Las veces en las que el dinero no pudo derrotar al fútbol
El campeonato de Lille esta temporada, en la Ligue 1 de Francia permite, recordar a otros conjuntos que han vencido a las plantillas multimillonarias de los equipos de los petrodólares.
Fernando Camilo Garzón - @FernandoCGarzon
En medio de la polémica desatada en los últimos meses por la propuesta de la Superliga, que buscaba marcar una distancia entre los llamados equipos fundadores y los clubes más pequeños de Europa, el fútbol, con el triunfo del Lille contra PSG en la liga de Francia, nos demostró, una vez más, que en cualquier torneo, disputa o partido importa más la competitividad que el dinero.
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En medio de la polémica desatada en los últimos meses por la propuesta de la Superliga, que buscaba marcar una distancia entre los llamados equipos fundadores y los clubes más pequeños de Europa, el fútbol, con el triunfo del Lille contra PSG en la liga de Francia, nos demostró, una vez más, que en cualquier torneo, disputa o partido importa más la competitividad que el dinero.
En las épocas actuales, en las que el fútbol cada día pierde más el valor de la competencia en función del negocio, los Dogos dieron un buen ejemplo de cómo el mérito deportivo puede superar al poder económico.
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En Europa, en las últimas décadas, se ha hecho común que equipos medianamente desconocidos adquirieran relevancia en el panorama internacional gracias a fuertes inversores provenientes desde Catar, Emiratos Árabes, Rusia o China.
Si bien las dos cabezas más visibles de estos ambiciosos proyectos, como son Paris Saint-Germain y Manchester City, todavía no han logrado coronar una Champions League, a falta de ver lo que puedan hacer los ciudadanos en la final contra Chelsea — otro gigante económico —, ambos conjuntos sí se han adueñado de sus ligas locales y de repente, de la mano del dinero, en los últimos diez años se han convertido en los equipos más importantes de Francia e Inglaterra, respectivamente.
Sin embargo, unos cuantas escuadras, pequeñas, aguerridas y dignas de leyenda, se han opuesto a la narrativa imperante del poderío de los petrodólares en el fútbol de las grandes ligas de Europa.
Montpellier, el pionero
Cuando recién comenzaba la conquista de PSG en Francia, en el curso de 2011-2012, esa misma temporada, en la cual Nasser bin Ghanim Al-Khelaïfi llegó a la presidencia del club parisino en representación del grupo Oryx Qatar Sports Investments, Montpellier dio la sorpresa y se llevó la liga.
Un logro inesperado para el mundo del fútbol ya que, en primer lugar, el equipo en el que jugó Carlos El Pibe Valderrama jamás había sido campeón de la liga francesa y, en segundo lugar, porque se enfrentaba al todo poderoso PSG, que había invertido una millonada para traer a Carlo Ancelotti en el banco y a jugadores como: Diego Lugano, Javier Pastore, Thiago Motta, Blaise Matuidi y Jérémy Ménez.
Una hazaña protagonizada por un equipo modesto, que tenía como máxima figura a un joven Olivier Giroud, y que dio la vuelta al mundo.
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Después de ese año, insólito e inesperado, con una inversión mucho más grande — y los fichajes de estrellas como David Beckham, Zlatan Ibrahimovic, Edison Cavani, Marco Verrati o Thiago Silva—, PSG dominó con comodidad la Ligue 1 durante cuatro años sin que otro equipo perturbara su poderío.
El fenómeno del Leicester City
No hay un equipo que ejemplifique mejor la batalla contra los poderosos en el fútbol moderno que Leicester City. Un conjunto de baja envergadura que se enfrentó a todos los grandes de Inglaterra y les ganó la Premier League en 2016.
Cuando empezó la temporada, Los Zorros peleaban por mantenerse en la primera división de Inglaterra. La máxima figura de su equipo era Jamie Vardy, un futbolista mayor de 30 años desconocido para la mayoría, que venía de superar problemas de alcoholismo y había pasado por todas las divisiones de Inglaterra.
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Nadie esperaba que ese equipo derrotara a los históricos Manchester United, Liverpool o Arsenal, ni tampoco a las millonarias plantillas de Manchester City, cuyo propietario es Mansour bin Zayed bin Sultan Al Nahyan, viceprimer ministro de Emiratos Arabes, o de Chelsea, que tiene como dueño al magnate ruso Román Abramóvich.
Leicester, guiado por Claudio Ranieri en el banco, logró una hazaña pocas veces vista en la historia del fútbol y, gracias a su juego y no a sus nombres, consiguió quitarles el título de liga a los equipos más poderosos del mundo.
El Mónaco de Falcao
Si el triunfo de Montpellier sorprendió en 2012, el del Mónaco, en 2017, dejó impresionados a todos y a todas.
Si bien el equipo del principado había recibido una fuerte inversión en 2013, gracias al multimillonario ruso Dmitry Rybolovlev, lo cual le permitió comprar jugadores como Radamel Falcao Garcia o James Rodríguez, el ambicioso proyecto del club monegasco se fue al piso con el pasar de los años.
Para 2017, Mónaco no era un equipo de grandes nombres, pero sí, en cambio, de jugadores muy jóvenes y con mucho potencial para brillar. Vale recordar que esa plantilla estaba conformada, además de Falcao García, ídolo y capitán del equipo, por: Kylian Mbappé, que al año siguiente se marchó al PSG; Thomas Lemar, que hoy es figura en Atlético de Madrid; Bernardo Silva; que llegó a Manchester City; y Fabinho, que es una de las estrellas actuales de Liverpool.
Era un equipo cuyos pergaminos no planteaban, ni siquiera, un enfrentamiento directo con PSG y su multimillonaria plantilla, pero que, a través de la juventud de sus jugadores y la velocidad de su juego, logró vencer a los parisinos y quitarles el título.
Un Mónaco para la historia que, además, en los cuartos de final de la Champions League venció al otro equipo de los petrodólares, el Manchester City.
La sorpresa de Lille
La historia más reciente, en la grandes ligas del fútbol moderno europeo, la hizo Lille en Francia. Los Dogos dieron la sorpresa y, una vez más, siguiendo el ejemplo de Montpellier y de Mónaco, le quitaron la Ligue 1 al todopoderoso PSG de Neymar y Kylian Mbappé.
Un conjunto, el parisino, lleno de estrellas mundiales, que venía de eliminar por la Champions a Bayern Múnich, el actual campeón de Europa, pero que no pudo con el modesto Lille del experimentado delantero turco Burak Yilmaz.
Una nueva sorpresa para el fútbol mundial, en un panorama en el que los grandes, los que tienen más dinero, buscan apartar a los conjuntos pequeños para que prime el dinero y en perjuicio del espíritu de la competencia, base del deporte a nivel mundial.
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Y, si bien hacia allá se encamina el mundo, y el fútbol cada vez está más cerca de ese espectro, los triunfos de estos equipos pequeños, pero de grandes aspiraciones, nutren la ilusión de que el dinero no siempre puede vencer al juego y que los pequeños también tienen armas para sorprender y derribar a los gigantes.