Luis Fernando Suárez: de seducciones y obsesiones
El técnico antioqueño logró su tercera clasificación a un mundial al obtener el último cupo rumbo a Catar 2022 con la selección de Costa Rica.
Andrés Osorio Guillott
Semanas atrás, le pregunté al poeta José Luis Díaz-Granados cómo hacía para seguir lleno de fuerza con el pasar de los años. Luego de tomarse un trago de aguardiente, me dijo que la clave está en tener siempre un plan de vida, en ocuparse y tener un propósito que le diera sentido a los esfuerzos y dirigiera los pensamientos y las acciones a ese fin particular. Ver a Luis Fernando Suárez es recordar esas palabras y comprender que una de las verdades de nuestra existencia puede ser esa, pues el tiempo ha pasado y él sigue tan vigente como antaño, cuando fue campeón con Nacional como jugador y luego como director técnico.
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Semanas atrás, le pregunté al poeta José Luis Díaz-Granados cómo hacía para seguir lleno de fuerza con el pasar de los años. Luego de tomarse un trago de aguardiente, me dijo que la clave está en tener siempre un plan de vida, en ocuparse y tener un propósito que le diera sentido a los esfuerzos y dirigiera los pensamientos y las acciones a ese fin particular. Ver a Luis Fernando Suárez es recordar esas palabras y comprender que una de las verdades de nuestra existencia puede ser esa, pues el tiempo ha pasado y él sigue tan vigente como antaño, cuando fue campeón con Nacional como jugador y luego como director técnico.
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¿Qué hay del otro lado de un sueño cumplido? Luego de ganar el Mundial de Argentina 1978 con la selección local, César Luis Menotti dijo que el peor día de su vida era ese, pues lo que le había dado sentido en los años anteriores a su cotidianidad era perseguir ese objetivo, y al verlo realizado no había piso en el cual caer. Esa reflexión le da valor a quienes lo vuelven a construir, a quienes le agregan métodos o formas a un sueño que ya vio su lugar en el mundo y quiere volver a ocupar otro episodio de la historia. Y ahí también radica el ejemplo de Suárez, quien aunque ya sabía lo que era ir a un mundial —lo hizo con Ecuador por primera vez para Alemania 2006 y con Honduras para Brasil 2014—, quería volver a repetir ese anhelo, esta vez con Costa Rica, selección a la que llegó en junio de 2021 tras un breve paso por Atlético Bucaramanga.
“Estoy muy contento de haber llegado a Costa Rica a asumir este reto. Lo había hecho dos veces y, aunque hay momentos de mucho estrés, el sentimiento cuando se alcanza el objetivo no se compara con nada. Era mi sueño volver al mundial”. Eso dijo Suárez tras obtener con la selección de Costa Rica el último cupo a Catar al vencer por la mínima diferencia a Nueva Zelanda en el repechaje.
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“La palabra que más mencioné durante estos días de entrevistas es obsesión, que a veces está mal vista. Yo no la quiero mirar así: hay obsesiones buenas. Y para mí la tercera Copa Mundial era una obsesión”, dijo el técnico colombiano tras el partido que ganaron sus dirigidos con un gol de Joel Campbell a los tres minutos. Obsesión. Esa palabra que ha sido transversal en su carrera en el fútbol, que mostró las veces en las que veía una foto del grupo E del Mundial de Catar con los nombres de España, Alemania y Japón, en la que agregó a la selección de Costa Rica; ese poder de la palabra “obsesión” ha estado acompañada de la convicción y la seducción.
En el prólogo del libro Los mejores técnicos del fútbol colombiano, escrito por el periodista José Orlando Ascencio, Luis Fernando Suárez escribió: “Un hombre que seduce es el que enamora por lo que hace, por sus ideas, por su comportamiento y aún más por sus convicciones, más que la enseñanza de una buena estrategia de juego, el futbolista necesita estar convencido de que esa estrategia es la mejor, que es la estrategia ganadora y que vale la pena dedicar todo el esfuerzo a ejecutarla para conseguir los resultados propuestos. Esa convicción hará que se enamore de su oficio, de las tareas que desempeña, de sus compañeros y de su entorno”.
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Más que la táctica y la técnica, que son pilares ineludibles en el fútbol, a Suárez le interesa seducir a sus jugadores con objetivos grupales. Y esa enseñanza sobre la seducción proviene de Francisco Maturana, que fue su maestro y mentor.
Suárez, defensa central y campeón con Nacional en el torneo local en 1981 y de la Copa Libertadores en 1989, encontró en Maturana un apoyo y una complicidad que fundaron su estilo de dirigir y de ver la vida. Con él conoció a Gabriel Ochoa luego de un partido entre América y el conjunto verdolaga en el 88. Por él tuvo la experiencia de ser asistente técnico de Juan José Peláez en la selección sub-20. Por él tuvo minutos importantes en el título continental con el cuadro antioqueño y por él fue entrenador del mismo el año siguiente, pues cuando Pacho estaba con el combinado nacional, Luis Fernando quedaba a cargo del equipo paisa.
