Estambul: la noche en la que Ancelotti entendió que Liverpool nunca caminará solo
En 2005 el entrenador italiano perdió la Champions League contra los Reds, en una de las finales más épicas de las que se tenga recuerdo. AC Milan ganaba 3-0, le empataron y cayó en los penaltis. Ese día You´ll Never Walk Alone, el himno del equipo británico, tuvo más sentido que nunca.
Fernando Camilo Garzón
El gol de Paolo Maldini al primer minuto del partido fue como un golpe en el estómago. Pero, peor fue el doblete de Hernán Crespo antes de finalizar el primer tiempo. Incertidumbre, 3-0. Liverpool estaba groggy y AC Milan, con Carlo Ancelotti dirigiendo desde el banquillo, acariciaba la gloria europea. Sin mentiras, los Rossoneri tenían la copa en el bolsillo.
Y desde las tribunas, o así se quedó como leyenda, bajó un canto. La voz de uno se multiplicó en miles. No importó la desazón, las miradas perdidas, los ojos empantanados, los gritos al vacío o las manos en los rostros, largos y atónitos ante la debacle. No importó porque llegó ese canto, ese bendito canto. “You’ll Never Walk Alone”. Nunca caminarás solo, cantó alguien como un susurro y se extendió rápido en el aire.
Mire: Luis Díaz: de jugar descalzo a llegar a la final de la Champions League
Y caló. Empezó el segundo tiempo. Minuto 54 y 3-1 de un cabezazo. Apareció Steven Gerrard, el ídolo de los tiempos fluctuantes. Dos minutos después, llegó Vladimír Šmicer con un remate de media distancia que no pudo contener Dida. 3-2. ¿Era posible? No hubo tiempo de hacer otra pregunta. Minuto 60, penalti para Liverpool. Cobró Xabi Alonso y tapó el brasileño. Pero era día de gestas, al español le quedó el rebote y anotó. 3-3, sucedió.
Y había tiempo para más épica. Jerzy Dudek, el héroe olvidado. Ya había salvado a Liverpool de las incursiones de Andriy Shevchenko, de Kaká y de Clarence Seedorf. Era un equipo de leyendas. Y el polaco, un arquero de poco renombre para los libros de historia, esa noche fue mucho más icónico que cualquier estrella.
Lo sabía Jamie Carragher, que antes de los penaltis lo llamó aparte y empezó a gritarle y a señalar al aire. Mirada fija en el portero, que años después reveló lo que le dijo el histórico defensor inglés.
— Invéntate algo para distraerlos, Jerzy. Lo que sea, Jerzy — lo encaró Carragher.
— No — le dijo el portero — Tengo que estar concentrado.
“Por favor, Jerzy”, insistió Carragher y Dudek hizo caso. Fue su noche. No sabía qué hacer, entonces en la línea empezó a saltar. Hacía bailoteos para distraerlos y, aunque no se lo esperaba, dio resultado. Fallaron Serginho, Andrea Pirlo y Sheva Shevchenko.
Así fue el “milagro de Estambul”.
Ancelotti lo reconoció, fue una de las noches más duras de su carrera. Era su segunda final de Champions como entrenador. Aprendió y tuvo su revancha, varias veces. Hoy es uno de los técnicos más laureados de la competición, pero esa noche comprendió que Liverpool nunca camina solo. Una lección que espera, con su Real Madrid de los partidos épicos, no volver a repetir este sábado en la final de la Champions.
También: ‘Fucking’ loco: la canción de los hinchas de Liverpool a Luis Díaz antes de la final
“Liverpool nunca caminará solo”
Eran los años de la “Beatlemania”, la década del 60, y, sin embargo, en la plantilla de Liverpool no se abrazó como propia ninguna canción de los cuatro hombres más famosos de la ciudad y del mundo, incluso más que Jesucristo, según dijo John Lennon.
Era 1963. Los Reds viajaban en una gira por Inglaterra en bus y a Bill Shankly, legendario entrenador del cuadro inglés, le habían regalado una grabación que contenía la canción de la banda Gerry & The Pacemakers. Shankly puso el tema en el viaje y lo conmovió hasta las lágrimas, a él y también a los jugadores. Ese día, Liverpool escogió el himno que lo acompañó para siempre. El recuerdo tácito, la promesa inolvidable de que jamás caminarán solos.
