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El fútbol es un deporte aparentemente simple. Dos equipos que buscan superarse a través de la estrategia y la habilidad. Dos equipos que, por medio del talento, el entrenamiento y la mentalidad, desean a toda costa marcar gol, disminuir el juego de su enemigo y ahogar su protesta. Como en todo deporte, hay reglas que empiezan a mermar la variabilidad y la maniobrabilidad de los participantes. “The Telegraph” acaba de confirmar que la IFAB (International Football Board Association) está contemplando seriamente la implementación de una nueva forma de sanción durante el juego. Están convencidos de que la “tarjeta azul” podría servir como un mecanismo de control de conductas agresivas e inapropiadas en el campo.
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“Una expulsión programada podría ser un elemento disuasivo mayor que una advertencia” dijo Lukas Brud, miembro de la IFAB, para apoyar la propuesta que será revisada de nuevo el próximo 2 de marzo, cuando la entidad se reúna en su congreso anual. De ser aprobada, se especula que se empiece a probar en la próxima edición de la FA Cup, alejándose de la Eurocopa y la próxima UEFA Champions League, torneos que eventualmente deberán adherirse con el tiempo al cambio del reglamento.
🚨⚠️ [OFICIAL] Se comenzará a introducir la TARJETA AZUL en el fútbol profesional.
— Sudanalytics (@sudanalytics_) February 8, 2024
Servirá para EXPULSAR a jugadores de campo durante 10 MINUTOS, se usará para faltas imprudentes o protestas al árbitro.
Vía @433 - @TeleFootball. pic.twitter.com/6kHEhXhH7i
La tarjeta azul, un invento que no es nuevo
En 1996 se enfrentaron Peñarol y Nacional en el clásico amistoso de Paysandú. Un duelo que poco tenía de amistoso y más bien se entendía como un enfrentamiento directo de odios y rencores escondidos. En Uruguay pensaron que era buena idea implementar este prototipo traído de la liga de fútbol de Estados Unidos y ponerla a prueba; las tarjetas azules eran una expresión radical que los árbitros utilizarían como medio de defensa, como aviso irremediable.
La idea era erradicar los sentimientos contradictorios que se presentaban en el campo, darle el tiempo al agresor de reflexionar sobre su comportamiento atípico y errado, y corregirlo. El partido terminó empatado y Peñarol tuvo que jugar con diez hombres durante 5 minutos luego de que Robert “El Bola” Lima fuera sancionado con una tarjeta azul. Fueron unos minutos de agónica espera, casi interminables, pero que no le alcanzaron a Nacional para arrollar, con brutalidad, a su rival adormilado y sofocado. La flamante tarjeta no volvió a usarse, y quedó semi olvidada en algún rincón del fútbol uruguayo. Lo mismo pasó en su cuna, en Estados Unidos, donde finalmente descartaron el boceto, que descansaba, moribundo, en el fondo de una caneca de basura hasta que la IFAB pensó en revivir la iniciativa.
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Hay otros deportes que ya sostienen este tipo de sanciones y que se han sabido mantener alejados de la controversia o la subjetividad.
El rugby cuenta con las tres tarjetas, azul, amarilla y roja, y la azul obliga al infractor a mantenerse fuera del campo por un periodo de diez minutos, dejando a su equipo muy vulnerable. En el futsal de la AFM (Asociación de Fútbol de Salón), los jugadores reciben tarjeta azul cuando de forma reiterativa o implícita lastiman a sus rivales o al árbitro. Tanto verbal como físicamente. La tarjeta mantiene alejado al infractor hasta el final del partido, aunque permitiendo a su equipo sustituirlo por otro jugador para que el juego se mantenga balanceado. En el balonmano, los jugadores pueden ver la tarjeta azul si su comportamiento parece estar siendo desadaptado. En esos casos, el jugador debe mantenerse fuera del juego por dos minutos y su equipo debe asumir ese desbalance. Así mismo, en waterpolo, los jugadores deben marcharse 20 segundos dejando a sus equipos en inferioridad. De ser el comportamiento, reiterativo, deberán dejar el partido de forma definitiva.