En 1994, Suárez fue técnico de Pereira, equipo con el que jugó en 1986. Luego volvió a Nacional. Esa fue su primera experiencia de lleno como entrenador. Pero al poco tiempo, Maturana volvió a aparecer. La confianza que le tenía surgió precisamente de la obsesión que mostró tiempo atrás cuando habló con el médico Ochoa y expresó su interés de ser entrenador. Y así fue como trabajó como su asistente en la selección de Ecuador, la misma a la que volvería más adelante como técnico y con la que cumpliría un sueño más en su carrera.
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El vaticinio de su legado como entrenador se dio en 1999. No solo fue campeón de la Liga Colombiana con Nacional, sino que además asumió la dirección técnica de la selección de Colombia sub-21 y con esta ganó el torneo Esperanzas de Toulon. En los años siguientes dirigió a Cali, Tolima y Aucas.
El reto grande llegó en 2004, cuando volvió a Ecuador como técnico. El sueño, como ahora, era ir al mundial. Y lo consiguió al quedar en el tercer lugar de las eliminatorias sudamericanas con 28 unidades, por detrás de las siempre potencias Brasil y Argentina. Ya en Alemania, país anfitrión del certamen, Suárez hizo historia al clasificar por primera vez en la historia a esa selección a los octavos de final, fase en la que cayó por 1-0 con Inglaterra.
Al año siguiente salió de la selección de Ecuador y volvió a la dinámica de clubes. Dirigió nuevamente a Pereira y Nacional, antes de ir a Perú a hacerse cargo de Juan Aurich en 2009. En 2010 el reto de un seleccionado nacional lo llamó y asumió su cargo como entrenador de Honduras, conjunto con el que también lograría un tiquete al mundial, esa vez para Brasil 2014, certamen en el que no pudo pasar de la fase de grupos al perder sus tres partidos contra Suiza, Ecuador y Francia.
Universitario de Deportes (Perú); Dorados de Sinaloa (México); Equidad, Júnior y Bucaramanga (Colombia) fueron los equipos que dirigió luego del Mundial de Brasil y antes de asumir la dirección técnica de Costa Rica en 2021, época en la que el conjunto centroamericano llevaba una racha de 11 partidos sin ganar, pero que con su trabajo y el liderazgo de jugadores como Keylor Navas y Celso Borges logró levantarse y cumplir el sueño colectivo.
“Siempre he pensado que el entrenamiento debe ser integral y buscar todo en cada una de las circunstancias que se viven en él. Yo no puedo separar todo; es más, yo sumo todo. Hoy, más que nunca, pienso que la parte del neuroentrenamiento es muy importante. Entonces, tengo que mezclarlo con la parte física, técnica y táctica, y entre ellas se deben complementar”, le dijo Suárez a El Espectador tiempo atrás. Sumar como un concepto que entendió desde sus estudios como contador y no desechar cualquier valor agregado, porque en uno de ellos puede estar el detalle que seduce.
Detalle. En lo mínimo también hay trascendencia, y eso es algo que ha aprendido con cada grupo de personas con las que ha trabajado y también con John Jairo Bodmer, su asistente técnico, y un lector ferviente, tanto como el mismo Suárez, que reconoce que lee un libro cuando la ansiedad por un partido importante lo acecha: “Este grupo es muy lindo en muchos sentidos, y también muy inteligente. Nosotros hemos visto que él tiene una manía con los libros, que le encantan, y quiere que todo mundo lea, y entonces en todos los equipos en que hemos estado, él ha tratado de implementar eso, nunca he estado en un equipo que me pidan tantos libros para leer como Costa Rica. Hay gente que se motiva en eso”.
Todo suma, otra vez. Nada puede darse por descontado. Y todo seguirá sumando porque, pese a lograr su tercera clasificación a un mundial, Luis Fernando Suárez sigue trabajando con humildad. Son muchos los años, las experiencias y los equipos, pero él, así como en otras ocasiones, afirmó el pasado miércoles: “El equipo nunca bajó los brazos. Tuvo una resiliencia muy grande. Todos aguantamos el palo que nos dieron y seguimos para adelante. Eso hoy refleja la unión de grupo, la sinergia del equipo, estar convencidos de que se pueden conseguir las cosas. Hay muchas enseñanzas que ni siquiera son futbolísticas. Siento un gran orgullo por estos jugadores. Nunca había dirigido un grupo tan humano como este. Todos piensan en conjunto. Aprendí a que todavía tengo muchas cosas por aprender”.
Con Costa Rica, Luis Fernando Suárez jugará el Mundial de Catar en el grupo E, en el que enfrentará a España, Alemania y Japón. “Este tercer mundial es una obsesión que quería cumplir. Esto es lindo y muy pocos técnicos lo han hecho y eso me llena de orgullo”, concluyó el técnico colombiano en medio de una sonrisa, evocando “Parao”, esa canción que recuerda de memoria con la voz de Rubén Blades y que dice: “La vida me ha restrega’o / Pero jamás me ha plancha’o / ¡En la buena y en la mala / Voy con los dientes pela’os! / ¡Sonriendo y de pie, siempre para’o!”.