Liverpool, ciudad industrial, fue el puerto más grande del Reino Unido, la puerta de los británicos al mundo. De ahí, la explosión del rock, el teatro, la pintura y el fútbol. Un movimiento cultural eclosionado en una ciudad de trabajadores que absorbió el arte del globo y creo una expresión propia. De ahí salió el canto, You’ll Never Walk Alone. Fue del teatro, de un musical de Broadway llamado Carrusel, que se basaba en la obra Liliom y que narraba la historia de amor de dos parejas que se enamoraron en la costa de Maine (Estados Unidos).
Gerry & The Pacemakers escucharon la melodía en el musical y adaptaron la canción. Su pieza trascendió el tiempo gracias al fútbol. Y sobre todo, a Liverpool, que en la gesta de Estambul o tragedia de Hillsborough, el día en el que 97 personas murieron tras una avalancha humana aplastadas contra las vallas del estadio en el que se jugaba un partido entre los Reds y Nottingham Forest, siempre tuvieron en su himno la promesa de la compañía en los días oscuros o en los brillantes.
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A través del viento o de la lluvia. No importa, en la incertidumbre, llega el canto: “Mantén la cabeza bien alta. No tengas miedo a la oscuridad, al final de la tormenta hay un cielo dorado”.
Y Ancelotti lo supo en esa noche de Estambul. Y lo supo también el mundo, que Liverpool nunca caminará solo.
“De repente, el mundo se vino abajo. Un desmayo que duró seis minutos (...) Gerrard, marcó de cabeza. En el 3-2 de Šmicer también desplazaron el balón de izquierda a derecha y se hizo patente la dificultad de nuestros centrocampistas para escalonar la cobertura. Liverpool fue más agresivo y compacto que nosotros. De ahí la facilidad con la que Gerrard entró en el área con el apoyo de Baros y forzó el penalti del empate... Miré las manecillas del reloj, parecían correr hacia atrás. Estaba paralizado. Todo giró 180 grados”, explicó el italiano años después en su autobiografía.
Dudek, el martirio de Carleto en el milagro de Estambul, también recordó sobre esa noche: “El Milan tenía prácticamente ganado ese partido, tanto que Ancelotti declaró que era el mejor primer tiempo de uno de sus equipos, pero al final perdieron. En serio, tuvimos un regreso increíble”.
Ancelotti aprendió la lección. Dos años pasaron y en Atenas se vengó. En 2007, Milan le ganó a Liverpool 2-1. Llevaba ventaja de 2-0 y en el 89 Dirk Kuyt anotó para los ingleses. Pero no, esa noche no hubo remontada.
Ancelotti se reinventó. Superó el fiasco de Estambul, siguió su carrera y en 2014 le dio la décima Champions a Real Madrid. Ahora quiere otra, para romper marcas como entrenador, para agrandar la gloria blanca y cobrar revancha contra Liverpool de aquella noche de 2005.
Del otro lado, los Reds tienen sus armas. Para muchos son favoritos. Sobre todo, porque de la mano los lleva Jurgen Klopp, el hombre que los devolvió de las cenizas, un entrenador que también tiene cuentas pendientes con Real Madrid por la final que le ganaron en 2018.
Será una noche para inscribir nuevas leyendas a un lado o al otro. Y en el de Liverpool está Luis Díaz, al que los hinchas ya le cantan fucking loco. Llegó hace seis meses, pero ya estás haciendo historia en Inglaterra.
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Antes de terminar, un poco de rock, fútbol y Liverpool
En la tierra en la que nació el rock and roll, o por lo menos se popularizó a niveles de escándalo en los años 60, Jurgen Klopp llegó con su Heavy Metal. Rock pesado y un fútbol revolucionado. La intensidad como bandera en el campo de juego de una ciudad que celebra a su equipo desde las gradas cantando Red and White Cop, un homenaje a The Beatles.
Liverpool es una ciudad que respira rock y fútbol, de ahí el You’ll Never Walk Alone y los cantos de una de las hinchadas más grandes del mundo.
Y por eso, David Gilmour, Roger Waters, Richard Wright y Nick Mason, los integrantes de Pink Floyd, le dedicaron también un tema a los Reds, Fearless (Sin miedos), la tercera canción del álbum ‘Meddle’, su sexto disco de estudio.
Al inicio y final de la grabación quedó inmortalizado el grito inolvidable del himno que acompaña al equipo de Luis Díaz.
