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Corría el minuto 33 del primer tiempo de la final de la Eurocopa de 2008, en el estadio Ernst Happel de Viena, Austria. Un pase de Xavi Hernández a la espalda de la defensa alemana fue aprovechado por Fernando El Niño Torres, quien tras superar a Philipp Lahm, picó el balón por encima del arquero Jens Lehmann. Marcó el gol de la victoria. La Roja, comandada por Luis Aragonés alcanzó su segundo título europeo y selló con broche de oro su impecable actuación. Así comenzó la gesta de un seleccionado sólido que se perfiló como uno de los favoritos para Sudáfrica 2010. (Puede leer: El colombiano que potenció a Mohammed Salah)
Esta hazaña del 29 de junio marcó un antes y un después en el fútbol español gracias a Aragonés, un viejo inteligente y cascarrabias, quien decidió cambiar el esquema de juego. Dejó a un lado a Raúl, quien se había caracterizado por ser un referente en la cancha, y le apostó a una nueva generación de futbolistas. La mayoría con el ADN del tiki-taka de Pep Guardiola en el Barcelona.
Un mes después, Aragonés se fue a dirigir al Fenerbahçe, de Turquía, y Vicente del Bosque asumió el timón de la Selección. Siguió con el mismo estilo de toque toque que su antecesor había implementado. Debutó con una victoria ante Dinamarca en un partido amistoso y terminó el año en el puesto número uno del escalafón FIFA. Su prueba de fuego era la Copa Confederaciones de 2009. No le fue bien. Perdió la semifinal ante Estados Unidos y le ganó el tercer puesto a Sudáfrica, la anfitriona de la siguiente Copa del Mundo. (Le puede interesar: Lothar Matthäus, el legendario de los Mundiales de Fútbol)
España llegaba invencible a la cita mundialista, había clasificado con 30 de 30 puntos posibles. Pero comenzó con el pie izquierdo al caer 1-0 ante Suiza. Del Bosque apostó el todo por el todo. Cambió su esquema 4-2-3-1 por el 4-4-2, dándole oportunidad de juego a la dupla de Fernando Torres y David Villa. Su experimento dio resultados al instante. Superó a Honduras y Chile, y se clasificó como primera de su grupo.
Villa pasó a ser el héroe de La Roja. Fue el autor de las anotaciones ante Portugal -en octavos- y Paraguay -en cuartos-, rompiendo la maldición de 70 años sin clasificar a las semifinales de un Mundial. Su rival por enfrentar fue Alemania. Puyol le dio el pase a la final, algo nunca antes visto. Los dirigidos por del Bosque parecían no tener límites. Y llegó ese 11 de julio. Era el día más esperado, en el que se podía escribir la proeza más grande del seleccionado ibérico. (Lea: Así han sido las 20 finales de los Mundiales de fútbol)
Se disputaba la parte complementaria de la final en el estadio Soccer City, de Johannesburgo. Era el día más importante de los 90 años de historia del fútbol español. La suerte estaba a favor de La Roja. Era el minuto 108 cuando el volante John Heitinga fue expulsado. Siete minutos después, Cesc Fabregas le hizo un pase a Andrés Iniesta, el 6 se acomodó y disparó con la derecha, mientras el centrocampista Van der Vaart, desesperado, se lanzó para evitar el tanto. Ni él ni el arquero Maarten Stekelenburg pudieron hacer algo. España alcanzó su primera Copa del Mundo. (Le puede interesar: El pecado de David Beckham)
Esa generación se consagró y escribió la página más dorada de su historia. Una que se siguió consolidando dos años después, cuando se convirtieron en los primeros bicampeones de la Eurocopa, tras vencer 4-0 a Italia. Pero luego llegó la debacle en Brasil 2014. Ni siquiera pudieron superar la primera ronda. Y su crisis se agudizó con la eliminación en octavos de la Euro 2016.
Hoy hay más dudas que certezas tras el despido del técnico Julen Lopetegui y la llegada a última hora de Fernando Hierro en su reemplazo. Y Andrés Iniesta, una de las portadas de esa generación dorada de 2010, se encuentra dando sus últimas funciones con La Roja. Su prueba más importante será este viernes en su debut en Rusia ante Portugal, el actual campeón de Europa. (Lea: Los futbolistas nacionalizados que disputarán el Mundial de Rusia 2018)