alineaciones como el 3-3-3-1, que puede pasar a ser un 5-3-2 cuando el equipo contrario está atacando; el 3-4-1-2, que permite un volumen de juego en la mitad de la cancha para mayor contención y un 4-3-3, que hace efectiva la presión en el área rival y aumenta la probabilidad de ataque para sus dirigidos. Con esos sistemas en cancha, el técnico de Nacional busca las variables necesarias y reafirma la idea de rotar para ubicar a los jugadores en las posiciones en los que resultan más óptimos y precisos para el resultado que el profesor espera.
Si bien el semestre pasado Osorio no estuvo en todo el torneo, pues volvió a Inglaterra para realizar el curso FA Pro Licence Nivel 5 (UEFA Pro) en entrenamiento deportivo —el de mayor jerarquía entregado por la FA, Asociación Inglesa de Fútbol—, los números indican que su apuesta táctica no obtuvo el rendimiento esperado.
A Juan Carlos Osorio le apasiona su lugar en el mundo. Y como toda pasión cuenta con su obsesión, el director técnico de Atlético Nacional no deja escapar ningún detalle. Las líneas de pase, la posición correcta para la posesión del balón, el manejo de la concentración de los jugadores como uno de los factores mentales que influye en el desarrollo del juego y la inspección del trabajo fisiológico para mantener en buen estado físico a sus dirigidos son elementos específicos que hablan de la rigurosidad del entrenador, de una rigurosidad que, a veces, es vista como un problema cuando la disciplina y la dificultad no son virtudes o elementos que se practicaron desde la voluntad tiempo atrás.
El director técnico afirmó, el fin de semana, que ya no contará con el Juan Pablo El Indio Ramírez y con Neyder Moreno para esta temporada. Esto supone que refuerzos como Fabián González Lasso, Andrés Rifle Andrade o Déinner Quiñones entrarán a jugar un papel determinante para los esquemas que Osorio tiene pensados.
Su estilo de juego no cambiará y las críticas, esas a las que ya se acostumbró y de las que siempre se defiende con el ceño fruncido y con la seriedad de quien tiene la convicción de conseguir logros con su identidad, seguirán siendo parte de un oficio que exige, que hace ver el tiempo aun más inmediato de lo que el mundo, la tecnología y el mercado ya lo hacen percibir.
A Osorio, como a los de los equipos grandes, le seguirá gustando beber de la adrenalina de cada partido y de la presión que ejercen la hinchada, los medios de comunicación e incluso los resultados.