La ganamos cinco veces, también cantan los fanáticos de Liverpool, aunque en realidad, gracias a Jurgen Klopp, Mohamed Salah, Sadio Mané y otro par de héroes, ya la ganaron seis.
Quieren la séptima en París, contra el equipo de Ancelotti, Real Madrid, y este sábado (2:00 p.m.) puede ser un día histórico.
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El gol de Paolo Maldini al primer minuto del partido fue como un golpe en el estómago. Pero, peor fue el doblete de Hernán Crespo antes de finalizar el primer tiempo. Incertidumbre, 3-0. Liverpool estaba groggy y AC Milan, con Carlo Ancelotti dirigiendo desde el banquillo, acariciaba la gloria europea. Sin mentiras, los Rossoneri tenían la copa en el bolsillo.
Y desde las tribunas, o así se quedó como leyenda, bajó un canto. La voz de uno se multiplicó en miles. No importó la desazón, las miradas perdidas, los ojos empantanados, los gritos al vacío o las manos en los rostros, largos y atónitos ante la debacle. No importó porque llegó ese canto, ese bendito canto. “You’ll Never Walk Alone”. Nunca caminarás solo, cantó alguien como un susurro y se extendió rápido en el aire.
Mire: Luis Díaz: de jugar descalzo a llegar a la final de la Champions League
Y caló. Empezó el segundo tiempo. Minuto 54 y 3-1 de un cabezazo. Apareció Steven Gerrard, el ídolo de los tiempos fluctuantes. Dos minutos después, llegó Vladimír Šmicer con un remate de media distancia que no pudo contener Dida. 3-2. ¿Era posible? No hubo tiempo de hacer otra pregunta. Minuto 60, penalti para Liverpool. Cobró Xabi Alonso y tapó el brasileño. Pero era día de gestas, al español le quedó el rebote y anotó. 3-3, sucedió.
Y había tiempo para más épica. Jerzy Dudek, el héroe olvidado. Ya había salvado a Liverpool de las incursiones de Andriy Shevchenko, de Kaká y de Clarence Seedorf. Era un equipo de leyendas. Y el polaco, un arquero de poco renombre para los libros de historia, esa noche fue mucho más icónico que cualquier estrella.
Lo sabía Jamie Carragher, que antes de los penaltis lo llamó aparte y empezó a gritarle y a señalar al aire. Mirada fija en el portero, que años después reveló lo que le dijo el histórico defensor inglés.
— Invéntate algo para distraerlos, Jerzy. Lo que sea, Jerzy — lo encaró Carragher.
— No — le dijo el portero — Tengo que estar concentrado.
“Por favor, Jerzy”, insistió Carragher y Dudek hizo caso. Fue su noche. No sabía qué hacer, entonces en la línea empezó a saltar. Hacía bailoteos para distraerlos y, aunque no se lo esperaba, dio resultado. Fallaron Serginho, Andrea Pirlo y Sheva Shevchenko.
Así fue el “milagro de Estambul”.
Ancelotti lo reconoció, fue una de las noches más duras de su carrera. Era su segunda final de Champions como entrenador. Aprendió y tuvo su revancha, varias veces. Hoy es uno de los técnicos más laureados de la competición, pero esa noche comprendió que Liverpool nunca camina solo. Una lección que espera, con su Real Madrid de los partidos épicos, no volver a repetir este sábado en la final de la Champions.
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“Liverpool nunca caminará solo”
Eran los años de la “Beatlemania”, la década del 60, y, sin embargo, en la plantilla de Liverpool no se abrazó como propia ninguna canción de los cuatro hombres más famosos de la ciudad y del mundo, incluso más que Jesucristo, según dijo John Lennon.
Era 1963. Los Reds viajaban en una gira por Inglaterra en bus y a Bill Shankly, legendario entrenador del cuadro inglés, le habían regalado una grabación que contenía la canción de la banda Gerry & The Pacemakers. Shankly puso el tema en el viaje y lo conmovió hasta las lágrimas, a él y también a los jugadores. Ese día, Liverpool escogió el himno que lo acompañó para siempre. El recuerdo tácito, la promesa inolvidable de que jamás caminarán solos.
Liverpool, ciudad industrial, fue el puerto más grande del Reino Unido, la puerta de los británicos al mundo. De ahí, la explosión del rock, el teatro, la pintura y el fútbol. Un movimiento cultural eclosionado en una ciudad de trabajadores que absorbió el arte del globo y creo una expresión propia. De ahí salió el canto, You’ll Never Walk Alone. Fue del teatro, de un musical de Broadway llamado Carrusel, que se basaba en la obra Liliom y que narraba la historia de amor de dos parejas que se enamoraron en la costa de Maine (Estados Unidos).
