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Otra leyenda se ha ido. Alfredo di Stéfano, el astro argentino que mucho antes de Pelé, Maradona y Messi se ganó con sus goles y gambetas la condición de referente mundial del fútbol, falleció en Madrid a los 88 años. Su nombre se unirá a la mitología del balompié, esa que ha graduado de deidades a nombres como Eusebio, George Best, Giuseppe Meazza o Ferenc Puskas, esos que fundaron las bases de un espectáculo que genera la misma fe que una religión y mueve miles de millones de dólares en el planeta, todo alrededor de una pelota.
Una leyenda que el legendario entrenador Helenio Herrera zanjó hace algunos años, agobiado por el afán mediático de declarar a uno de ellos el dios supremo: “Pelé era un gran director de orquesta, Maradona era un genial solista, pero Di Stéfano era la orquesta entera”.
Es difícil establecer cuándo su historia adquirió tintes míticos. Unos dirán que fue en 1954, cuando atravesó el Atlántico para jugar en la España del franquismo: otros, que se inició en El Dorado, en el mítico Millonarios del Ballet Azul de inicios de los años 50, ese que cosechaba títulos nacionales y extranjeros; los más fieles a la historia, que ocurrió en la década anterior, cuando aparecía dominando el balón en la revista argentina El Gráfico, vistiendo los colores de River Plate.
Su nombre completo, Alfredo Stéfano di Stéfano Laulhé, hijo de inmigrantes italianos, franceses e irlandeses que se asentaron en Buenos Aires en la primera mitad del siglo XX. Allí, en la capital argentina, nació el 4 de julio de 1926 y su niñez estuvo marcada, definida, inspirada, por la pelota de cuero que era golpeada por 11 jugadores aficionados que estallaban de júbilo al marcar un gol.
Su carrera como futbolista profesional comenzó el 15 de julio de 1945 en un partido entre River Plate y Huracán. Los hinchas de la banda cruzada fueron los primeros en erigirlo como ídolo, pues se coronó campeón y goleador del torneo de 1947 con 27 tantos en cerca de 30 partidos. Muy pronto fueron los argentinos, pues Di Stéfano lideró al país a alzar la Copa América del año siguiente con cuatro goles.
Pero la leyenda en su país natal se truncó en 1948, cuando los futbolistas se declararon en huelga porque, mientras los clubes ingresaban mucho, ellos recibían poco. El goleador tuvo que ver la primera parte del campeonato desde la tribuna, pues los presidentes, que no dieron su brazo a torcer, ordenaron la alineación de juveniles. Sus días habrían transcurrido allí, alejado del campo, si no hubiera aparecido Adolfo Pedernera, su compañero de equipo, con la propuesta de aventurarse por Colombia.
Una aventura soportada por muchos dólares que comenzó a andar el 11 de agosto de 1949, cuando aterrizó en el aeropuerto de Techo la flagrante contratación de Millonarios: Alfredo di Stéfano. Tan solo tardaría tres días en conquistar al público colombiano. Fue el 14 de agosto, en el partido entre los embajadores y Deportivo Barranquilla, donde alineó junto a Gabriel Ochoa, Danilo, Francisco El Cobo Zuluaga, Tomás Aves, Néstor Raúl Rossi, Ismael Soria, Alfredo Castillo, Pedernera, Pedro Cavillón y Mosquera. A los 15 minutos de aquel partido hizo su primera pintura: un “sombrerito” con el que superó al golero Cardozo.
Aquel rubio, a quien apodaban La Saeta, fue uno de los fundadores de El Dorado, la época de mayor gloria del fútbol colombiano. Lo consiguió a punta de goles de antología, gambetas y una carrera que fue su sello característico, y el de Millonarios, que pasó de ser ‘El equipo 5 a...’ (por que a sus rivales les anotaba mínimo cinco goles) al ‘Ballet Azul’. Con ellos, el ídolo argentino consiguió cuatro campeonatos y dos veces el título de máximo goleador (anotó 90 tantos).
Hasta que llegó la Fifa para poner orden, porque Di Stéfano y compañía jugaban en Colombia de ‘contrabando’, con pases aún vigentes en Argentina. El Pacto de Lima, que normalizó la situación, estipuló que todos ellos debían regresar a sus clubes de origen en enero de 1955, situación fortuita para que los clubes españoles se interesaran por aquel jugador ilustre que vieron en un amistoso en Madrid, en donde Millonarios venció 4-2 al Real Madrid.
Así, mientras Barcelona negoció con River Plate, los ‘merengues’ acordaron los términos del traspaso con los embajadores. El desacuerdo gerencial se convirtió en un drama de película, en el que la liga española decidió que ambos clubes tenían derecho de tener a Di Stéfano en sus filas: el Real Madrid en las temporadas 1953/54 y 1955/56; el Barcelona, en la 1954/55 y 1956/57. Pero los catalanes, que lograron recuperar a Ladislao Kubala, desistieron de la operación y acordaron la vinculación definitiva con sus rivales.
Allí nació, para algunos, la consolidación de Di Stéfano en el Olimpo del fútbol. Vestido de merengue conquistó ocho ligas locales, una Copa del Generalísimo, cinco Copas de Europa y una Intercontinental. En 469 partidos defendiendo el escudo madridista anotó 357 goles, se consagró como goleador de España en cinco oportunidades y obtuvo dos Balones de Oro, en 1957 y 1959.
Su carrera como jugador culminó el 3 de abril de 1966 en las filas del Espanyol de Barcelona. Un año después dio inicio a otra aventura, una de 24 años en los que pasó de ser el eje en el campo al estratega en el banquillo. Como técnico dirigió en España, Portugal y Argentina, consiguiendo honores con Boca Juniors, River Plate, Valencia y su Real Madrid, al que coronó supercampeón de España en 1991.
Desde entonces, Di Stéfano se dedicó a disfrutar los años dorados de su retiro. En 1989 recibió el único Superbalón de Oro que se ha otorgado en la historia, y desde el inicio del siglo XXI cultivó su figura desde la Presidencia Honorífica que le asignó el Real Madrid. También se convirtió en personaje de múltiples documentales, entrevistas y reportajes que recordaron sus pasos dorados por las canchas del mundo y las tardes en que, más allá de hacer goles, levantaba títulos.
El sábado pasado, cuando salía de un restaurante donde celebraba su cumpleaños número 88, su corazón, aquel que vivió tantas emociones, sufrió un paro. Cayó en un coma del que no logró despertarse. En un sueño que afirmará aún más su leyenda.