La mística de Bilardo
Carlos Salvador Bilardo cumple 83 años. Sus costumbres y cábalas ampliaron el espectro de su leyenda en el fútbol mundial.
Andrés Osorio Guillott
Cábalas, ritos. Carlos Salvador Bilardo no solo se hizo mito y leyenda por haber sido campeón con Argentina en el mundial de México 1986, sino por sus extrañas o ingeniosas costumbres dentro y fuera del campo de juego. Superstición o no, absurdo o no, el comportamiento del Flaco, como en realidad fue apodado desde pequeño, es todo un misterio y despierta una infinita curiosidad, pues pareciera que detrás de sus costumbres hay algo de mística que deriva en grandeza.
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Cábalas, ritos. Carlos Salvador Bilardo no solo se hizo mito y leyenda por haber sido campeón con Argentina en el mundial de México 1986, sino por sus extrañas o ingeniosas costumbres dentro y fuera del campo de juego. Superstición o no, absurdo o no, el comportamiento del Flaco, como en realidad fue apodado desde pequeño, es todo un misterio y despierta una infinita curiosidad, pues pareciera que detrás de sus costumbres hay algo de mística que deriva en grandeza.
Leyenda de Argentina, y un ídolo para Estudiantes de La Plata, pues como jugador ganó cinco torneos internacionales (tres Copas Libertadores) y como entrenador un campeonato de primera división. En la selección fue amado y odiado, como le pasa a los grandes personajes, a los que se atreven a cambiar paradigmas, a los que piensan, dicen y actúan sin temor a romper lo aparentemente convencional o correcto. Un guardián de los detalles, así podría hablarse también de Carlos Salvador, que no solo pensaba en cómo ganar, sino también en cómo celebrar: ”Todavía en el mundo no se entrena lo de la celebración del gol. Marca un jugador y los compañeros se le tiran encima, se van todos a un costado... Yo hacía practicar ‘el grito del gol’. Conmigo no corrían todos a celebrar porque pierden tiempo, tienen que correr treinta metros, otros treinta de vuelta... ¡Que le saluden solo los dos que estén más cerca! Además deben regresar de en uno a uno, que se queden dos abrazados, y mientras que se acomode la defensa. En un Mundial fueron todos a celebrar, sacaron los otros y marcaron... El segundo de Diego a Inglaterra yo no lo celebré, estaba en la línea gritando que no fueran y corrió todo el equipo hacia la derecha a festejar. Menos mal que no me dejaron entrar en la cancha...”, le dijo Bilardo a Marca en una entrevista realizada en 2016.
Que el trabajo sea aquello que soñó, y que en esa medida el trabajo sea la vida y la vida la reconstrucción constante de una obra. Bilardo así lo hizo. Tan en serio se tomó su trabajo que pudo delirar con él, que no subestimaba la importancia de cualquier detalle que podría ser insulso, pero que para él tenía todo el sentido tenerlo en cuenta. Podía ganar por goleada, o podía ganar un Mundial, pero sí le marcaban o alguno de sus jugadores incumplía lo hablado en la pizarra, él salía molesto. Era volver a empezar. Era volver a otro de sus tantos ritos. Insistir en la pizarra, luego al vídeo de los rivales, y de nuevo a la pizarra para que todos entendieran.
¿Qué fútbol quería? El rápido, por eso cuando le preguntaron en El Gráfico, en el formato de entrevistas 100x100, que qué equipo prefería, escogió el de Argentina 86, y no tanto por ego, sino porque ese esquema y ese ritmo era el que más lo identificaba y el que más reflejaba a los que fueron sus ídolos y referentes, el que evocaba algunos destellos de René Pontoni o de Osvaldo Zubeldía, a quien considera como el mejor técnico de su país, el que según él marcó un antes y un después en la historia del balompié argentino.
“Con buenos jugadores, con chicos educados, que quieran al fútbol; y que detrás de ellos exista un plan táctico en el que intervenga el utillero, el médico, el presidente, todos. El fútbol es resultado”, respondió en la entrevista a Marca sobre cómo se gana en el fútbol, una respuesta no menor, que vuelve a llevarnos al cálculo que tenía para ver el deporte como un todo, para ver a todas las personas relacionadas con el fútbol como piezas claves, olvidando cualquier distinción y entendiendo que no puede haber fallas en ningún nivel.
Algo de humor también había en su manera de comunicarse. Más que su 3-5-2 que lo hizo tan famoso y tan criticado, Bilardo decía que el fútbol es el deporte más fácil que hay. En la selección decía: los de azul y blanco, se la pasan a los de azul y blanco y la meten en el arco de la persona que es arquero que no comió con nosotros y no tomo el té”, le dijo a ESPN hace unos años. Y de la misma manera, previo al mundial de México 86, le dijo a sus jugadores: “Muchachos, en la valija pongan dos cosas, un traje y una sábana. El traje es por si ganamos el Mundial, la sábana es por si perdemos en primera ronda y nos tenemos que ir a vivir a Arabia Saudita”.
¿Y qué cábalas tuvo en su paso por Colombia como director técnico del Deportivo Cali a finales de la década de 1970? La que más se conoce es la de dejar las sopas servidas. La misma superstición llevaba a Bilardo a dudar de todo y de todos, y cuando su equipo jugaba de visitante, y debido al contexto de la época y la llegada del narcotráfico, ordenaba que a su plantel le sirvieran sopa, e inmediatamente llegaba, pedía a sus jugadores que la dejaran servida, pues temía que dentro de la comida hubiera alguna sustancia que pudiera afectar al equipo.