Los pasos perdidos de Chelsea, tras la guerra en Ucrania
Los ingleses, en plena crisis deportiva tras la venta del club y la llegada del nuevo dueño, se miden contra Borussia Dortmund en la Liga de Campeones, su última opción para salvar la temporada.
Fernando Camilo Garzón
Cuando Román Abramóvich llegó en 2003 a Chelsea hubo un cambio de paradigma en el fútbol europeo. Fue el primer equipo convertido en grande a punta del dinero extranjero en Inglaterra. No fue tan fácil como le sonó en un principio al empresario ruso, pues, a pesar de la multimillonaria inversión, a los blues les tomó varios años conquistar la gloria a escala continental.
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Cuando Román Abramóvich llegó en 2003 a Chelsea hubo un cambio de paradigma en el fútbol europeo. Fue el primer equipo convertido en grande a punta del dinero extranjero en Inglaterra. No fue tan fácil como le sonó en un principio al empresario ruso, pues, a pesar de la multimillonaria inversión, a los blues les tomó varios años conquistar la gloria a escala continental.
Sin embargo, la diferencia con otros clubes de amplio poder económico que lo sucedieron, como Manchester City y PSG, es que Abramóvich aprendió que con la fuerza de la billetera no alcanzaba para dominar Europa. Y que necesitaba procesos deportivos. Que el tiempo, como terminó sucediendo en 2012 y 2021, le iba a dar a Chelsea la anhelada Champions, principal obsesión del ruso desde que llegó a Inglaterra.
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Chelsea se convirtió en un grande europeo -con sus dos Ligas de Campeones, además de dos Ligas de Europa- y en uno de los principales ganadores en la historia del fútbol inglés, con seis Ligas (cinco conseguidas del 2005 en adelante), ocho FA Cup, cuatro Community Shield y cinco Copas de la Liga.
Hoy, no obstante, la grandeza de Chelsea vuelve a estar en duda. Todo se desató en medio de la invasión de Rusia a Ucrania. Abramóvich, señalado de ser socio comercial de Vladimir Putin, fue obligado a vender al cuadro de Londres. Una decisión rápidamente presionada con el estallido de la guerra y que llevó al conjunto blue a un limbo deportivo del que todavía no sale.
Aunque la estrategia contra el ruso la lideró el exprimer ministro británico Boris Johnson, basado en la protección de empresa de los clubes ingleses y la propuesta de que los equipos de la Liga volvieran a ser de propietarios británicos, Todd Boehly, multimillonario estadounidense, terminó comprando al club por una cifra que rondó los 5.000 millones de euros.
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Y los pasos ganados, tras años de frustraciones para Abramóvich en Chelsea, resultaron perdidos, pues con la nueva dirigencia al mando el cuadro inglés parece haber vuelto a la cultura del despilfarro de los “clubes Estado” que pululan por Europa.
Peligrosamente, el proyecto deportivo del conjunto británico cada vez parece más olvidado. El primer borrón a lo construido se vio el año pasado cuando, sin mediar muchas explicaciones y por un capricho del nuevo dueño, del banquillo de Chelsea salió el capitán al mando del barco: Thomas Tuchel, entrenador que es héroe entre los aficionados londinenses y cuya salida todavía está rodeada de rumores por lo inexplicable de su despido.
Dicen los medios en Inglaterra que el punto de quiebre entre entrenador y Todd Boehly fue que el alemán se negó a traer a Cristiano Ronaldo como refuerzo para la presente temporada, antes de que el portugués terminara en Arabia. La decisión molestó al nuevo dueño, que respetó la postura del estratega, pero aprovechó sus primeros traspiés en la Liga, en una temporada que apenas comenzaba, para sacar afanosamente al estratega del banquillo.
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Y de la mano del entrenador, la nueva dirigencia limpió a varios de los jugadores, estandartes de los últimos tiempos, como Jorginho, que se fue a Arsenal; Timo Werner, que se regresó al Leipzig de Alemania, o Romelu Lukaku, que recaló otra vez en el Inter.
Sin embargo, la principal maniobra del nuevo dueño fue abrir la cartera y empezar a traer a jugadores, no necesariamente grandes estrellas, al costo que fuera. Un gasto desmesurado que rompió el mercado e incluso levantó sospechas por la violación de los topes financieros.
Comprado el club y con intenciones de mostrar todo su poderío económico, el nuevo dueño de Chelsea se gastó en el verano europeo pasado, la principal ventaja de fichajes del mundo, un aproximado de 281,99 millones de euros. Cifra elevada para una lista sin mucho brillo con futbolistas como Denis Zakaria, Gabriel Slonina, Pierre-Emerick Aubameyang, Carney Chukwuemeka, Kalidou Koulibaly, Raheem Sterling, Marc Cucurella y Wesley Fofana. Lo más sorprendente, no obstante, es que en la siguiente ventana de invierno, que finalizó en enero, el norteamericano se gastó todavía más dinero, con un total de 329,5 millones de euros, récord absoluto en el mercado invernal europeo. La joya de la corona fue la contratación del argentino Enzo Fernández, sexto jugador más caro de la historia, por 121 millones de euros.
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Más allá del descontrolado flujo de caja, a Chelsea, con sus nuevas contrataciones millonarias como Joao Felix y Mykhaylo Mudryk, todavía no se le ve la cara. Todo lo contrario, el equipo de Graham Potter, el reemplazo de Tuchel, está en un terrible bache que lo tiene lejos de la pelea en la punta en la Premier League (va décimo) y con medio pie afuera en la Champions League.
Hoy, el cuadro londinense se juega todo en la Champions contra Borussia Dortmund, que en la ida de los octavos se impuso por 1-0 en Alemania. Ahora en casa, pero con desventaja en el marcador, Chelsea busca salvar su barco que va a la deriva.
El menos culpable es Potter, entrenador de poca experiencia, que recibió la máquina perfecta de Tuchel, uno de los mejores equipos de Europa en los últimos años, y todavía no ha estado a la altura del reto para engranar a todas sus estrellas. Al partido de este martes, Chelsea llega en una racha de cinco derrotas, dos victorias y tres empates en sus últimos 10 partidos (sumando todas las competiciones). Eso sí, la esperanza está en la mejora del último fin de semana, cuando le ganaron a Leeds por 1-0 y cortaron un hilo de seis partidos sin conocer la victoria.
Sin embargo, además de lo deportivo, es claro que los principales focos para encontrar a los culpables de la situación del cuadro blue están en los que dirigen toda la estructura. Los nuevos dueños que, ante la salida de Abramóvich por la guerra en Ucrania, se encontraron con un escenario poco conocido. El mayor dolor del ruso, después de vender el equipo, era que el nuevo dueño no entendiera lo que necesitaba el club para seguir aspirando a los primeros puestos en la élite europea. Y, por ahora, el temor se está confirmando. Faltará ver si el partido contra el Dortmund de este martes, por más que no parezca, puede ser un aliciente para cambiar el sombrío panorama que amenaza Londres.
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