Críticas a la tarjeta azul en el fútbol
“No es evolución del juego, es un invento que han hecho, pero no del juego. En el juego son 11 contra 11 y un balón. Juegan y ganan los mejores. El VAR ¿para qué? Entonces no pongan árbitro” dijo Carlos “El Pibe” Valderrama cuando el VAR estaba empezando a implementarse, sintiéndose furioso y traicionado. Al igual que El Pibe, muchos otros futbolistas y entrenadores se han referido al VAR como un invento que roba de forma indiscreta la esencia del fútbol, que le roba el alma y la humanidad. Aunque, claro, solo cuando la decisión termina cayendo en el lado contrario de la razón. Nadie se ha quejado de un fuera de juego milimétrico cuando es su equipo el que sale beneficiado, o de un penalti sancionado cuando su equipo iba perdiendo el partido. El fútbol es un deporte sensible, cada decisión tendrá retractores, cada cambio en las reglas significará un despecho masivo, una intromisión brusca en el corazón de los fanáticos.
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❌ ¡KLOPP SE UNE AL RECHAZO HACIA EL USO DE LA TARJETA AZUL!
— Post United (@postunited) February 9, 2024
🗣️ "De estos tipos nunca salen buenas ideas" pic.twitter.com/DIcbFwIZHX
Según un artículo de la revista International Journal of Performance Analysis in Sport, el VAR intervino en uno de cada cuato partidos en La Liga de España, durante la temporada 2018-2019, tomando una decisión determinante cada 3,29 partidos. Y según la FIFA, en la Copa Mundial del 2018, el acierto arbitral, ayudado por el VAR, pasó de 95% a 99.32%. Una cifra casi perfecta, que, sin embargo, tampoco se aleja mucho de la estadística que estaba desprovista de la tecnología. Eso no garantiza que la tarjeta azul esté alejada de las críticas.
El eterno y disruptivo matrimonio de las tarjetas con el fútbol empezó en 1962, en Chile. La Copa del Mundo regresó a América luego de dos ediciones consecutivas jugadas en Europa. El estadio Carlos Fittborn recibió de forma inaugural a Uruguay y a Colombia, y Francisco Zuluaga marcó el primer gol de la selección de Colombia en la historia de los mundiales. De forma simultánea e ininterrumpidas se libraban batallas rústicas y poco estilizadas. Cada partido era un encuentro entre salvajes inescrupulosos. Se estaba saliendo de control. El número de lesiones, de fracturas y de insultos era desproporcionado. Los hospitales se abarrotaban de jugadores y el juego perdía fácilmente su practicidad y belleza. Chile e Italia tuvieron un duelo absolutamente violento, tanto que el resultado fue un factor visceral, siendo recordado el encuentro no por el desenlace, sino por el prosaico actuar de los jugadores en el campo. Recordado como “la batalla de Santiago”. Esta constante belicosidad impulsó al árbitro Kenneth Aston a formular la idea de sanciones que disminuyeran la violencia y apelaran al autocontrol, al menos durante el juego.
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“Mientras conducía por la calle Kensington de Londres, el semáforo se puso en rojo y pensé: amarillo, puedes aún pasar; rojo significa alto, fuera del terreno” contó Aston, refiriéndose al momento en que, de manera fortuita, encontró la respuesta al problema. Estaba decidido, habría sanciones momentáneas y definitivas, tenían que poner un alto al ultraje y al comportamiento antideportivo. En 1970, en el Mundial de México, hicieron debut las tarjetas amarillas, en el partido inaugural. Los aztecas enfrentaron a la Unión Soviética en un partido bastante acalambrado. El árbitro alemán Kurt Tschenscher tuvo la osadía de mostrar la primera amarilla al jugador soviético Kakhi Asatiani, la primera de las cuatro que recibió el equipo.
Pero la primera tarjeta roja tuvo que esperar hasta el mundial de 1974. Esta vez fue el juez turco Dogan Babacan el encargado de inmortalizar el gesto de desprecio y superioridad cuando el Chileno Carlos Caszely se lanzara furioso contra un jugador alemán que, previamente, lo había golpeado a él cuando dominaba el balón. Fue un gesto de impotencia y rabia. Caszely había recibido falta previa, pero fue su comportamiento iracundo y su gesto desarticulado el que lo hizo merecedor de la primera tarjeta roja de la historia. Ambos terminaron en el suelo, gimiendo de dolor, tapándose los ojos con la mano y revolcándose de forma patológica. El árbitro turco no dudó, una vez el balón estuvo detenido, y cuando ambos jugadores ya estaban en pie, llamó al chileno y le mostró la roja. Carlos estaba confundido y supeditado. El estadio entero se inundó de abucheos. Miró al suelo y salió caminando, resignado, sin el consuelo hipócrita de ningún compañero. Carlos se había negado a saludar a Augusto Pinochet antes de viajar a Alemania, pues su madre había sido torturada por el Estado días antes. Y sería para siempre recordado como un rebelde con autoridad, en el fútbol y en su país.
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