Gerry & The Pacemakers escucharon la melodía en el musical y adaptaron la canción. Su pieza trascendió el tiempo gracias al fútbol. Y sobre todo, a Liverpool, que en la gesta de Estambul o tragedia de Hillsborough, el día en el que 97 personas murieron tras una avalancha humana aplastadas contra las vallas del estadio en el que se jugaba un partido entre los Reds y Nottingham Forest, siempre tuvieron en su himno la promesa de la compañía en los días oscuros o en los brillantes.
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A través del viento o de la lluvia. No importa, en la incertidumbre, llega el canto: “Mantén la cabeza bien alta. No tengas miedo a la oscuridad, al final de la tormenta hay un cielo dorado”.
Y Ancelotti lo supo en esa noche de Estambul. Y lo supo también el mundo, que Liverpool nunca caminará solo.
“De repente, el mundo se vino abajo. Un desmayo que duró seis minutos (...) Gerrard, marcó de cabeza. En el 3-2 de Šmicer también desplazaron el balón de izquierda a derecha y se hizo patente la dificultad de nuestros centrocampistas para escalonar la cobertura. Liverpool fue más agresivo y compacto que nosotros. De ahí la facilidad con la que Gerrard entró en el área con el apoyo de Baros y forzó el penalti del empate... Miré las manecillas del reloj, parecían correr hacia atrás. Estaba paralizado. Todo giró 180 grados”, explicó el italiano años después en su autobiografía.
Dudek, el martirio de Carleto en el milagro de Estambul, también recordó sobre esa noche: “El Milan tenía prácticamente ganado ese partido, tanto que Ancelotti declaró que era el mejor primer tiempo de uno de sus equipos, pero al final perdieron. En serio, tuvimos un regreso increíble”.
Ancelotti aprendió la lección. Dos años pasaron y en Atenas se vengó. En 2007, Milan le ganó a Liverpool 2-1. Llevaba ventaja de 2-0 y en el 89 Dirk Kuyt anotó para los ingleses. Pero no, esa noche no hubo remontada.
Ancelotti se reinventó. Superó el fiasco de Estambul, siguió su carrera y en 2014 le dio la décima Champions a Real Madrid. Ahora quiere otra, para romper marcas como entrenador, para agrandar la gloria blanca y cobrar revancha contra Liverpool de aquella noche de 2005.
Del otro lado, los Reds tienen sus armas. Para muchos son favoritos. Sobre todo, porque de la mano los lleva Jurgen Klopp, el hombre que los devolvió de las cenizas, un entrenador que también tiene cuentas pendientes con Real Madrid por la final que le ganaron en 2018.
Será una noche para inscribir nuevas leyendas a un lado o al otro. Y en el de Liverpool está Luis Díaz, al que los hinchas ya le cantan fucking loco. Llegó hace seis meses, pero ya estás haciendo historia en Inglaterra.
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Antes de terminar, un poco de rock, fútbol y Liverpool
En la tierra en la que nació el rock and roll, o por lo menos se popularizó a niveles de escándalo en los años 60, Jurgen Klopp llegó con su Heavy Metal. Rock pesado y un fútbol revolucionado. La intensidad como bandera en el campo de juego de una ciudad que celebra a su equipo desde las gradas cantando Red and White Cop, un homenaje a The Beatles.
Liverpool es una ciudad que respira rock y fútbol, de ahí el You’ll Never Walk Alone y los cantos de una de las hinchadas más grandes del mundo.
Y por eso, David Gilmour, Roger Waters, Richard Wright y Nick Mason, los integrantes de Pink Floyd, le dedicaron también un tema a los Reds, Fearless (Sin miedos), la tercera canción del álbum ‘Meddle’, su sexto disco de estudio.
Al inicio y final de la grabación quedó inmortalizado el grito inolvidable del himno que acompaña al equipo de Luis Díaz.
La ganamos cinco veces, también cantan los fanáticos de Liverpool, aunque en realidad, gracias a Jurgen Klopp, Mohamed Salah, Sadio Mané y otro par de héroes, ya la ganaron seis.
Quieren la séptima en París, contra el equipo de Ancelotti, Real Madrid, y este sábado (2:00 p.m.) puede ser un día histórico.
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